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Cómo dejar atrás la mochila del miedo (1-2)

  • Agarrado a la seguridad de Pawel, con efectividad ofensiva y el descaro de las caras nuevas, el Córdoba recupera el pulso con una victoria que lo aleja del peligro.

  • Los blanquiverdes no ganaban desde el 24 de septiembre.

Da igual el cómo. Tenía que ganar y ganó, y así dejó atrás una serie de nueve jornadas sin conocer la dulce sensación del triunfo. El nuevo Córdoba de Carrión se impuso en el feudo de la revelación del campeonato exprimiendo parte de lo bueno que ya tenía y dejando detalles del sello que quiere imprimir el catalán. Porque una vez más, el equipo tuvo problemas para mantener la contundencia defensiva, concediendo hasta cinco ocasiones claras que casi siempre encontraron la respuesta de un sobresaliente Pawel; eso se vio compensado de sobra por la recuperación de la efectividad en ataque. Hasta ahí los destellos del mejor pasado, que habían caído en el olvido por la acentuación de una crisis a la que el relevo en el banquillo ha dado la vuelta como un calcetín. Por ahora hasta sorprender ver cómo el CCF ha perdido el miedo a hacer cosas, ya sea tocar en campo propio, combinar ante la presión del enemigo o disparar desde fuera.

El balonazo ha quedado como un recurso y el plantel se siente tan liberado que disfruta hasta cuando le toca correr como un poseso detrás del balón. Quizás sea fruto de la entrada de hombres hambrientos de hacerse un hueco en esto del fútbol, quizás un simple cambio de mentalidad, quizás un poco de todo que a buen seguro con el refuerzo de los puntos y esa huida de la zona baja crece en el futuro.

Bajo la atenta mirada de Carlos González y Emilio Vega, que no quisieron perderse el reestreno de Carrión en el banquillo, el Córdoba empezó a lo grande. Tras una combinación larga que ya ofrecía un detalle de las pretensiones del técnico, Juli puso el 0-1 camino del minuto 2. Como tantas veces había demandado Oltra, el equipo por fin conseguía estar por delante. Ahora quedaba ver cómo respondía ante la exigencia del Reus, potente como local, sin complejos ante rivales teóricamente superiores a los que supera en la tabla.

Rodri celebra el tanto de la sentencia. Rodri celebra el tanto de la sentencia.

Rodri celebra el tanto de la sentencia. / LOF

Con dibujos calcados, el partido se apretó en el medio, con mucho balón dividido, con jugadores en el suelo fruto de contactos que el colegiado casi nunca entendió punibles. Un duelo de los de antes, vigoroso, que no hizo al CCF perder la cara. Porque en el libreto de Carrión está amasar posesión, pero también presionar, morder al enemigo, anticipar... Todo eso lo hizo bien el cuadro cordobesista en la primera media hora, lo que impidió que el dominio y el control de la situación que poco a poco fue teniendo el Reus se tradujera en ocasiones claras. Tocaba apretarse los machos en defensa -no sólo la última línea de resistencia- y esperar alguna transición rápida o salida por los costados para volver a intimidar. Lo probó Rodri tras bajar un balón directo de Edu Ramos con una volea que dibujó la estirada de Badia y lo intentó Javi Galán, la gran novedad en el once, tras una conducción a la que le faltó la guinda de una buena finalización.

Sin embargo, fue el Reus el que poco a poco consiguió traducir esa sensación de dominio en aproximaciones de peligro real. La movilidad de sus hombres de arriba exigía a la zaga e impedía cualquier descuido. Pero eso no siempre se logra, aunque entonces se erigió cuantas veces hizo falta la figura de Pawel. El meta polaco resolvió un disparo a quemarropa de David Haro, que había burlado la marca de Bijimine; acto seguido volvió a tener una actuación providencial ante otra internada del volante rojinegro y, sobre todo, ante un cabezazo picado del nigeriano. Porque los locales llegaban y llegaban con una fórmula aparentemente sencilla: balón a la banda para aprovechar los desdoblamientos de los laterales y acumulación de gente en el área, estando y llegando. Exigencia y concentración máximas para una zaga que supo sostenerse antes del intermedio para hacer valer el tempranero tanto de Juli.

El partido requería algo más ante el previsible paso adelante reusense. La inercia que había cogido el encuentro auguraba una buena dosis de sufrimiento. Y asi fue casi de salida, pues el Reus apretó con la intención de seguir jugando en campo contrario, lo que era un caramelo para explotar las contras. Había que acertar ahí, si bien Rodri no lo hizo pese a tener dos compañeros en la transición ante sólo dos zagueros. Fue una de las pocas veces que el Córdoba consiguió escapar con celeridad, huir del sometimiento posesivo, aunque sin mordiente arriba de su oponente.

Quizás por eso, Carrión quiso reforzar la medular con la entrada de Esteve, otro que venía haciendo méritos en el segundo equipo. La papeleta era de aúpa, pero el joven mediocampista ofreció lo que sabe y pasó de complicaciones. El movimiento era interesante, pero el conjunto local no frenó en su acoso. David Haro volvió a dar trabajo a Pawel con un tiro seco al palo corto tras el saque rápido de una falta que pilló al equipo dormido. El Reus apretaba, acumulaba llegadas con escasos remates, pero fue el Córdoba el que golpeó de verdad tras una genialidad de Javi Galán a la que Rodri puso la mejor rúbrica. 0-2 con media hora por jugar. El escenario perfecto para volver a empezar a sonreír.

El tanto dejó seriamente tocado al cuadro rojinegro y dio alas a los blanquiverdes, cada vez más cómodos. Natxo González buscó la reacción con un par de cambios, sin arriesgar, hombre por hombre. Esa fórmula tardó en cuajar ante el desgaste defensivo visitante, aunque al paso por el último cuarto de hora se acentuó. Pero ahí irrumpió de nuevo con fuerza Pawel para atajar un cabezazo de Babic, que a falta de siete minutos por fin halló el gol tras un desajuste defensivo a la salida de un córner. Era el momento de tener serenidad, de ahuyentar fantasmas del pasado y de confiar en que todo lo bien hecho hasta ese momento no podía irse al traste. Y así fue en parte porque el polaco volvió a vestirse de héroe para sacar otro cabezazo de Folch. Fue la última del Reus, el último respirar hondo de un Córdoba que vuelve a ver la luz al final del túnel.

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