El sobrino de Almanzor ascendiente de Jorge Manrique

Cordobeses en la historia

Mudarra González nació en los tiempos de esplendor de la medina de Zahira, creció en el harén de Almanzor y se autoexilió al Reino de Castilla para vengar la traición y la muerte de los Lara

El sobrino de Almanzor ascendiente de Jorge Manrique
El sobrino de Almanzor ascendiente de Jorge Manrique

NO se sabe con certeza la fecha del nacimiento de Mudarra González, personaje real para los castellanos y legendario para los andaluces, que pudo nacer en Córdoba cuando Almanzor gobernaba plenamente el trono de Hixem II, a partir de 974 en que se estima la matanza de sus hermanastros, los Siete Infantes de Lara.

La llegada del padre, Gonzalo Gustios, es recogida por vez primera en la Crónica General de Alfonso X El Sabio en el último tercio del siglo XIII, nutrida posiblemente por la memoria oral. A partir de entonces, su nombre y el de los Infantes de Lara, ha inspirado a múltiples poetas y escritores siglo tras siglo; entre ellos al Duque de Rivas (El moro expósito). Pero será la tesis defendida por la profesora Carmen Eisman Lasaga la más fiable de las versiones encontradas; basada en un estudio e interpretación de 40 láminas grabadas por Van Veen, aporta valiosos datos, si bien apunta que su figura no está demostrada históricamente.

Unos y otros describen y/o recrean las intrigas y traiciones de la conocida leyenda de los Siete Infantes de Lara -asesinados tras la conspiración urdida por la pérfida doña Lambra-, la llegada a Córdoba de Gonzalo Gustios, su apresamiento y el momento en que le presentan ocho cabezas: las de sus siete hijos y una más, a quien el romance califica en palabras de Gustios como su carillo (amante o novio según la Real Academia).

Dice esta composición que Almanzor Mandó de hacer un tablado/para mejor las mirar/y de traer un cristiano/que estaba en cautividad (sic). Luego, dirigiéndose al cautivo y le dijo: Gonzalo Gustios/mira a quien conocerás/que lidiando mis poderes/en los campos de Almenar/sacaron ocho cabezas" (sic). Aquí existen infinitas versiones, desde el desmayo y la enfermedad del caballero castellano, hasta la que recrea el romance, besando cada uno de los rostros, con tal pesadumbre que al duelo que el viejo hace/toda Córdoba lloraba". Compadecidos, lo pusieron al cuidado de una hermana del caudillo andalusí, de nombre Axa: "El rey Almanzor, cuidoso/consigo se lo llevara/y mandóle a una morica./ Lo sirviese muy de gana" (sic). El fruto de esta relación fue Mudarra, nacido después de que Almanzor liberara a Gonzalo. Éste regresó a Burgos junto a su mujer, Sancha Velázquez, dejando un anillo a la madre y el encargo de enviarle con él al hijo, si fuese varón.

Bebiendo de la interpretación de las láminas que hace Eisman Lasaga, cuando Mudarra contaba 12 años, y nombrado ya caballero por su tío Almanzor, sentados a un ajedrez,/despacio su juego entablan/Aliatar, rey de Segura/y el gran bastardo Mudarra. A consecuencia de unas trampas en el juego por parte del granadino, el mozo se encara con su rival y éste le llama "hijo de ninguno y nada".

El incidente termina con Aliatar herido por el tablero que Mudarra le estampa en la cabeza. Luego, pregunta a Axa y decide vengar la muerte de sus hermanos.

Las cabezas de los Infantes fueron sepultadas en la burgalesa iglesia de Santa María de Salas, donde según la tradición, se guardan todavía. Más allá del imaginario, parece ser que un documento fechado en 1579 describe cómo al reparar el templo dieron con un hueco en sus muros y, tras ellos, con una cripta y un cofre del que extrajeron las cabezas ante numerosos testigos, para depositarlas luego en el mismo lugar.

Cuentan las crónicas que, cuando Mudarra llegó a Burgos, se ganó el corazón de doña Sancha, quien adoptó al cordobés; que lo llevaron a bautizar a aquella iglesia de Santa María, en donde vestida ella con camisa de once varas, lo metió por una manga y lo sacó por la otra, convirtiéndolo así en su hijo; si bien se negó él a que le cambiaran el nombre. Quizá fuera aquel templo donde viera las cabezas de sus hermanos, y el momento en que juró vengar sus muertes, tal y como recoge el romance: "…poca serié la mi vida si estas cabezas no vengo yo". La ocasión se presentó en el campo, estando Rodrigo de Lara descansando de un mal día de montería. Tras identificarse el de Córdoba, el castellano le llamó hijo de una renegada, a lo que le replicó que también lo era de Gonzalo Gustios y alnado de doña Sancha;/por hermanos me los hube/los siete infantes de Lara;/ tú los vendiste traidor/en el valle de Arabiana(sic).

Rodrigo pidió a Mudarra ir a buscar sus armas, pero el joven le respondió que debía esperar las mismas que él le permitió a sus hermanos. Datos sin contrastar dicen que denunció también ante el conde de Castilla las intrigas de doña Lambra, que acabó condenada a morir emparedada.

También se sabe de él que, cumpliendo los deseos de doña Sancha, se convirtió en el heredero de sus bienes, que casó y proyectó la dinastía de los Lara, entroncando esta rama con la de los Manrique, entre quien estaba el autor de Coplas a la muerte de mi padre, cuyo verso más conocido, Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar…, sería hallado sobre una tumba nazarí por el poeta granadino Antonio Enrique, corriendo el siglo XX.

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