La vida vista

Félix Ruiz / Cardador /

Elogio de los los 'sinbolsas'

LAS calles Cruz Conde y Gondomar las recorrieron ayer miles de personas, diríamos que ingentes legiones prenavideñas y ruidosas, festivas. Mientras que el sábado y el domingo, con el comercio cerrado y con el personal de cañas por la soleada rivera, el Centro anduvo tranquilo y en retiro metafísico, lo de ayer fue una especie de arranque oficial de lo que se nos viene encima: las compras navideñas. Mi vocación estadística, que viene de antiguo, me hizo deducir tras una rato de observación paciente que, más allá de los niños y los agentes policiales que patrullaban la zona, al personal se le podía calificar bajo dos conceptos claros: los conbolsas y los sinbolsas, a los que sólo cabría añadir algún pequeño grupúsculo de turistas valientes o estraviados que habían decidido adentrarse más al Norte de las zonas clásicas que vienen marcadas en sus mapitas. En todo caso, lo interesante era ponderar la proporción conbolsas versus sinbolsas, y a la cifra que llegué es que conbolsas sólo pasaba uno de cada diez paseantes. Lo demás, pues, eran sinbolsas, personal ocioso que mira escaparates, bichea lo que puede, coteja, analiza, se toma un cafelito y luego vuelve a casa ligero de equipaje como los hijos machadianos de la mar. Una tribu la sinbolsas que desespera a los comerciantes, vale, pero que se atreve a patear a sabiendas de que la faltriquera anda ayuna de maravedíes y conocedora de que tiempo habrá para precisar esas compras por las que antes o después casi todos pasaremos con mayor o menor modestia en el gastar. A los sinbolsas, dentro de los que me incluyo sin dudarlo, conviene sin embargo respetarlos, pues ellos, al ser gran mayoría, serán los que a la vuelta de la esquina regresen a estas mismas calles para buscar lo que ayer vieron y en su memoria quedó. Ya quisiesen los sinbolsas de ayer haber sido alegres conbolsas, como no pocos lo fueron en un pasado tan repleto de papel de regalo y de brillos falaces. Pero España, no lo olvidemos, casi siempre fue un país con pocas alegrías en el que más y el que menos miró el duro, así nada nuevo bajo el sol. Lo importante es que en los sinbolsas siga anidando este afán de patear, de echarse a la calle y de vivir, porque no todo en la vida son las bolsas. De la esperanza y la ilusión de estas gentes dependerá esta sociedad para resurgir.

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