No será una revolución -porque tampoco dispone de tantos jugadores para hacerla- pero Carrión ya ha impuesto su sello al Córdoba. Y el equipo, lejos del ideal del técnico catalán, respondió ayer con un buen partido en líneas generales, en el que destacó por la intensidad en la presión y la concentración con la que saltó al campo, señas que se habían perdido en las últimas salidas ligueras. Además, el balón circuló con mayor fluidez y los costados fueron la primera opción a la hora de atacar al Reus.

Carrión volvió a dibujar un 4-1-4-1 que parece su esquema base para el primer equipo, con la misma defensa que presentó en Copa y con protagonismo para el hasta ahora defenestrado Borja Domínguez en la creación.

Con el tempranero gol de Juli, al conjunto blanquiverde le bastó con mantener la tensión defensiva y combinar con paciencia cuando tuvo el balón mantener el resultado. Esa paciencia con la pelota dio frutos en el segundo tanto cordobesista, tras una buena jugada colectiva.

En el debe del equipo, quizás faltó algo de contundencia para atajar el juego por bandas del rival y la relajación llegó demasiado pronto, por lo que al final hubo que sufrir. Queda mucho por mejorar pero de momento la reacción del equipo se deja ver.