Análisis

Rafael Recio Barba

Médico Traumatólogo

Manolete, una muerte evitable y más

Al llegar a estas fechas todo el mundo aficionado a los toros recuerda con tristeza lo acontecido en la plaza de toros de Linares el 28 de agosto de 1947 al IV Califa del Toreo, conocido como Manolete, y si no lo recordaban, nos lo hacían recordar en los cines con el famoso NO-DO (Noticiarios y Documentales), que era de obligada exhibición en las salas cinematográficas de la época. Pero lo que casi nadie recuerda son las muertes, por la poca repercusión dada y hasta la casi invisibilidad, que ocurrieron diez días antes, el día 18 de Agosto de 1947, en el puerto de Cádiz, cuyo cielo se iluminó envuelto en una bola de fuego acompañado de una fuerte explosión. Dicho estallido, de un polvorín de la Armada, había sido producido por unas minas rusas procedente de la guerra civil que fueron almacenadas en la Base de Defensa Submarina y que habían llegado procedentes de Cartagena en el año 1943. La revista Brisas, auspiciada por el Gobierno Civil, relataba los nombres de 102 cadáveres identificados y de otros 32 sin identificar. En documentos posteriores se llegaba a la cifra de 150 muertos.

No existe versión oficial que explique aquella explosión. Las fotografías que tomaron algunos periodistas reflejan una ciudad desolada, reducida a escombros. La deflagración se escuchó a cientos de kilómetros de distancia: algunos apuntan a que se hizo notar en Portugal. Uno de los lugares más afectados fue la Casa Cuna, donde dormían decenas de niños huérfanos. Miles de personas quedaron con lesiones graves. La tesis del sabotaje es la que tiene más fuerza para explicar lo acontecido, según el archivo documental del General Varela en el Ayuntamiento de Cádiz.

Pero, ¿cuál es el nexo de unión entre la muerte de Manolete tantas veces recordada y la muerte de 150 personas tantas veces olvidada?

"No fue el toro quien lo mató -declaró en España en 1997 el doctor Fabián Garrido, hijo del discretísimo doctor Fernando Garrido Arboleda, que junto con el doctor Julio Corzo López, cirujano de Úbeda habían operado exitosamente al diestro-, sino la transfusión de un plasma proveniente de Noruega".

Mucho se ha escrito de su muerte y de aquella trágica tarde, pero no porque el toro Islero lo cogiese, sino por los acontecimientos que en las horas posteriores tuvieron lugar y que por algunos autores fue evitable. Este plasma noruego había sido utilizado al final de la Segunda Guerra Mundial y probado con mala fortuna en la atención a los heridos de la trágica explosión del polvorín de Cádiz. Su malévola eficacia iba a volver a ponerse de manifiesto en Linares. El doctor Luis Jiménez Guinea, dirigiendo el equipo médico, portaba el dichoso plasma que trajo desde Madrid. El galeno llegó de madrugada al hospital de los Marqueses de Linares. Manolete, que ya había sido operado y estabilizado con éxito en la enfermería de la plaza, también había recibido sendas transfusiones de sangre -brazo a brazo- de un cabo de la Policía Armada llamado Juan Sánchez y del torero Parrao.

A los 71 años de la desgracia del torero sigue levantando inquietud si el suero que se le transfundió fue el responsable de su fatal desenlace. Este escrito representa un homenaje en el recuerdo de aquellas personas anónimas que sucumbieron en una desgracia y que algunas de ellas perecieron por los efectos adversos del "plasma noruego".

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