Athletic - Córdoba · la crónica

Qué bien sabe la primera vez (0-1)

  • El CCF, sobresaliente a nivel defensivo y notable en el esfuerzo, estrena su casillero de victorias en La Catedral y deja de ser colista. Ghilas hizo buena la primera llegada blanquiverde.

La primera vez, para todo, deja una huella imborrable. Aunque quede algún regusto amargo, ya que es difícil que todo salga perfecto ante lo desconocido, esa sensación de descubrir algo nuevo, la hace placentera a más no poder. Es una frontera que, a lo largo de la vida, todo ser humano está obligado a romper de manera constante. Porque, de lo contrario, nada tendría sentido si se convierte en una repetición. Hay que romper con la monotonía, y sobre todo cuando lo que va y viene sin remisión, como si de un yo-yo que sube y baja se tratara, no termina de hacerte feliz, no es lo que buscas y quieres para ti. Hay que cambiar la tendencia y caminar hacia un paraíso que el CCF no encontró hasta ayer en forma de victoria. Ya era hora de que llegara la primera del curso, catorce semanas después de que el telón se izara allá en el mes de agosto; hoy, aquellas calores estivales ya han dado paso a las lluvias propias del más crudo otoño y el frío del invierno que está por venir. Pero la sensación es igual de placentera. Sobre todo porque esa primera vez llegó en un escenario increíble, de los mejores en los que se pueda dejar esa muesca que inaugura el camino. Vamos, en el templo del fútbol, donde los aficionados aplauden por igual a los suyos y a los enemigos, donde los colores de las camisetas son sólo señas de identidad. El Córdoba encontró las suyas donde tantas y tantas veces había indicado Djukic que estaban: en la defensa. Y con un encuentro soberbio en esa faceta y con un sobresaliente esfuerzo colectivo, los blanquiverdes quebraron la racha del Athletic haciendo bueno el gol de Ghilas en una de sus dos llegadas claras. Eso fue suficiente para que, al menos durante la próxima semana, el farolillo rojo no alumbre los pies de la Mezquita. 

Cuando más oscuro parecía el horizonte, cuando pocos daban un duro por un equipo que había tocado fondo durante la última semana con la doble cita de Liga y Copa, el CCF volvió a sacar ese espíritu que lo hace único. Lo hizo en Las Palmas y anteriormente en Gijón para cambiar una temporada que se iba al garete sin remisión; ayer se repitió la historia ante un rival que llegaba en su mejor momento de la temporada, acumulando seis semanas sin conocer la derrota que le habían permitido mirar de nuevo a Europa. Lo hizo sin quizás su mejor hombre, Fede Cartabia, lo que ayudó a que el equipo sacara otras armas que hasta la fecha apenas si había mostrado a retazos. Con la consigna tremendamente clara, sabiendo sufrir hasta lo indecible, pero vaciándose sobre el verde, que es lo único que se le puede pedir sin remisión a una plantilla que, al margen de lo que digan desde arriba, está a la cola entre las de la categoría reina, el éxito apareció tras 94 heroícos minutos. 

Desde el primer momento quedó claro que iba a ser una conquista a fuego lento, que esa primera vez no iba a aparecer de la nada. Había que currárselo un poco, con el mono de faena, bajando al barro. Y el Córdoba aceptó su rol sin rechistar lo más mínimo. Es más, seguramente ya había leído el papel que le correspondía en la previa. La predisposición inicial de los contendientes ya dibujó un partido que se iba a jugar en el mayor tiempo en el medio campo cordobesista. El Athletic, a pesar del trivotazo dispuesto por Djukic, no tardó en acumular posesión, si bien se encontró con un muro difícil de romper. Los locales lo intentaban por un lado y por otro, pero el balón apenas aparecía cerca de un blindado Juan Carlos. El CCF, por su parte, estaba más preocupado de no regalar nada como en anteriores citas, si bien trataba de hacer daño también cuando tenía el balón. Lo hacía esta vez más alejado de su puerta, utilizando poco ese recurso del libre; más apoyándose en Borja García, que contemporizó a las mil maravillas. Pero también pisó área, que es lo que se le debe exigir a alguien que actúa en esa penúltima línea. De hecho, sólo el pie de Laporte evitó que pudiera empalar un buen servicio de Ghilas, que ya había ganado la línea de fondo. 

Porque a pesar del dominio y del aparente control de la situación, el Athletic estaba incómodo. La resistencia cordobesista le creó más problemas de la cuenta y, sin Aduriz para resolver la papeleta, todo se hace más complicado. Sobre todo porque el equipo de Valverde no construye como hace un año, le cuesta mucho más sin Ander Herrera porque Mikel Rico aporta otra cosa, pero no elaboración. Precisamente, una pérdida absurda del medio originó el único gol del partido, que se lo guisó y se lo comió Ghilas demostrando que es un delanterazo como la copa de un pino. Viendo que el plan trazado no estaba saliendo, Iraola y Susaeta no tardaron en saltar a calentar, aunque no ingresaron en el terreno de juego hasta la segunda mitad. Antes, el CCF tuvo otro robo que casi vuelve a dar en la diana, aunque donde verdaderamente estaba centrado, más si cabe que antes tras ponerse arriba en el marcador, era en tareas defensivas. Con Íñígo y Pantic imperiales, bien auxiliados por un doble pivote eminentemente destructivo y los laterales sufriendo algo menos que otras veces, la producción ofensiva del Athletic quedó reducida a un disparo muy alto de Iturraspe y un arreón final, antes del intermedio, con más ruido que efectividad en el que Williams pidió un penalti (no era) de Pantic y Beñat se dejó ver con un tiro muy manso desde 30 metros. 

El Córdoba había firmado un primer tiempo notable, pero había que comprobar ahora cómo lograba aguantar la salida en tromba de un Athletic que no se encontraba. Quedaba por ver si como pasara ya en Getafe o en Elche, a los blanquiverdes volvería a entrarle ese miedo a ganar que tanto maniata y tanto daño hace. Aparecieron los nervios cuando nada más salir De Marcos casi encuentra portería tras una prolongación de cabeza de Viguera. Con Susaeta e Iraola la banda izquierda pasó a ser una autovía de una sola dirección, lo que obligó a vaciarse primero a Borja y luego a Fidel, que volvió a su posición habitual tras muchos minutos a banda cambiada. Tocaba sufrir. Pantic se jugó el tipo para evitar que un De Marcos nuevamente encontrara portería al recoger un envío en el área y el propio todocampista rojiblanco volvió a intentarlo con un testarazo muy blando a las manos del meta visitante. El primer arreón ya estaba superado. Pero el Athletic siguió apretando, moviendo el banquillo en busca de más recursos que hicieran ponerse nervioso a un Córdoba imponente atrás, pero que cada vez, víctima del cansancio, conseguía aguantar menos la pelota. 

Esa circunstancia invitaba a un tramo final de encuentro intensísimo, en el que no estaba permitido el mínimo fallo. Djukic jugó sus cartas y reforzó el costado izquierdo con Crespo por delante de Pinillos y la medular con Ekeng. Le salió bien la jugada. No sólo porque minimizó los ataques del Athletic, sino porque la fuerza del camerunés le dio más aire arriba, provocando parones que venían de lujo tal y como se estaba poniendo la cosa. El partido estaba volcado hacia el portal de Juan Carlos y ese provocó una contra que dejó a Campabadal solo ante Iraizoz y sin nadie que le presionara; no hizo falta porque el catalán se puso tan nervioso que disparó a las nubes. Sin esa sentencia, el sufrimiento llegó a ser extremo. Mas por los recuerdos del pasado que aparecen sin remisión o por ver tan cerca de tu portería el balón, que porque el conjunto rojiblanco estuviera llegando con verdadero peligro. De hecho, la más clara fue un remate de Laporte que acarició el poste tras tocar en Ekeng. El carrusel de acciones de estrategia no causaron más daño porque el CCF se empleó como nunca atrás para firmar un triunfo de mucho mérito que debe servir para despejar el futuro. De momento, la primera ha sabido de maravilla; a ver si la segunda llega pronto para que no se pierda el buen sabor de boca...

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