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Aveces, en momentos tan negros como los actuales, solo un milagro podrá ser capaz de despejar el horizonte político español. Por ello, quizás esté permitido esbozar un desiderátum. Es decir, pretender que se haga posible un sueño. Por ejemplo, que la agrupación andaluza del PSOE, o una parte significativa de ella, inicie, ahora, la regeneración de su partido. Porque reúne condiciones para asumir ese papel por su historial cualitativo durante los años transcurridos en democracia. Tanto por su extenso ejercicio de poder autonómico, como por la valía nacional mostrada por muchos de sus miembros. Pero, además, y, sobre todo, porque enturbiando todo ese pasado, ha dejado una huella negativa en su etapa final, con los ERE, de la que necesita redimirse, porque ha quedado marcada por una de las corrupciones institucionales más degradantes. Y por ello mismo, una vez asumida su culpabilidad, si se quiere que este último episodio no prevalezca para siempre como recuerdo definitivo y señal que identifique al Partido Socialista andaluz, puede que esta sea la ocasión propicia de hacer ese gesto público, aún pendiente, de compensación moral con una sociedad que fue engañada. Por todo ello, sería ejemplar comenzar desde el sur el milagro de esta llamada regeneracionista que España necesita. No debe ser tarea fácil, con sus trabas reglamentarias, y la oposición ciega de todos los que han sido captados por el sanchismo a cambio de fidelidad personal (con sus consecuentes prebendas). Pero esos riesgos y dificultades deberían ser afrontados, primero por lealtad a unas ideas socialistas (las de verdad, ya tan olvidadas), y, después, para lavar, de una vez por todas, los malos pasos del pasado. A lo que también podría añadirse evitar otro pronóstico que se barrunta en la lejanía: que no se repita una hecatombe como la sucedida al partido socialista italiano, naufragado, por completo y sin remedio, en unas horas, debido las corruptelas de Bettino Craxi, que, para evitar la cárcel, debió refugiarse en Túnez. Por otra parte, frente al silencio, que tanto suena a culpable, del actual aparato socialista de estas tierras, esta iniciativa movilizaría el orgullo de muchos andaluces. Animados porque precisamente surja desde el sur, la reconquista de la dignidad nacional perdida debido a los trapicheos oportunistas de un PSOE desnortado. Eso sí sería un renacimiento del andalucismo: abrazar la nueva causa regeneracionista de una España diversa, pero en la que todos seamos considerados iguales.
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