Orquesta de Córdoba | Crítica

El teremín de Carolina Eyck

Carolina Eyck, en el cuarto concierto de la Orquesta de Córdoba.

Carolina Eyck, en el cuarto concierto de la Orquesta de Córdoba. / IMAE Gran Teatro

En un estupendo español, la solista de teremín Carolina Eyck preguntó cuántos de quienes llenábamos el Gran Teatro en el cuarto concierto de abono de la Orquesta nos habíamos encontrado antes con su instrumento. Aunque pocos levantaron la mano, lo cierto es que el sonido de este genial invento del físico, músico y espía ruso León Teremin pudiera estar inconscientemente en la mente de todos: se ha usado mucho en bandas sonoras de películas muy conocidas, en canciones… y hasta Sheldon Cooper, el peculiar personaje de Big Bang Theory, lo toca.

Casi todas esas apariciones relacionan el instrumento con lo fantasmagórico, lo extraterrestre o lo terrorífico. O con todo eso a la vez. El mérito de Carolina Eyck es que ha logrado ampliar el abanico de evocaciones de que es capaz el teremín acercándolo a matices expresivos que no nos esperábamos de la naturaleza del instrumento y que nos resultaron fascinantes.

Recordemos que el teremín es un electrófono, en origen construido con válvulas de vacío y ahora con transistores, que consta de dos antenas exteriores. Sin llegar a tocarlas, acercando y alejando la mano de cada una de ellas, el ejecutante controla la altura del sonido (a través de la antena derecha, recta y vertical) y el volumen (antena horizontal en forma de bucle). Como explicó Eyck, hay un interesante juego en la modulación de los sonidos dependiendo de la parte de la mano (o incluso del brazo) que se utiliza en la interacción con la antena derecha; de ahí, el característico juego de dedos que la solista exhibía; y también, en buena medida, la personalidad sonora que ha sabido fraguarse en los 28 años que lleva tocando el instrumento.

Otra buena parte de esa expresividad está en la técnica de mano izquierda (la que controla el volumen) con la que Carolina Eyck es capaz de simular algo difícil de escuchar en el teremín: la sensación de formas variadas de separación entre los sonidos: lo que en música se llama articulación. En sus manos, el ulular de fantasma desquiciado que a veces se asocia al instrumento es sólo un recurso más.

Consciente de la sorprendente gama de recursos que cimentan el mundo sonoro de la solista berlinesa (y que, se me olvidaba, también incluyen su voz), el compositor finés Kalevo Aho (1949) compuso para ella en 2011 un concierto con orquesta de cámara titulado Ocho estaciones. Aunque en la obra pudieran echarse en falta más momentos de tensión, la pieza cautiva por sus texturas, su lirismo y, muy especialmente, por las incontables sugerencias tímbricas que se proponen en cada una de sus secciones dedicadas a las ocho estaciones (otoño temprano, otoño, invierno temprano, invierno…) en que el pueblo sami de Laponia divide el año. Fue un deleite escuchar al teremín fundirse con el contrabajo, subir por encima de los violines y las maderas, jugar a las descripciones con la percusión… Largos aplausos para la solista, quien, en su bis, pidió la complicidad del público (cantando una nota pedal) para interpretar una melodía llena de sabor oriental.

La orquesta estuvo magnífica acompañando a Carolina Eyck y también me pareció estupenda la dirección del director uruguayo Nicolás Pasquet, quien ya me había causado una buenísima impresión en la obertura de Felix Mendelssohn (1809-1847) que abrió la velada.

Algo más desigual percibí la interpretación de esa fiesta del ritmo que es la Séptima Sinfonía de Ludwig van Beethoven (1770-1827). Orquesta y director ofrecieron, no obstante, un vibrante Presto y, sobre todo, un arrollador e inspiradísimo Allegro con brio, que hicieron olvidar las acaso faltas de claridad y fuerza de los dos primeros movimientos.

En resumen, otro estupendo concierto de la Orquesta en esta etapa de crecimiento artístico y crisis. Y otro acierto el de Daniel Broncano programando a Carolina Eyck. Ayer supimos que el gerente de la Orquesta se marcha en breve. Dos personas valiosas y fundamentales en la vida reciente de la Orquesta (el director Domínguez-Nieto y el gerente Broncano) las que, por motivos totalmente diferentes y sin relación, dejan la formación cordobesa. Esperemos que esto no se convierta en una sinfonía de los adioses.

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