Cultura

Una fiera desconcertante

Fecha: miércoles 1 de octubre. Lugar: Teatro Góngora. Lleno.

Agazapada bajo un manto de sonrisas frágiles, y esa voz de hilván, se escondía la fiera. Sus uñas apostadas para dejarnos marca. Sus alas blancas escondiendo el secreto de una transformación que aún no sabría decir hacia dónde nos llevó, porque no he sido capaz de volver. Silvia y Raül solos en el escenario. Como refugiados de una guerra que les hubiera forzado a escapar a la carrera a través de un puñado de canciones, con lo puesto. Una fiera deseada, decía. Loba con piel de oveja. Disimulando su verdadero poder a base de una timidez tan creíble como sensual. Pronto le sobraron los zapatos.

Una fiera, decía. De voz desconcertante, apabullante, imprevisible, hiriente por momentos, sangrando a mares en otros, sometida a corrientes de inciertas procedencias que casi parecían llevarla al trance... Acariciando nuestra espalda, encogiéndonos el alma. Agazapada la fiera, decía. Los idiomas desfilan como convidados a una recepción de estado. Las canciones transmiten tanto que no importa si no las entiendes, aunque ya se encarga ella de explicarlas antes, y durante, con un magnetismo inquietante que trasciende las palabras, los versos, las estrofas.

Despiadada la fiera, decía. Hay amor, mucho amor. Todo el del mundo por exceso, y en otros instantes por defecto. Hay encuentros, gozos, pérdida y desamparo en ese repertorio imposible de catalogar sin decir locuras. Imposible de memorizar. Sublime la fiera, decía. Da lo mismo que los elementos se le vuelvan en contra. Batiendo sus encantos, se sienta en el cajón y se arremanga el vestido. Silvia se crece para entonar la Elegía a Ramón Sijé, de Hernández, y es a partir de ahí cuando muchas cosas se entienden mejor. La madera no suena como planearon, pero nada la detiene. Herida parece revolverse contra todo, nos escuece su arrolladora presencia y su voz inabarcable. Impresiona cuando canta Aniquilando y chisporrotea en el aire una conexión con Morente y Lagartija Nick o Los Planetas. "Que me van aniquilando la gente anda diciendo…". Era ese tal vez el eslabón perdido, el que Raül gritaba de comienzo a fin con su guitarra distorsionada. Mirada de fiera, decía. Un contrapunto cruel para esa voz. Hiel contra dulzura. Pero necesaria. Silvia parece que se eleva, otras que va a extinguirse, tememos por su fragilidad de cristal soplado. Es punzante, sufre y destellea en el desván donde juegan los niños; acumula ensueño y esperanza al mismo tiempo que asume pérdidas y beneficios con actitud salvaje. Y luego, con su melena ya anudada, nos deja solos en la noche para que nos busquemos la vida, entre fatiguitas y penas.

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