Córdoba

Un regalo de valor incalculable

  • Ángela Guzmán donó un trozo de su hígado a su hija María, que tenía una enfermedad metabólica, mientras que Antonio López recibió un trasplante de médula de su hijo para seguir viviendo

ángela Guzmán es enfermera del Reina Sofía y ha vivido en primera persona la importancia de la donación de órganos. Con sólo dos años, diagnosticaron a su hija María una enfermedad metabólica considerada como rara a raíz de la que tuvo una mutación genética y déficit de ornitina transcarbamilasa (OTC). "Su mutación es única en el mundo", indica Ángela. "Yo veía que le faltaba chispa en la mirada, se cansaba y dormía mucho, vomitaba todas las semanas", por lo que la llevó a Urgencias del Reina Sofía "con la suerte de que la doctora Mercedes Gil, experta en metabolopatías, estaba de guardia, y la niña entró en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) porque tenía el amonio alto", señala la madre. Debido a su enfermedad, María no elimina el amonio por la orina porque no lo metabolizaba, por lo que llegaba a la sangre y provocaba encefalopatías y posibles daños neurológicos.

Le pusieron una medicación y aún con una dieta estricta en proteínas (ya que no podía sintetizarlas), la niña ingresaba en el hospital casi todas las semanas. "Me dijeron que tenían casos de metabolopatías que con el paso de los años habían requerido un trasplante hepático y yo dije que no iba a esperar a que pasasen muchos años porque mi hija tenía una calidad de vida muy limitada", por lo que "me animé al trasplante y el 7 de junio de 2016 le doné un trocito de mi hígado".

"Era algo que tenía que hacer para darle calidad de vida a mi hija", manifiesta Ángela

Cuando se lo planteó al cirujano le dijo "que no me explicase mucho porque era una cosa que tenía que hacer por mi hija para darle calidad de vida y si pasaba algo en el quirófano, donaba el resto de mis órganos".

Fue muy bien y a los 15 días la pequeña recibió el alta pero "mi arteria hepática era más pequeña que la de ella y le dio problemas; empezó a ponerse amarilla porque las vías biliares le fallaban ya que el flujo no era el correcto, por lo que necesitaba otro trasplante". El 30 de enero de este año, gracias a un donante anónimo, María, que ahora tiene cuatro años, recibió otro trasplante "y hoy en día hace una vida completamente normal".

Ángela tiene otra hija con ocho años, Olivia, y "desde el principio, tanto a la mayor como a la pequeña, les hemos hecho ver las cosas de manera normal, no les he contado películas ni cuentos de princesas". Tanto es así, que la vez que la llamaron para el segundo trasplante, Olivia "sabía perfectamente para lo que era la llamada, cogió su mochila y se fue a casa de su abuela"; mientras que María "le dice a sus amigos que si se les ponen los ojos amarillos su médico les pone un hígado nuevo y no pasa nada, así de bien lo lleva".

Ángela se acuerda "todos los días" del donante de su hija: "Tengo que dar las gracias a los familiares de esa persona que falleció porque hicieron que mi hija volviera a nacer, por eso animo a la sociedad a que contribuya a la donación porque hace mucha falta para salvar vidas; es el último acto que podemos hacer".

Además, se da la circunstancia de que ella ha vivido doblemente el acto de la donación ya que su tío falleció hace una semana y la familia donó sus órganos.

A Antonio López le devolvió la vida su hijo gracias a un trasplante de médula ósea. Ha sido médico del Centro Regional de Transfusión Sanguínea, por lo que conocía bien la importancia de donar sangre y médula pero "nunca pensé que iba a necesitar médula o cualquier otra cosa, lo que pasa es que la vida da muchas vueltas y nos puede pasar a cualquiera".

Hace dos años recibió un trasplante de médula ósea en el Reina Sofía. A través del Registro de Donantes de Médula Ósea (Redmo) encontraron dos candidatos para Antonio pero tardaban un mes en llegar porque antes tenían que someterlos a algunas pruebas "y ya llegarían demasiado tarde". Así que buscaron un donante que fuera al menos el 50% compatible y el más adecuado fue su hijo mayor.

Tras su experiencia personal y profesional, Antonio animó "a todas las personas a que se hagan donantes de médula" y resaltó que "el 90% de los trasplantes se hacen por vía periférica y se tarda cinco minutos, mientras que hacerse la prueba para el tipaje de médula es solo extraer un tubo de sangre".

"Siento un gran agradecimiento a toda la sanidad, a todos los profesionales por el trato tan bueno que tienen con los enfermos", añadió este trasplantado, que siempre le dice a su hijo: "yo te di la vida y tú me la has devuelto".

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