Yo nunca he creído en las cosas raras del más allá, que en verdad solo digo que creo en las cosas que puedo ver con mis ojos y tocar con mis manos. O sea, que solo creo en lo que veo. Aunque yo creo que eso lo digo con la boca chica, porque luego me dan miedo todas esas supuestas cosas en las que no creo, y que si no creo en ellas no me deberían dar miedo, pero me dan, y mucho, es la verdad.

Me parece que yo no soy el único y que somos así un regimiento, y puede que me quede hasta corto, por lo que estoy viendo. De pequeño me contaron, un zapatero que había en la calle Zarco, que tenía historias para llenar dos piscinas, un montón de historias raras del Palacio de Orive, ese edificio que ahora es tan bonito y que tiene el Ayuntamiento para hacer las cosas de los poetas. Que si se aparecía gente, que si se abrían puertas secretas, que si fantasmas y que si no se cuántas cosas más, y yo la verdad es que me pasé unas cuantas noches en vela, tela de miedo, pero tela el que pasé. Tanto miedo, que todavía paso por esa plaza con el estómago encogido, aunque ya hayan pasado un montón de años y sea a plena luz del día, que de noche no me atrevo. Y eso lo digo aquí, que estamos los justos, que cualquiera puede pensar cosas raras. Con los años me he dado cuenta que todas esas historias que se contaban de Orive son las mismas que se cuentan de otros monumentos y casas de otras ciudades, las mismas, y no creo que sea una coincidencia.

Pero hay tela de gente a la que le encantan estas cosas, pero tela, que por eso hacen las películas que hacen, que en los cines siempre hay dos o tres películas de miedo, cuando no hay más, y mientras peor lo pasen, mientras más miedo les den, más les gustan, que eso es así, aunque yo no pueda entenderlo. Como la de gente que va a que le lean las cartas, que en el barrio tuvimos un adivino, algunos decían que era un mago, y no vean la de gente que iba, pero cola, que todos los días tenía diez o doce personas. Se murió este hombre hace dos o tres años, pero mientras estuvo vivo yo nunca quise ir, la verdad. Y siempre que me lo decían daba la misma respuesta, que si sabía el futuro ya no tenía gracia. Mentía, claro, que la verdad es que me daba y da mucho miedo, y cuando se tiene miedo no sabemos cómo vamos a reaccionar. En fin, que me ha salido un artículo rarillo hoy, en este domingo que a lo que le tengo miedo es a la calor, que sigue haciendo tela, pero marinera.

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