De libros

La fiesta se acabó

  • El escritor romano Niccolò Ammaniti retrata los excesos de la Italia de Berlusconi en 'Que empiece la fiesta'.

Que empiece la fiesta. Niccoló Ammaniti. Tad. Juan manuel Salmerón. Anagrama, Barcelona, 2011. 336 páginas. 19,50 euros.

Un rico constructor italiano compra un parque de Roma en el que pretende celebrar una fiesta que pase a la historia. ¿Les suena de algo? En ella participan futbolistas internacionales, cirujanos estéticos millonarios, actrices, cantantes y, sobre todo, las modelos más cotizadas del momento. ¿A que les sigue sonando? Para darle a la bacanal el carácter de uno de los mayores acontecimientos de la historia de Italia se organiza una cacería en la que los invitados, montados en elefantes, tienen que abatir un zorro, un tigre y un león. ¿Se imaginan ya a Silvio Berlusconi escopeta en mano buscando algún felino que cazar en compañía de una bella joven por uno de los mayores parques de la capital del país que dirigía hasta hace una semana?

Como Italia, aquello no tenía pinta de acabar bien. Que empiece la fiesta es un disparate de novela, una comedia exagerada y grotesca cuyo autor, Niccolò Ammaniti, quiere reflejar el dislate en el que se ha convertido su país a finales de la primera década del siglo XXI. Y además lo hace de manera muy divertida, combinando el humor negro y la ironía con unos cañonazos de realidad que hacen al lector plantearse una y otra vez cómo ha podido llegar ese país y, sobre todo, ese primer ministro, a la situación actual de desgobierno.

La marcha de Berlusconi no le quita actualidad al libro. Más bien al contrario, le otorga casi el estatus de novela documental para retratar con humor un periodo de la historia de Italia que parece, sólo parece, haber llegado a su fin. La Italia de Berlusconi, esa que él mismo definió como "un país de mierda", fue tan grotesca que en sus últimos años superó con creces a una ficción tan desmesurada como la que contiene Que empiece la fiesta.

Así lo admitió el propio autor de la novela cuando la presentó en España. "Es más fácil hacer una sátira en Suecia, donde todo funciona bien, que en Italia, donde cuando uno ve a los políticos y a sus imitadores se da cuenta de que el personaje real es más divertido que el que lo imita". No le falta razón, si bien habría que entender aquí divertido como sinónimo de ridículo. Berlusconi puede resultar divertido, sí, pero sólo a los ojos de un extranjero que de vez en cuando se tope con una noticia del ex primer ministro en las páginas de Internacional de algún diario. A la mayoría de los italianos no debe hacerles ninguna gracia el personaje. Para ellos, Berlusconi debe de ser tan gracioso como Lopera lo es para los béticos.

Y lleva razón Ammaniti cuando dice que el personaje real supera al de ficción. Es más, posiblemente el constructor Sasà Chiatti, el magnate de la novela, no le llegue a su equivalente real ni a la suela del zapato en cuanto a excentricidades y disparates. De hecho, en la fiesta que se relata en el libro no hay chicas menores de edad dispuestas a satisfacer los deseos del constructor, ni éste tampoco se hace fotografías con mujeres desnudas, ni ninguna Ruby Robacorazones se pasea descocada por Villa Ada, el parque en el que se celebra la bacanal. Y eso que de Berlusconi sólo conocemos lo que trasciende a la opinión pública.

Eso sí, Chiatti, el de la ficción, tiene tanto o más ego que Berlusconi y por eso cierra uno de los mayores parques de Roma para su cacería privada. Ammaniti es romano y sitúa la acción de la novela en la capital italiana, no en la Milán de Berlusconi. En la fiesta no hay jugadores del Milán, ese club al que convirtió en el más poderoso de Europa, pero sí los hay de la Roma. Y quizás el colocar la escena en la ciudad eterna haga más amarga la reflexión que plantea la novela: ¿cómo un tipo como éste pudo llevar a la ruina a la capital del mayor imperio conocido en la antigüedad?

A la bacanal que preside la parte central de la obra se llega a través de dos personajes. Uno es un escritor llamado Fabrizio Ciba, posible alter ego de Ammaniti. Está obsesionado con el éxito y hace lo que sea para mantenerse siempre en el papel cuché. Triunfa en la literatura y con las mujeres, pero se da cuenta de que vive una vida de mentira. Para él estar en la fiesta es ser alguien, es ser reconocido socialmente.

El otro personaje es Saverio Moneta, alias Mantos, líder de una secta satánica llamada las Bestias de Abadón compuesta por otros tres miembros, a cuál más entrañable. Mantos es un absoluto perdedor, vive sometido por su mujer y pasa sus días planeando algún acto satánico que pase a la historia mientras trabaja en el negocio de su suegro y se gasta su sueldo en una réplica de la espada de Roldán, la Durandarte. La fiesta de Villa Ada se le presenta como una oportunidad para hacer algo que todos recuerden y tratará de aprovechar la ocasión que le depara el destino.

Que empiece la fiesta se publicó en Italia en 2009 y llegó a España el pasado verano de la mano de la editorial Anagrama. El mismo sello acaba de rescatar el libro en el que Ammaniti recrea su infancia, que lleva por título No tengo miedo y fue publicado hace diez años en Italia, donde ha vendido casi millón y medio de ejemplares.

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