Eldinero no garantiza la felicidad, pero la facilita, reza el impostado aserto, como si la dicha de los buenos momentos pudiera devenir en indeseable constante vital, un exceso almibarado de autocomplacencia que obstruiría las arterias del espíritu crítico.

La cultura pone a raya nuestra esencial condición animal, pero poseerla en mayor o menor grado no supone convertir a una persona en una criatura mejor. Siempre resultará más grosero un tonto culto que uno inculto.

La actualidad informativa registra esta semana dos bombardeos periodísticos a cual más infame. Uno es puntual, el demonio que se le apareció a una joven en El Campillo; el otro es recalcitrante, el procés, que rezuma olor a azufre en Cataluña desde hace años y que está provocando una diabólica brecha en la convivencia y un ángel caído en el mapa político.

El primero ha reabierto el debate sobre la necesidad de la prisión permanente revisable, pero también está cubriendo de un espeso manto de morbo televisores, radios, papeles y dispositivos electrónicos varios. En la lucha por la vida (por la audiencia) no hay empacho en reproducir una y otra vez imágenes y comentarios tan superfluos como gazmoños que sólo sirven para remover el avispero de las bajas pasiones.

Unos demandan que los demonios se pudran en la cárcel, apelando a la seguridad. Otros reivindican el derecho a la reinserción, apelando a los valores democráticos. Y el patito feo de la equidistancia reclama la inserción (¿cómo reinsertar al que nunca se ha insertado?), que emana de una buena educación, ese intangible que facilita el acceso al placer con una buena lectura, un cuadro, una canción o una buena compañía y tener claro que no hay que casarse con nadie y que si te da ahí más te vale guiarte por los oídos que por los ojos.

Una buena educación arrolla nuestra primigenia condición de bestias, esa consideración en que a los españoles nos tiene Quim Torra. Abogado, escritor y con vitola de intelectual, es un ejemplo palmario de que la cultura no nos hace mejores.

Un buen sistema educativo es la mejor manera de reducir los ataques a mujeres y a los Torra de turno, porque amuebla las cabezas y hará pensar en vez de dormitar con Canal Sur, una criatura diabólica al respecto.

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