Análisis

Ángel Vázquez

PATT, LEO, PIKASSO, CÓRDOBA…

Dicen tantas cosas. Dicen que el jazz, cuando funciona, es una democracia perfecta. O pase lo que pase, cuando toca Patt, debe ser el menos imperfecto de todos los géneros inventados alrededor de la séxtuple cordura. Ha caído la tarde en la Axerquía y los técnicos respiran aliviados. Pareciera que en el gigantesco escenario una empresa de pintura hubiera amontonado laboriosamente todos los bártulos en el centro para embrochar sus paredes de algún caprichoso color. Es un set al estilo de los clubs, recogido sobre sí mismo, abrazado a su propia magia, como un capullo silente, latiendo con sosiego en el centro del tablado, esperando a que llegue Metheny y lo desfibrile, mientras somete a corrientes continuas de corta duración los oídos del enajenado auditorio. Llévanos lejos, nos dejamos.

Patt vuelve de cenar parsimonioso, inquieto por estrechar entre sus brazos la guitarra Pikasso, tan imposible como los cuadros del malagueño. Entremedias hace un guiño a las coloristas siluetas que el Festival luce en el escenario como parte de un atrezo singular. Le molan. Y entre una cosa y otra, antes y después de cada una de ellas, Patt dice sentirse como en su casa en este reclamo cordobés del quintilis romano, mientras la torre de la Mezquita se dibuja en su espalda. No ha asomado aún nota alguna y a todos nos da ya la sensación de que esta noche un monstruo viene a vernos. Asustados.

Y a él ha venido a verle Leo Brouwer, que en vez de cumplir años parece un Benjamin Button tocado por la genialidad y la simpatía. El Maestro cubano apenas puede callejear por las gradas, asaltado por abrazos, apretones de manos y alguna que otra reverencia, incluidas las caras de sorpresa de los músicos callejeros que, acompañados de los ilustradores del Guitebeo, han venido en pandilla a ver al genio Patt, y se pellizcan al encontrarse a este otro repartiendo besos. Mientras, el de la melena prepara la artillería y las palas de reanimación. Viene bravucón. Viene buscando pelea. El escenario se despierta… Un hilo interminable de sorpresas nos amarrará a su repertorio en una noche onírica cuyo eco sigue resonando durante horas en nuestra débil y vulnerable cabeza.

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