La Gloria de San Agustín

Rafalete

Como se llame

Todos tenemos nuestras manías y la mayoría no se pueden explicar, ni mucho menos

Una persona se remoja en la fuente del Patio de los Naranjos de Córdoba.

Una persona se remoja en la fuente del Patio de los Naranjos de Córdoba. / Efe / Salas

Esto de ponerle nombres a las olas de calor y a los temporales de agua y frío como que no me hace mucha gracia, que parece que queremos echarle la culpa a alguien o yo que sé. Además, eso es como lo de la viga en el ojo, que a nadie le gustaría que utilizaran su nombre para algo que nos fastidia tanto.

No me quiero ni imaginar que le pusieran a una ola de calor Rafalete, y todos mis vecinos pasando las de Caín y acordándose de mí, la verdad, es que no me gustaría nada, pero nada. Por eso no me gusta que lo hagan con otros nombres, que seguro se van acabando y empiezan a poner el mío, el de mis amigos o el de mis familiares.

Y yo no quiero relacionar los malos ratos con gente a la que quiero. Que a lo mejor es una cosa muy mía, lo sé, pero es que todos tenemos nuestras manías y la mayoría no se pueden explicar, ni mucho menos. Ni falta que hace, que tampoco hay que comprenderlo todo, me parece a mí. Yo no comprendo, por ejemplo, cómo los aviones vuelan, es que no me entra en la cabeza y lo mismo me pasa con los barcos grandes, que son de hierro, de hierro, y flotan.

Cualquiera echa un trozo de hierro, de metal, una moneda, en una fuente, y anda que no se va rápido para abajo. Que me expliquen entonces lo de los barcos, que seguro que no lo voy a entender, aunque me lo expliquen durante mil horas. A esta nueva ola de calor, que acabamos de pasar, aunque tampoco ha bajado mucho el termómetro, también le han puesto nombre, y vaya los días y sobre todo las noches que nos ha dado.

Y anda que no son largas las noches de calor en verano, pero largas, que es un no parar de dar vueltas y más vueltas en la cama, todo el tiempo, de un lado para otro. Y lo peor son las vueltas a la cabeza, que anda que no le doy, pero sin parar, que parece que tengo un bingo dentro, una cosa mala. Y es que quien es así no lo puede remediar, por mucho que se empeñe.

En fin, que estas noches he pensado mucho, pero mucho, y también me he pegado unos cuantos manguerazos, porque un par de noches me he tenido que subir el colchón a la azotea, que en mi cuarto no corría ni una mala brisa, y si llegaba es como si hubieran abierto las puertas de un horno.

Ya queda menos para agosto y todavía no sabemos qué vamos a hacer, que si queremos nos podemos subir otra vez a Trassierra, que nuestro amigo nos lo ha vuelto a ofrecer. Yo por mí, tiro para arriba, pero somos tres y toca decidir entre los tres, que las cosas se resuelven mejor así, contando con los gustos de los demás.

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