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HOY por hoy, la fiesta de los toros sufre continuos ataques desde el exterior. Atrás han quedado los tiempos en que se veía algo normal y cotidiano en nuestra sociedad. Lo que era un rito milenario y heroico ha pasado a ser algo anacrónico y sangriento. Una excesiva idealización de los animales, influida sin lugar a dudas por el alejamiento del mundo rural por parte del hombre de hoy, hace que los mismos puedan tener, al menos así se propugna por los animalistas, los mismos derechos que los seres humanos. El apoyo económico desde el extranjero del movimiento abolicionista contra de la tauromaquia ha venido a acrecentar un interesado rechazo hacía algo muy enraizado en nuestra cultura.
Ciertos políticos, no todos por cierto, han visto en este movimiento un caladero de votos. A la desesperada, por obtener réditos de poder, han optado por hacer un interesado abanderamiento de él. Tomar partido por este feroz ataque a la fiesta de toros, les ha llevado en hacer una política condescendiente hacía los abolicionistas o animalistas, en contra de un sector que hasta ahora ha generado mucho más que simples ingresos a través de la presión fiscal a que siempre ha sido sometido.
La demagogia y los brindis al sol, expresión torerísima y clásica en nuestro lenguaje, son habituales entre estos políticos que nos gobiernan. El caso es ser amables con unos, perjudicando a otros. La falta de equidad es notoria. Los gestos contra de la fiesta de los toros se suceden e incrementan notablemente. Primero fue Barcelona, capital donde hubo más de una plaza y solía celebrarse más de un festejo mayor a la semana. Hoy la tauromaquia está prohibida, cercenando la libertad a muchos ciudadanos amantes del toreo. Tanto es así, que su flamante alcaldesa, Ada Colau, ha osado prohibir la publicidad sobre la feria del Pilar de Zaragoza donde se representa a Morante de la Puebla con la estética de aquél genio natural de Figueras llamado Salvador Dalí. Todo con el pretexto de que el toreo está prohibido en Cataluña y la ciudad condal tiene la etiqueta impuesta por políticos amantes de las libertades de capital anti taurina.
El antitaurinismo se acrecienta avalado por estos políticos de minorías. La última ha sido el anuncio de la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, de retirar la subvención anual adjudicada a la Escuela Taurina de Madrid y también desahuciarla de la Venta del Batán donde está ubicada. Las reacciones no se han hecho esperar y, para muchos taurinos ha sido la gota que ha colmado el vaso, el gesto que ha puesto en pie de guerra al toreo y la movilización de las gentes del toro se ha disparado. Incluso en corto espacio de tiempo se han recogido miles de firmas en una plataforma digital, censurando lo dispuesto por el Consistorio de Madrid y a favor de todos los jóvenes que se forman en esa escuela taurina.
Es triste que no se reconozca la labor de las escuelas taurinas y atacándolas no sólo se hace daño al toreo, también se daña al ser humano, a sus derechos y a sus libertades. Cierto es que en las escuelas taurinas se enseña un oficio, una técnica para desarrollarlo, pero también se forma a personas y se inculcan unos valores que la sociedad actual pierde a pasos agigantados. Valores donde el respeto, la educación, las libertades y el libre pensamiento son fundamentales. En las escuelas taurinas no se forma a psicópatas sangrientos, ni a asesinos en serie. Se forma primero a personas que luego y, si el destino así lo dispone, llegarán algún día a ser figuras del toreo, cualidad que sólo alcanzan unos privilegiados. Aunque hoy en día, tener valores acordes al ser humano y alejados del totalitarismo recalcitrante de algunos también es una empresa casi imposible.
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