Arte

El Museo del Prado inaugura 'Tornaviaje', con el Cristo de Zacatecas de Montilla

  • La muestra reúne 107 obras de arte que indagan en el "desconocimiento profundo" de las relaciones entre América y España 

El Cristo de Zacatecas de Montilla, expuesto en el Museo del Prado.

El Cristo de Zacatecas de Montilla, expuesto en el Museo del Prado. / Museo del Prado

El Museo del Prado, junto con el patrocinio de Fundación AXA, inaugura este martes, 5 de octubre, la exposición Tornaviaje. Arte Iberoamericano en España, una muestra "muy necesaria" debido al "desconocimiento profundo sobre las relaciones entre América y España", como ha subrayado este lunes, durante la presentación de la muestra, el presidente del Real Patronato del Prado, Javier Solana. Entre las  obras incluidas se encuentra el Cristo de Zacatecas, un impresionante crucificado indiano que se venera en la parroquia de Santiago de Montilla.

"Es bueno que nos eduquemos un poco más en cómo era esa parte de la vida americana en esos siglos. Yo me he quedado sobrecogido al ver unos cuadros tan maravillosos", ha subrayado Solana.

Tras la conquista de América y hasta la Independencia, llegaron a España más objetos artísticos de procedencia americana que flamenca o italia, según ha informado el director del Prado, Miguel Falomir, y ha subrayado que "la historia del tráfico artístico transatlántico no es unidireccional como siempre nos habían contado".

La exposición ofrece al público la posibilidad de conocer la cultura de los virreinatos americanos, teniendo en cuenta sus valores simbólicos e iconográficos, así como aquellos que les otorgaron las sociedades receptoras. La muestra estará disponible hasta el 13 de febrero.

Tornaviaje. Arte Iberoamericano en España está compuesta por 107 piezas, de las cuales 95 están custodiadas en instituciones culturales, espacios religiosos, colecciones españolas y tres prestadores internacionales. Además, Famolir ha señalado que 26 obras de la exposición han sido restauradas por el Prado. Asimismo, ha recalcado que se trata de una iniciativa novedosa ya que participan cuatro instituciones madrileñas, no solo con préstamos sino con su programación conjunta: el Museo de América, el Museo Nacional de Antropología, el Museo de Ciencias Naturales y el Jardín Botánico.

"Creo que el Museo del Prado es uno de los altavoces de España, por ello, que desde su paredes se trate de reivindicar figuras olvidadas, contribuye enormemente al progreso de la sociedad", ha afirmado el director general de Fundación Axa, Josep Alfonso Caro.

Plaza y atrios conventuales americanos

La muestra está comisariada por el catedrático de la Universidad de Granada Rafael López Guzmán, junto con la asistencia de los miembros del Instituto de Investigaciones estéticas de la UNAM en México Jaime Cuadriello y Pablo F. Amador.

Según ha explicado López Guzmán en la presentación, Tornaviaje se estructura en dos salas, con un total de cuatro secciones. La primera sala, a nivel simbólico, gira en torno al concepto "plaza" como elemento urbanístico fundamental en la ciudad americana. En esta sala se encuentran las dos primeras secciones: Geografía, conquista y sociedad e Imágenes y cultos de ida y vuelta.

En la segunda sala, el elemento articulador, a nivel museográfico, es la idea de los atrios conventuales americanos, lugares de interacción religiosa y educativa. En ella, se sitúan las secciones: Las travesías del arte e Impronta indiana. En esta última se incluye el Cristo del Zacatecas.

A su vez, la exposición se ha diseñado siguiendo una estructura en las que "casi todas" las regiones de España están representadas. "Es un fenómeno que no abarca solamente a Andalucía, la parte norte, la cornisa cantábrica, sino que podemos encontrar en montones de lugares perdidos en la geografía española, desde pueblos pequeños a grandes ciudades. Y en este interés, hemos integrado a la mayor parte de los países de América que trabajaban artísticamente en la época moderna", ha afirmado López Guzmán.

La impronta indiana

En la sección que incluye el Santo Cristo de Zacatecas, la materialidad americana emerge haciéndose ya no solo visible, sino patente y orgulloso reflejo de su identidad, como ha explicado El Prado. Algunas obras, como los enconchados, evidencian cómo los artistas novohispanos se apropiaron y desarrollaron fórmulas llegadas de Asia; otras, como las exóticas y tan elogiadas plumarias, evocan sus raíces prehispánicas, se reformulan en sus iconografías tras la conquista y, sin perder su naturaleza, evolucionan en sus técnicas a lo largo del tiempo.

Tampoco faltan piezas en las que lo material se asocia a lugares o artífices concretos. Como las denominaciones de origen, son muchas las alusiones documentales a la diversidad y especialización de centros de producción y artistas concretos. Junto a ellas, están también las que nos llevan a repensar la búsqueda de lo singular. Todo ello sin perder de vista otras lecturas que aquí podemos asociar a lo simbólico y a los efectos de lo material.

Cocodrilo disecado. Cocodrilo disecado.

Cocodrilo disecado. / Museo del Prado

Así, el Cristo comparte espacio con la Virgen y su cocodrilo, una imagen encargada en 1741 por el comerciante Marcos de Torres en la Ciudad de México, y un cocodrilo disecado que antaño colgaba en su ermita tinerfeña y que son un elocuente ejemplo de las nuevas lecturas que sobre la idea del tornaviaje. El cocodrilo recuerda los peligros de las nuevas tierras, pero también el triunfo de aquel que lo venció por intercesión de la Virgen, llegando a transformarse con el tiempo en una alegoría de América e, incluso, en protector de María.

También se exhibe una gran cruz procesional remitida en 1756 por el deán de la catedral de La Habana, el canario Nicolás Estévez Borges, al convento franciscano que unos antepasados suyos habían fundado en su localidad natal. Además de ser un claro exponente de la misma "sincera devoción y afanes devanagloria" que motivó la llegada de muchas de las obras expuestas, su materialidad proporciona algunas lecturas complementarias. Destacan así su peso (47 kilos) y su origen, pues fue ejecutada por un plateroaragonés emigrado a la isla, pero también el particular trabajo de filigrana con el que se realizó, que combinaba la plancha calada con una ornamentación a base de diferentes hilos entrelazados, lo que la distinguía técnicamente de otras producciones americanas.

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