Reloj de sol

Joaquín Pérez Azaústre

Demasiada información

TANTA información es un hartazgo, vivimos un cansancio de saber. Muy cerca de aquí, en un país tan incomprensible hoy como Italia, se habla de registros de gitanos con la misma franqueza impertinente, con esa transparencia vergonzante, que podríamos emplear para cualquier otro tema mucho menos severo, y sin pasado. Casi todos los temas tienen un pasado, y este de los censos de gitanos en Italia tiene una memoria que es espejo de la peor metralla del fascismo, la que llegó a su plenitud desde una democracia complaciente que se había abandonado a su indolencia pacífica. La vida nunca es pacífica, sobre todo si se trata de abrir para los gitanos ese mismo registro que en su día perfeccionó la máquina de exterminio que devoró el corazón de Europa. Pero aquí estamos nosotros, cada cual con su asunto y su tristeza, con su inmisericordia o su rubor, mientras en un país que linda con el nuestro, al otro lado del mar Mediterráneo, se sopesa la posibilidad siniestra de empezar con los gitanos una huida hacia ayer que ya se comenzó otra vez con miles de judíos, que también fueron censados no como ciudadanos, sino como amenaza étnica, y así fueron tratados hasta el desenlace brutal.

Sin embargo, este exceso también brutal de información ha liberado al fin una anestesia que nos salpica a todos, y a todos por igual. Antes, el desconocimiento era una liberación, porque así todos teníamos bastante con lo nuestro, y a saber en qué pobre ignominia compartida vivía la otra mitad del mundo conocido. Ahora, si se produce un cataclismo en cualquier lugar del mundo, si otro tsunami momentáneo arrasa todo un país, su población costera y sus cimientos, podemos asistir a su derrumbe con una precisión inapelable, y también con un matiz de instantaneidad asumida que nos hace estar allí, también, y sin sufrir. Mucho tiene esta avalancha total de información de poder asistir a las catástrofes sin tener que pagar el peaje transido de dolor. El caso más cercano, en la geografía y el tiempo, es la radicalización de las políticas de inmigración en Italia, que se van perfeccionando en la peor corrupción que consumó el nazismo y amenazan con implantarse en el resto de Europa. Porque Europa es el mundo, escribió Luis Cernuda, pero también el mundo puede acanallarse y se acanalla, porque a pesar de que sabemos que estas nuevas medidas italianas enlazan directamente con Mussolini y Hitler, la Unión Europea calla, y aquí seguimos hablando de la subida de las hipotecas y del cierre de una empresa. Es lo que tiene la sobreinformación: que ya nos ha amansado la conciencia, o que nos ha quitado la conciencia o nos la ha adormecido para siempre. Antes, sin saber, sabíamos más. Ahora, sin embargo, sabiendo lo que ocurre, nos hemos vuelto cómplices silentes.

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