La vida vista

Félix Ruiz / Cardador /

Burocracia

EL presupuesto del Consorcio de Turismo recuerda el caso de la familia que se gasta todo los ahorros en una vajilla y cuando llega la hora de ir al mercado sólo tiene dinero para comprar un puñado de altramuces para colocarlos sobre los platos. O sea, que la burocracia del organismo se come lo momio -un 80% de las cuentas- mientras que tan sólo el 20% restante se dedica a acciones reales en promoción de Córdoba como destino. Tales cifras, que las publicó este diario en su edición del lunes, demuestran pues que acertó el Partido Popular de lleno cuando, durante el pasado mandato, decidió cargarse el Consorcio pese a las quejas de algunos que, de seguro, salían bien beneficiados en el reparto. El actual cogobierno mantiene a su vez esa hoja de ruta, y lo esperable es que el teniente de alcalde encargado de la cosa, Pedro García, agilice los trámites para conseguir que este parásito administrativo se disuelva y se pueda emprender una época marcada por la eficiencia. Dirán algunos, con parte de razón, que antes de la crisis la proporción entre gasto ordinario e inversión en turismo era más razonable, pero jamás me convencerán de que la gestión de este sector tan agradecido para los políticos no ha sido en Córdoba un caos repleto de ornamento y con aciertos contados en el que cada cual trataba de sacarse lustre o de buscar buen asiento para los propios. De ahí que durante años haya ese existido ese monstruo con dos cabezas -Consorcio y Patronato- que aquí parecía lo más normal del mundo sin serlo y que nadie consiguió unificar a pesar de que algún utópico lo intentó Al final, como se comprueba ahora, lo que quedó fue una burocracia obesa y dudosa, que incluso con las reformas y recortes aplicados con la crisis se mantiene mucho más de lo que debiera no sólo en Córdoba sino en el conjunto de España. Tan grande fue este entramado burocrático y político que a veces se camuflaba de pseudoempresarial que hasta peligrosa podría haber sido para la libertad tanta inútil superestructura. O sea, que su caótica acción incluso fue benéfica. Miserias al cabo de un sector público, y no hablo precisamente de funcionarios, en el que algunos creen con fe ahistórica pero en el que la inutilidad y el derroche siempre suelen tener fonda, puchero y asiento como aquí bien se demuestra.

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