Nos estamos acostumbrados al distanciamiento social, y reprimir gestos habituales requiere un esfuerzo de voluntad frente a la espontaneidad de tocar, hablar de cerca a otra persona, pasear, o visitar. Jamás habría pensado - escribía alguien hace unos días- faltar al cumpleaños de mi nieta de tres años, que vive en otra ciudad, por el riesgo de contagio que supone. Ahora vemos lo mucho que interactuamos, pues pese a la virtualidad de nuestro mundo alguien nos sirve en restaurantes y bares, nos atiende en un hotel, transporta, limpia, repara, o nos cobra en la caja del supermercado o la gasolinera, en una economía donde la tecnología no desplaza a los que trabajan en infinidad de servicios.

Hay muchas personas para las que el teletrabajo no es una opción, pues su papel es presencial, físico, de proximidad, y se ve afectado por la suspensión de la actividad económica. Tienen que darse medidas muy específicas para todos las que estén en estas circunstancias y no cuenten con una protección, como es el caso de quienes trabajan por horas o de forma autónoma; por eso es muy buena noticia el acuerdo entre la CEOE, Cepyme, CCOO y UGT, sobre protección a trabajadores y empresas, aunque no alcanza a todos. También el Estado debe actuar como empleador temporal de último recurso, según las propuestas que a veces hemos comentado del brillante economista Hyman Minsky, y que ahora anuncia Angela Merkel en Alemania.

La pandemia no es una crisis indefinida, se acabará antes o después, el virus volverá pero ya habrá vacunas como ha ocurrido con virus anteriores por los que sigue muriendo mucha gente; entre 20.000 y 40.000 se calcula esta temporada (datos de la Michigan School of Public Health,) en Estados Unidos, por gripes distintas al Covid-19. La recesión económica puede paliarse, pues hay liquidez financiera, garantizada por los bancos centrales con tipos a cero, para dar crédito sin límites a países y empresas, y un sistema bancario extraordinariamente saneado. Tenemos también recursos para gasto público a tipos negativos, y la fiscalidad se aplazará y se suspenderán cuotas, pero los ingresos públicos son necesarios, y deben ser suficientes para que el Estado tenga un colchón para un caso de necesidad, como ahora - quién soporta la carga, o el papel de los nuevos impuestos, es otra discusión-, y nunca debieron reducirse impuestos en épocas de auge, pues esto no es en sí mismo una virtud.

Lo que no tiene sentido es dar vueltas a lo que se podía haber hecho o no, y complacerse en discusiones inútiles, olvidando que hasta hace días había presión por todas partes para no sobre reaccionar afectando a eventos y al turismo. Por fortuna, junto a la política pública y el comportamiento ejemplar de muchos funcionarios, empresarios y trabajadores, tenemos un espíritu cívico positivo, solidario y responsable, que se está manifestando en acciones prácticas, y no de criticar y luego lavarse las manos. "Ningún gesto amable, no importa que sea pequeño, es un desperdicio"; son palabras de Esopo, al que Velázquez pintó desaliñado, casi como un mendigo, pero con su libro en la mano, dándole, dice la historiadora del arte Marta Olmos: "Una expresión irónica, y una actitud de desilusión de la humanidad no carente de indulgencia".

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