No, todos los hombres no son violadores. Tampoco van a matarnos, pegarnos, agredirnos o acosarnos. No, y lo sabemos. Por eso no comparto esa indignación masculina al creer que para nosotras están todos en el mismo saco. Tampoco entiendo esa necesidad del hombre de pedir perdón por el hecho de serlo. No pida usted perdón por algo que no ha hecho, sobre todo si al hacerlo se coloca usted en el epicentro de una problemática que tiene como protagonistas a las mujeres. A las que matan, a las que acosan y a las que violan. Es algo tan realmente terrible como para que los ofendiditos tengan hueco, como para que se les oiga más de la cuenta. Tampoco es necesario emprender una batalla campal entre dos sexos -a lo que parece que nos están precipitando-, que a lo único que lleva es a la invisibilización del drama real: la violencia machista. Cuando el y tú, más, salta de la esfera política a la pública, olvídese usted de soluciones o de leyes para dar la bienvenida a un standby permanente.

No es el momento de sentirse herido por algo que no se ha hecho ni mucho menos es el momento de ocultar una realidad con frases como "no todos somos así" o "sois unas exageradas". Ésta última, repetida hasta la saciedad, es la que más me duele. La exageración tiende a menospreciar o rebajar cualquier mensaje. Gracias Dios, no todas las mujeres nos hemos visto envueltas en una situación de violencia o agresión, pero todas la hemos sentido cerca. Todas conocemos a otra mujer que, por el hecho de serlo, sufre en sus carnes una situación completamente inhumana. Todas -y que venga el que quiera y me rebata- vive con miedo a verse envuelta en una situación de esas que luego aparecen en el telediario. Todas volvemos a casa asustadas cuando pasan de las doce y nadie nos acompaña, a todas se nos encoge el estómago cuando en una desértica calle cualquier ruido nos sorprende y todas nos acojonamos cuando de madrugada damos de bruces con un hombre (peor todavía si son más de dos). Y no es porque todos los hombres sean violadores en potencia, es que nosotras, por el simple hecho de ser mujeres, somos víctimas en potencia de cualquier subnormal que ese día se haya levantado con las ganas de joderle la vida a alguna mujer.

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