Feria Taurina de Córdoba: Sumario de un ciclo barato y triunfalista
Toros
Hace mucho tiempo que el toro está ausente del albero califal; como muestra, las dos corridas lidiadas este abono, impropias para una plaza de primera categoría
Manuel Quintana, novillero: "Lo que busco es emocionar a la gente, hacer que se ilusione"

Córdoba/Terminó la Feria Taurina, concentrada en un fin de semana. En El Arenal siguieron los días festivos, hasta ayer mismo. Es lo que tiene el tener un ciclo taurino tan escuálido, que sigue la fiesta, pero no siguen los toros. Una Feria histórica, como la de Córdoba, sin toros es menos Feria. Las cosas de nuestros tiempos y a lo que nos han llevado los empresarios, como conocedores de la particular idiosincrasia de los cordobeses.
Razones de peso argumenta tener la empresa que regenta el Coso de los Califas para no programar más festejos taurinos. Dice su representante, José María Garzón (Lances de Futuro), que tenemos lo que nos merecemos. Que no vamos a los toros y que, mientras seamos niños malos, no llenando los escaños de la plaza, no nos dará más caramelitos. En parte lleva razón. La gente solo acude a la plaza cuando se le ofrece algo con interés. A la vista está.
El último festejo del ciclo, el público llenó los tendidos porque encontró algo que le llamó la atención, un producto que le interesó consumir. Los alicientes de peso fueron la alternativa del joven torero cordobés Manuel Román, así como la actuación de la máxima figura actual, Andrés Roca Rey. La gente responde, lo que ocurre es que una entrada tiene un valor muy elevado, y claro, cuando se toca la cartera en días feriados, si se comete un exceso, la economía doméstica se resiente de lleno.

El gran Joselito, el auténtico, el de Gelves, el de la dinastía de los “gallos”, tuvo una brillante idea. La creación de plazas de toros monumentales, de gran aforo. Su objetivo no era otro que en ellas entrara un mayor número de espectadores a precios más baratos. Los años han pasado. Los precios se han incrementado de forma notable. Eso, la diversidad de espectáculos de ocio y la falta de renovación de una tradición secular han hecho que mucha gente se aleje de la tauromaquia.
Y los empresarios, en lugar de hacerlo todo más accesible, han preferido aumentar el precio de las localidades para asegurar unos ingresos que puedan amortiguar perdidas. Ejemplo gráfico: el tendido 6 de nuestra plaza. Se ha vendido a un precio muy asequible. ¿Qué ha ocurrido? Todos los días ha tenido una magnifica entrada. Más de un siglo después, el gran José Gómez Ortega tenía razón. A precios accesibles y económicos, mayor número de espectadores. Y publicidad, mucha publicidad. Hoy no bastan los tradicionales carteles de engrudo.
Otra cosa es el producto básico del espectáculo taurino. El toro. Este está ausente desde hace mucho tiempo sobre el albero califal. Esta feria se han lidiado dos corridas impropias para una plaza de primera categoría, los dos encierros procedentes de los campos de Salamanca. ¿No hay ganaderías en Andalucía? Hay que tener en cuenta que el ruedo de Los Califas es de grandes proporciones, el toro se empequeñece en él. ¿Qué ocurre si se lidia un toro mal presentado? Pues que parece peor de lo que realmente es. No hace falta el toro mastodonte, Córdoba precisa un tipo de toro armónico, con trapío y con cara. Y que tenga, además de lo apuntado, contenido. No basta con anunciar ganaderías de relumbrón y renombre. Hay que buscar en esas ganaderías de postín lo mejor para Córdoba.
Toros con poca fuerza
El toro es el pilar básico de la fiesta, sobre el que gira todo. Por ello es porque hay que cuidar este aspecto en Córdoba. No puede ser que un par de utreros lidiados en la tarde del viernes tuvieran mucha más plaza que los toros lidiados las dos jornadas posteriores. Aparte de su poca presencia, tuvieron como denominador común la falta de raza. También carecieron de fuerza, apagándose poco a poco, hasta quedarse pegados al piso, sin ofrecer posibilidad de rotundidad a los espadas alternantes. En las frías estadísticas quedará que algunos -Perera, Ortega y Roca Rey- triunfaron descerrajando la puerta grande. La realidad no fue otra que todo resultó demasiado hueco y muy generosamente premiado.
Entre los matadores de toros, el más rotundo resultó ser, una vez más, Andrés Roca Rey, que en la tarde del domingo rayó a gran altura en su primero de Domingo Hernández. Lo pinchó emborronando un triunfo grande, que la presidencia, que ha bajado el listón de forma flagrante, pasó por alto y premió con una generosa segunda oreja que le permitió abrir la puerta grande.

Miguel Ángel Perera tiró de oficio y años de alternativa para, a base de mucho tesón, lograr hilvanar al soso toro de El Pilar, un trasteo de menos a más. Como mató de forma rápida, fue premiado con dos orejas, que visto lo visto, fueron dentro de la generosidad del palco las más justificadas, aunque resultaran baratas, muy baratas.
Y si baratas fueron las de Perera, las que cortó Juan Ortega a su primero el domingo fueron de saldo, de plaza de talanqueras. Si en la vuelta al ruedo la charanga en lugar de un pasodoble, hubiese interpretado la obra En un mercado persa de Ketèlbey, hubiera sido la banda sonora apropiada. Y es que aún no se explica nadie, incluso el propio Ortega se estará aun haciendo la pregunta, cómo por un trasteo deslavazado, incoherente en fondo y poco compacto se puede otorgar un doble trofeo. Cuando el segundo pañuelo asomó por la balconera del palco, el estupor fue entre los cabales mayúsculo. Se recordó la etapa del añorado Diego Márquez. Un presidente que mantenía el listón donde debe de estar en esta plaza por tradición e historia, más que por categoría administrativa.
De los demás destacar a un Manuel Román, que se doctoró como matador, y que cortó una oreja al de la ceremonia, llevándose los aceros, visto lo visto como estaba el mercado orejil, una más que probable puerta grande. También resaltar al sevillano Borja Jiménez, que tiene la hierba en la boca y estuvo con ganas, aunque la espada le privó de tocar pelo, como dirían los castizos. Emilio de Justo no tuvo toros a modo. Su toreo necesita otro tipo de embestidas. Con el llamado “medio toro” luce mucho menos.
En el apartado novilleril también triunfó el joven Javier Zulueta, que pone en práctica un toreo vistoso y estético, pero que tampoco tuvo la rotundidad suficiente para cortar dos orejas a un novillo, por una labor estética, pero de poco fondo. Al paisano Fuentes Bocanegra le pesó el debut. ¿Estuvo mal? No, pero sin lugar a dudas debió de estar mejor. El compromiso era vital para poder reclamar mejor trato entre las empresas.
Paradójicamente, el mejor toreo de la novillada, salvando comparaciones se puede afirmar que de todo el ciclo, lo realizó un novillero que acaba de poner el banco. Y es que Manuel Quintana deslumbró en su presentación. Quintana demostró tener unas cualidades únicas, que le pueden valer a poco de que la diosa Fortuna le sonría para ser un torero importante. Sus dos actuaciones fueron pletóricas. Lanceó como muchos, incluso con años de alternativa, soñarían hacerlo. Cadencia, gusto, mando, temple. Cierto es que está muy nuevo, que se lo hizo a un eral, pero la verdad es que apunta alto, muy alto. Con la pañosa, tiene gusto, mando y asimila el toreo cabal de forma rápida, lo que hace ver que tiene una cabeza muy bien amueblada. Paciencia y tiempo. De momento la Feria Taurina de 2025 será recordada por los cabales como la del advenimiento de Manuel Quintana.

Los años pesan sobre Los Califas
Por lo demás decir que a la plaza le hace falta un lavado de cara. Quienes se atrevieron a lucir colores claros, los vieron tornar color albero. Los accesos a la plaza están demasiados oscuros y se nota, cada vez más, que los años pesan sobre la monumental plaza de Los Califas. Las gitanillas que exornaban los palcos han desaparecido por completo. Los grandes paneles, que quitan muchas localidades baratas de grada, ya sobran.
Las puertas del coso se cerraron. Algunos se despidieron con un “hasta el año que viene”, conocedores que Los Califas no volverán a albergar toros hasta 2026. Ahora vendrán los grandes conciertos. Los astros no vestirán el chispeante, ni jugarán con la muerte. El drama será sustituido por la comedia banal. Alguien dirá que no tenemos toros porque no lo merecemos. Lo malo es que llevan en parte razón, como también la llevan los que no acuden hastiados de la mediocridad por la que atraviesa una plaza que cada vez parece más irrecuperable.
También te puede interesar
Lo último