Córdoba-almería · la crónica

El invierno se recrudece (1-2)

  • La desaparición del CCF tras el descanso se traduce en una derrota durísima ante un rival directo. La actitud e intensidad de la primera parte chocaron con la habitual falta de tino.

Abríguense bien que vienen malos tiempos, que los sofocones de principio de año producto de los triunfos han pasado a mejor vida. Lamentablemente. Ahora toca resguardarse y esperar que el frío pase porque el invierno se ha recrudecido de mala manera justo cuando se avecinan dos nuevos temporales que no invitan al optimismo. Y en ese cambio, como no puede ser de otra forma, tiene mucho que ver el propio Córdoba. Un equipo capaz de comerse literalmente al Almería durante el primer tiempo con los ingredientes que no pueden faltar en la mesa de Miroslav Djukic: actitud e intensidad. Eso le bastó para acumular un puñado de ocasiones y poner el marcador a favor, pero la falta de puntería dejó abierto un encuentro que la incomprensible desaparición del cuadro local tras el intermedio se encargó de poner en bandeja de plata a su enemigo. Y ahí viene lo peor, pues los albirrojos son un rival directo que se limitó a hacer diana en sus dos llegadas claras, aprovechando los errores defensivos de un equipo que se dejó olvidada en el vestuario la mochila con el honor y la dignidad, que pareció otro en todo momento y no fue capaz siquiera de reaccionar al verse por debajo. Ni con los cambios ni con el empuje, tibio, de la grada. Fue un palo, durísimo, del que no queda otra que reponerse lo antes posible. 

Porque lo peor no es lo meramente numérico, que se resume en una serie de tres derrotas consecutivas y una serie de un punto de los últimos doce que vuelve a meter de lleno al CCF en el sótano de la clasificación, si bien la frontera con la permanencia se sitúa, a la espera de lo que pase hoy en el Elche-Rayo, en un punto. Ni siquiera quizás que la tabla empieza a fragmentarse por un vagón de cola en el que tiene un sitio perenne el cuadro blanquiverde. Lo más preocupante es la sensación que dejó el equipo ante un rival directo, una sensación que hiela el corazón y te empuja a pensar sólo en negativo. Pero quizás sea eso, precisamente, lo que deja en entreabierto la puerta de la esperanza, pues ya ha quedado demostrado que si alguien es capaz de luchar ante la adversidad y levantarse cuando lo dan por muerto, ése es precisamente este equipo. Más ahora que han puesto en manos de Djukic mimbres de sobra para poder mantenerse en pie. 

El partido, como el ambiente, arrancó frío. No era lo normal, pues en juego había mucho. No sólo los habituales tres puntos, sino un saco de autoestima por estar enfrente un rival directísimo. Rossi, que se mantuvo en el once junto a Deivid, empezó a dejar ver que ambos ya sienten la presión de los recién llegados Krhin y Zuculini, y fueron los primeros en tratar de meter una marcha más alta al juego. Pero las imprecisiones se acumulaban en todas las zonas del campo. Crespo pifió un despeje que casi le cae a Édgar y una nueva pérdida en la creación originó una contra vertiginosa de Thievy con Wellington que acabó de desmenuzar el planteamiento. El CCF estaba en la obligación, por aquello de actuar en casa, de llevar la manija y al Almería eso le preocupaba bien poquito porque podía hacer daño a la contra. Pero tuvo pocas más. Porque los blanquiverdes saben que para ganar a cualquiera tienen que morder, apretar, correr... Y así los espacios quedaron reducidos durante un primer tiempo notable. No en cuanto a juego colectivo, pero es cierto que con los cuatro hombres que tiene arriba, la anarquía se impone. 

Sin embargo, de vez en cuando es bueno asociarse. Edimar y Ghilas lo entienden de vez en cuando y con una caída a ese perfil de Cartabia fabricaron una jugada que terminó en la falta que el argentino clavó en la escuadra. Otra vez por delante a las primeras de cambio. Ahora había que ver si se había aprendido de errores anteriores -Eibar y Real Madrid- para que la gestión fuera buena. Al final se vería que la película se repitió. Porque la puntería no acompañó, como otras tardes, con Florin como gran damnificado. El rumano estrelló en el larguero un cabezazo y luego se topó con Julián con otro testarazo tras una nueva acción a pelota parada. No se quedaron atrás otras dos oportunidades en boca de gol con idéntico desenlace: pase de la muerte de Ghilas que Andone no logra rematar y Dubarbier despeja ante la llegada de Gunino y pase interior de Bebé que el ariete no conecta bien con todo a favor en el área pequeña. Con esas cuatro llegadas, más otra acción individual de Fede Cartabia y un par de cabalgadas de Ghilas que no terminaron en remate por el buen hacer de la zaga, queda claro que el Córdoba había hecho más que suficiente para que la renta fuera mayor. Pero no lo era. 

Y esa diferencia quizás fue la que no acabaron de entender los jugadores a su paso por la caseta. De otra manera no se entiende el cambio tan radical de actitud y compromiso. Y eso que el primer cuarto de hora del segundo acto, aún con esos síntomas de peligrosa relajación -Soriano anotó un gol luego anulado en una acción que dejó en evidencia la falta de concentración de la zaga-, el partido siguió bajo un control aparente. Incluso Ghilas y Florin tuvieron el segundo con sendos remates cruzados que encontraron respuesta en Julián. Pero ya se veía que, sin llegar a originar un peligro real, el Almería estaba más suelto, más cómodo, ganaba los balones divididos, jugaba en campo contrario... Síntomas que terminaron de hacerse realidad con el empate, en el que la falta de empuje permitió el pase y el golazo del lateral. Un Míchel que festejó el gol como algo extraordinario y que cinco minutos después aprovechó una cantada de Juan Carlos -más otros desajustes menores- para culminar la remontada. Sin hacer nada, el Almería ya ganaba. 

Djukic, que tras el empate ya había refrescado la medular con Zuculini, buscó algo nuevo cambiando la línea de desestabilización al completo con Heldon. Con ese aire nuevo, el Córdoba trató de recuperar lo perdido durante los minutos iniciales, pero ya era tarde. La inercia era otra y el Almería supo jugar ese otro fútbol y con el desconcierto arbitral para no ver comprometida aún más su situación. El arreón final local no se tradujo en ocasiones, sólo en una lluvia de centros sobre el área albirroja que no llegaron siquiera a inquietar a Julián, que sólo tuvo que intervenir a un disparo lejano de Cartabia y para anticiparse a Ghilas en un centro de Bebé. Lo demás, con las prisas como compañeras de viaje, fueron sólo fuegos artificiales dentro de un espectáculo con dos caras que deja como recuerdo la mala, la de perdedor. Queda mucho y nadie dijo que fuera fácil, pero hay que empezar a calentarse para que el invierno no hiele las esperanzas de un mundo mejor.

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