córdoba | hércules · frente a frente 1/2 tiros a puerta/fuera 1/0 2/0 faltas a favor/en contra 1/0 0 goles 0 90 minutos jugados 59

Una luz que brilla, otra que se apaga

  • Borja García volvió a ser determinante en un duelo en el que desarboló al debutante Pepe Sellés y en el que abusó de algún gesto técnico · Tote, perdido en la banda, tuvo que mirar más para atrás que para adelante

Cuando Borja García aún no tenía edad para hacer la Primera Comunión, Tote ya había debutado con el primer equipo del Real Madrid. Tenía apenas 20 años, los mismos con los que el hoy blanquiverde se descubría al mundo en las filas del Rayo Vallecano la temporada pasada. Nada hacía presagiar que sólo unos meses después se convertiría en uno de los jugadores más determinantes de la Liga Adelante. Incluso en días como el de ayer, en los que no tiene un papel protagonista, su influencia en el juego de este Córdoba es notable. Es un líder, un futbolista distinto. Un rol que siempre ha desempeñado el capitán alicantino, que en el ocaso de su prólija carrera empieza a desaparecer por los grilletes que un técnico como Mandiá se empeña en poner a un Hércules con sobrada calidad para jugar a otra cosa.

Madrileños ambos, iniciaron la batalla lo más alejados posible. La banda derecha del ataque estaba destinada a ser su hábitat. Pero su participación iba a resultar muy diferente. Borja sólo miraba para adelante, donde se encontró con el rival más débil. Las bajas en defensa obligaron al Hércules a tirar del canterano Pepe Sellés para cerrar el lateral izquierdo. Era su debut en la categoría, un día que difícilmente olvidará. Ya se encargaron de ello García y Fernández. La primera jugada del partido reflejó ya que por ahí había un agujero: el joven jugador paró en falta al madrileño. Le iba a tocar sufrir. El inicio del choque tumbó a los cordobesistas hacia ese costado, si bien el origen el primer gol estuvo en el lado contrario. ¿Maniobra de distracción? No necesariamente, sólo fruto del aluvión ofensivo local.

Ese dominio hizo que apenas se viera al frente ofensivo herculano. El balón apenas le duraba unos segundos en los pies a los visitantes, lo que empujaba a todos a mirar más hacia su portería que hacia la contraria. Tote, recuperado de la lesión que le ha hizo perderse toda la primera parte de la temporada -sufrió una triada a 12 partidos de la conclusión de la pasada Liga-, no podía estar cómodo. Ni de partida, tirado a la banda derecha; ni con el desarrollo del duelo. Su misión se reducía a ayudar a Arbilla, a perseguir a un Dubarbier que eligió el ataque como mejor manera de defender a un hombre de su calidad. Eso no impidió que en contadas ocasiones el veterano zurdo se metiera entre líneas, buscando una conexión que aliviara sus penas. Pero apenas si encontró apoyo en los suyos. Sólo sonrió algo al comienzo del segundo tiempo, al verse ante Alberto García tras un taconazo de Míchel, en la primera gran jugada colectiva alicantina. Pero la rapidez del meta volvió a dejarle con el rostro desencajado. La misma cara de disgusto que se le vio cuando fue relevado a la hora de juego. Se fue sin haber dejado siquiera una gota de su talento. Ya lo había derrochado durante la semana, con críticas al club por la polémica aún viva de la compra de partidos de hace dos campañas. Parece que ha llegado la hora de buscarle sustituto a un crack al que empujan hacia la puerta de salida.

Su sitio bien podría ser ocupado por Borja García. Tiene ramalazos de genio. Pero como tal hay veces en las que se pierde en situaciones que no le conducen a nada bueno. Por mucha superioridad que uno muestre sobre el enemigo, el respeto no se debe perder. Por eso sobran las rabonas, los taconcitos y los adornos en la cara del rival, al qu esos detalles no suelen sentarle nada bien. Aun así, eso no es suficiente para desmarecer a un futbolista con mayúsculas, que cada vez que aparece invita a pensar en que algo va a pasar. Ahí está el origen del golazo de López Silva. Porque si genial fue la definición del onubense, no menos espectacular fue el inicio del madrileño, con un control imposible pinchando la pelota, varios recortes y un centro puesto desde la línea de cal.

Esa fue su gran aportación al encuentro, más allá de sus continuas ayudas, de sus apariciones por fuera y por dentro. Porque por mucho que lo intentó, no fue capaz de perforar la meta de Falcón. Primero se topó con Sergio Alejandro y Sellés en un par de intentos. Luego fue él el que falló con todo a su favor, en el área pequeña, al enviar alto un envío perfecto de Dubarbier. Esta vez no hizo falta. Pero en su chistera hay más destellos para el futuro.

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