LOS políticos dedicados a la cosa educativa no están de enhorabuena. Se podrán desgañitar proclamando las excelencias de un sistema que a pie de calle se sabe que no funciona, porque la realidad va por otro lado. Las quejas de los padres y de los profesores ya no son argumentos subjetivos frente a la dialéctica ampulosa y eufemística del pensamiento único. Los sucesivos informes que se hacen sobre la juventud confirman lo temido, como lo señaló hace poco el Informe Pisa y como ahora lo ha expuesto el estudio realizado por las universidades andaluzas. Ya no es que el nivel formativo esté por los suelos, sino que, además de ello, la ingesta de alcohol se considera como algo normal. Lo extraordinario, en este caso, es visitar un museo de Bellas Artes o viajar al extranjero. Sólo se puede confiar en quienes se salen de la norma.

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