Córdoba-hércules

Lo que dicen es verdad (3-1)

  • El Córdoba despacha a un adversario directo tras una primorosa primera parte, sellada con un magistral gol de López Silva. Los héroes del ascenso a Primera del 62 lo ven desde el palco.

Si Cristiano Ronaldo se señaló el muslo en el Reyno de Navarra con la pretension de dejar claro a todo el mundo qué arma había usado para ajusticiar a Osasuna con un soberbio gol, el Córdoba podría haber realizado ayer una coreografía similar, aunque en este caso colectiva, dirigiendo su dedo a la cabeza para distinguir su músculo más eficiente. Y con López Garai en el centro de todos. Es un pilar ejemplar. 

 

Más allá de sus virtudes futbolísticas, este increíble equipo ha conseguido unas cotas sensacionales de control emocional. Ayer había un buen puñado de razones para haberse dejado llevar por la inquietud y sufrir el típico agarrotamiento de la presión. Llegaba el Hércules, amenazante por el lustre de su nómina de reputados futbolistas y metido en el embrollo de una crisis interna de ésas que, como bien se sabe, encuentran su bálsamo con un buen resultado. Que Dios ampare a los alicantinos esta semana, con tufo a olla podrida. El día anterior, el pujante Alcorcón de Anquela había confirmado su excepcional racha con un triunfo en Guadalajara que echaba al Córdoba de la zona de play off. Momentáneamente, claro. Porque cuando a los blanquiverdes les tocó cumplir su parte del trato, lo hicieron de modo contundente. Se han colocado cuartos tras hurgar en las heridas de un Hércules que, como casi todos los contrarios situados en la zona alta, parecen peores cuando se cruzan con los hombres de Jémez. Mandiá contempló resignado desde la banda cómo los suyos eran empequeñecidos en El Arcángel, de donde salieron con el partido -y el golaverage- perdido y la dolorosa certeza de ser, hoy día, peores que cuando el curso comenzó. Todo lo contrario que el Córdoba, que va disparado hacia donde hace 50 años estuvo por primera vez. Juanín, Navarro y Miralles sonrieron desde el palco. El aroma de las hazañas sobrevoló el estadio ribereño y el cordobesismo aspiró con fuerza, preparándose para las batallas que aún están por venir.

 

El anfitrión se impuso por fútbol, sí, pero también por exhibir una  mentalidad férrea. No era un partido cualquiera el de ayer, una de esas citas con veneno que pueden martillear la ilusión a poco que uno se despiste. El Córdoba no lo hizo. Y si en algún momento se dejó llevar por la autocomplacencia, tuvo las agallas para reconducir la situación. El ambiente festivo que se respiraba en El Arcángel resultó estimulante, aunque en algunas ocasiones provocó que algunas jugadas se enrevesaran cuando exigían una definición clara. Eso lo ocurrió, por ejemplo, a López Silva en un par de ocasiones, aunque al onubense hay que perdonárselo todo por su trascendencia ayer. Amargó al Hércules firmando una actuación memorable. 

 

El Hércules ya venía con una excusa preventiva: las ausencias obligaban a Mandía a componer una defensa circunstancial, en la que hizo debutar en la banda izquierda a Pepe Sellés, un talento emergente de 18 años que recibió en El Arcángel un cruel bautismo como profesional. Que le encomienden a uno tapar un flanco por el que se mueven Fernández y Borja es una tarea que haría temblar a algunos de los tipos más avezados de la división. A Sellés seguramente no quisieron asustarlo demasiado y el chico se encontró de sopetón con un problema irresoluble: por su lado se sucedieron episodios catastróficos para el Hércules. El canterano cordobés, que atraviesa una fase extraordinaria de fuerza y confianza, se explayó a sus anchas. A los ocho minutos ya le enseñó la matrícula al herculino para enviar un balón al corazón del área al que no llegó Airam, que se arrastró por el césped tensando la pierna sin llegar a conectar. 

 

Lo de Borja fue, simplemente, lo de siempre. Otro despliegue más de clase superior, muy por encima de la media en una división que se le queda corta. El madrileño intervino en la acción que rompió el equilibrio en el marcador, una situación de igualdad que resultaba chirriante por el evidente dominio que los de Paco Jémez ejercían sobre el césped. Eran las bandas, el centro y todas las esquinas del rectángulo. Una incursión de López Silva siguió con un pase a la banda a Dubarbier, que llegó hasta el fondo para colocarla dentro del área. Allí Borja la tocó hacia atrás para que Airam Cabrera, con furia, conectara un disparo que se coló ante una maraña de defensores que estorbaron a Falcón. 

 

Al Hércules no se le veía el pelo en ataque. Un disparo raso de Diego Rivas fue su primer chispazo. El veterano medio fue de lo mejor de un Hércules medroso, inútil ante el fútbol presionante del Córdoba. Gilvan Gomes se desesperaba esperando arriba y Tote, otro de sus referentes, salió de los nervios desde el vestuario. Nada les funcionó. Sólo les quedó la opción de esperar algún borrón blanquiverde, que se produjo en un saque de esquina cerrado de Carlos Calvo que tocó Abel Aguilar para que Dubarbier, sobre la línea, despejara con el tacón en una forzada postura. Y en ésas apareció López Silva. La recibió de Borja, miró a Falcón y le vio unos pasos adelantado. Para qué quiso más. Una rosquita perfecta terminó con el balón describiendo una trayectoria que todos siguieron con la vista fija y el corazón palpitanto a cien. Gol. 2-0 y descanso. El Córdoba tenía el partido en la mano y sólo él podía perderlo. 

 

Por pura lógica, y fruto de su necesidad, se esperaba una salida briosa del Hércules después del intermedio. No se sabe qué les dijo Mandiá en la caseta, pero sí se puede intuir lo que ordenó Paco Jémez en la suya. Sin clemencia. Airam Cabrera no pudo cabecear en condiciones un centro de Borja cuando iba en carrera. Charles también se dejó ver. A los alicantinos se les terminaban los argumentos ante un Córdoba enseñoreado, luciéndose en algunas acciones ante la halagadora banda sonora que se escuchaba desde el atestado graderío. Los cánticos y olés arreciaban cuando Gilvan Gomes finalizó con aplomo una dejada de Míchel y puso el 2-1. Nadie tembló en ese momento. 

 

El Córdoba quería ganar cuatro puntos -los tres y el del coeficiente, pues en el Rico Pérez  cayo por 1-0- y lo logró con un tanto de David Prieto, que resolvió una serie de rechaces dentro del área pequeña de Falcón. Al Córdoba le sale todo bien. Y no es cuestión de casualidad.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios