Rafalete, la gloria de san agustín

Año Nuevo

PUES como todos los años, con la cabalgata de los Reyes Magos, se nos ha acabado la Navidad, ya están puestas las rebajas, y ahora nos toca esperar hasta la próxima, que llegará antes de lo que nos imaginamos. Y es que el tiempo pasa más rápido de lo que quisiera uno, y por eso yo creo que tenemos que aprovecharlo bien, que cuando acabemos con el que nos corresponde ya no tenemos más.

La fiesta que nos montamos para dar la entrada al nuevo año fue del quince, mejor imposible, que no la pudimos hacer mejor, pero buena, que no faltó ni un perejil, que nos lo pasamos a lo grande. Debo de reconocer que yo me lo pasé mejor que la mayoría, y es que Soraya estuvo más simpática que nunca, y así que tuve la mejor entrada posible de año, que no me lo esperaba yo tan bueno, para qué voy a decir lo contrario. No es que seamos ya novios, aunque todos en el barrio digan eso, pero sí que somos amigos especiales, que eso es lo que me dijo ella al final de la noche, cuando nos fuimos a comer los churros. Porque fue una fiesta como las de los chavales, que acabamos por el día, que se nos pasó el tiempo que no nos dimos ni cuenta, vamos, que no me podía ni creer que ya estuviera el sol cuando pusimos los pies en la calle Montero. Es una pena que las cosas que se disfrutan pasen tan pronto, que a veces no nos da tiempo a saborearlas como se merecen. Dicen que el reloj siempre va igual, que no engaña a nadie, pero yo creo que no siempre lleva el mismo paso, que veces va corriendo y otras a la pata coja.

Uno ya no está para estos trotes, y necesité dos días para recuperarme de la fiesta del 31, así que cuando me quise dar cuenta ya tenía encima el día de Reyes. Yo no le he prestado nunca mucha atención, que los Reyes Magos no se han herniado, precisamente, conmigo, tampoco yo les he hecho trabajar mucho, que más bien casi nunca les he encargado nada. Después del detalle que tuvo Soraya conmigo por mi santo, no me ha quedado más remedio, y tan a gusto, no se vayan a creer ustedes que soy un agarrado. Ustedes ya saben cuál es mi problema, por eso me vino que ni pintada la ayuda de mi hermana, que me puso una parte del dinero y que me ayudó a escoger el regalo. Un perfume con la caja la mar de bonita, que traía hasta a un lazo. Con mi caja me planté la mañana del seis, pero otra vez me volvió a sorprender Soraya, que me lleva cogido el terreno. Apareció con el regalo más cordobés que hay, un sombrero de ala ancha, pero a la antigua usanza, como está mandado, y que me queda de lujo, tanto que hay quien me confunde con Romero de Torres, para qué les voy a contar más.

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