Es muy grave lo que ocurre en Cataluña, es triste la ruptura social, el auge del independentismo, la crisis económica provocada por el ex Govern. Estas elecciones preocupan más que las anteriores a catalanes, españoles y europeos, porque una Cataluña fuertemente independentista puede desestabilizar países donde existen partidos tentados a mirarla como referente de futuro.

Sin embargo, hay aspectos positivos. El primero es que, ganen quienes ganen, al menos ha habido algo impensable: los defensores de la Constitución han dejado atrás sus complejos y se declaran españoles a cara descubierta. Todo un paso adelante. Por otra parte, PP, PSOE y Ciudadanos han aparcado sus profundas diferencias para sumar esfuerzos contra el independentismo. Han respaldado la aplicación del artículo 155, una decisión valiente que permitió desmantelar un Govern que llevaba a los catalanes directos al abismo y que es un toque para el Ejecutivo futuro en el caso de que volviera a ser secesionista: ni una broma con el cumplimiento de la ley y de la Constitución, porque el 155 volvería a ser aplicado de inmediato.

Los catalanes acudirán hoy a las urnas con datos muy claros sobre el alcance de las mentiras y engaños del independentismo, las consecuencias económicas y laborales, el rechazo internacional, y la fuga de empresas ante la inestabilidad política y la falta de garantías jurídicas. También, por qué no incluirlo en la lista de aspectos positivos, han conocido la dimensión de su último presidente: huyó cobardemente cuando le venían mal dadas, mientras sus principales colaboradores se quedaron en Cataluña sabiendo que la Justicia podía enviarlos a prisión.

El problema del independentismo catalán ha estado siempre ahí. Ha crecido con la ayuda de presidentes españoles que alimentaron la bicha al compadrear a cambio de apoyo parlamentario. La situación ha ido a peor, pero han salido a la luz aspectos positivos impensables hace sólo unos meses.