Tribuna
Raquel Montenegro
Lo que esconden los despachos
OTROS jugadores. Otro rival. Otras circunstancias. Otro resultado. Otras sensaciones. El Córdoba se despidió con dignidad de la Copa del Rey y entró por derecho en el club de los agobiados en la Liga. Así escribe su historia este equipo irregular y desconcertante, que enfila la conclusión de la primera vuelta metido en un lío considerable en todos los frentes: en el institucional, por su tortuoso proceso de compraventa, y en el deportivo por su cercanía con unos puestos de descenso que son, desde ya, la referencia para calibrarlo todo.
Si algo positivo ha traído la última cadena de decepcionantes resultados ligueros al Córdoba es la fijación, ya sin ensoñaciones ni cábalas , de un objetivo. Sí, el de siempre, el único posible: los cincuenta puntos para la salvación. Ése fue, y justo es decirlo y recordarlo ahora, el único y verdadero para significados profesionales de la entidad, principalmente los responsables de la parcela técnica desde el despacho y el banquillo. Si la plantilla era mejor o peor que la del curso anterior, el argumento básico al que se agarraban el presidente y la mayor parte del entorno para aspirar a un salto de calidad, es algo que tenían que decir los resultados. Ya lo están diciendo.
El Córdoba tampoco pudo con otro rival directo. El sábado pasado fue el Albacete, ayer la Ponferradina. Ahora irá a Las Palmas y cerrará la primera vuelta ante el Girona. Debe cuadrar las cuentas antes de que se embarren todavía más. De nada vale llorar.
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