El ocaso de las cabinas de teléfono
En la ciudad aún quedan unos 130 terminales El Gobierno garantiza su existencia hasta diciembre de 2016


El número de móviles no deja de crecer en España y supera con creces a la población nacional, lo que ha ocasionado que las cabinas de teléfono, hace años indispensables en las ciudades, hayan pasado a un segundo plano. Atrás quedan en el tiempo las estampas de colas para hacer una llamada en estos elementos de mobiliario urbano.
Hace más de una década que los teléfonos de pago en la vía pública entraron en peligro de extinción. Cada vez se utilizan menos, lo que ha provocado que estén desapareciendo de forma progresiva de las ciudades. De hecho, pueden pasar horas -o incluso días enteros- sin que nadie descuelgue el auricular. Su inutilidad para la gran mayoría de ciudadanos ha hecho que pasen inadvertidas y se conviertan en meros elementos decorativos del paisaje urbano, a veces sometidas al vandalismo.
El problema llega cuando el smartphone del viandante se rompe, se queda sin batería o sin saldo en caso de tarjeta prepago. A esto hay que sumar que una minoría de población no cuenta con este tipo de dispositivos. En esos casos, hacer una llamada de urgencia puede convertirse en una carrera de obstáculos.
Según la zona de la ciudad por la que el peatón se mueva, la tarea de encontrar una cabina puede ser bastante complicada. En el año 2000 había en España 60.000 y hoy la cifra ronda las 25.000. De ellas, Córdoba cuenta con unas 130, según el sistema de localización Cabitel, la unidad de Telefónica de España que gestiona el negocio de las telecomunicaciones de uso público.
El centro de la ciudad concentra el mayor número de las cabinas, por ejemplo la plaza de Las Tendillas tiene, según el registro de Cabitel, tres de estos elementos. En sus cercanías se conserva un buen número de ellos, sobre todo en el eje que forman las calles Gondomar (dos), Concepción (dos), Cruz Conde (una), avenida del Gran Capitán (seis) y ronda de los Tejares (cinco).
Según el geolocalizador de Cabitel, en los alrededores de la plaza de Colón hay tres de estos elementos de mobiliario urbano, mientras que Las Ollerías y Santa Marina cuentan con dos próximos. Hay zonas como San Lorenzo que apenas tienen una cabina y habría que subir hasta el Realejo y San Andrés para encontrar otras dos. Otras como la Magdalena carecen de ellas. Por San Pedro y San Francisco-Ribera también es difícil hallar este mobiliario urbano, tan sólo hay dos (en la plaza de la Almagra y Cruz del Rastro), y en Santiago la más cercana está al final de Agustín Moreno con campo Madre de Dios. Carlos III y Fátima tienen cinco dispositivos, el Arcángel y la Fuensanta seis y Cañero tiene dos en sus proximidades.
Al otro lado del río, en el Distrito Sur, las cabinas se concentran en el Sector Sur, con unas ocho estructuras, mientras que el Campo de la Verdad tiene seis y el Polígono Guadalquivir otras tantas.
Un habitante de zonas tan pobladas como Las Palmeras, Electromecánicas y Miralbaida sólo tiene a su disposición tres cabinas, mientras que en el Figueroa sólo hay una. Barrios de nueva construcción como Noreña, Turruñuelos y San Rafael de la Albaida no tienen ninguna. Para encontrar una cabina, un vecino de esos barrios tiene que ir hasta Arroyo del Moro. Tampoco tienen los ciudadanos de El Tablero, El Patriarca y El Brillante, mientras que en El Naranjo hay una. En Santa Rosa y Valdeolleros el número asciende hasta ocho y en Huerta de la Reina a tres.
Ciudad Jardín y Poniente Sur son los que más dispositivos conservan (casi una veintena) junto a la avenida Barcelona y la Viñuela (una decena). A pesar de su extensión, en Vista Alegre y Parque Cruz Conde sólo hay un par de cabinas.
En los últimos tres años, el uso de las cabinas ha caído de media interanual un 40% por el auge de la telefonía móvil. Otra causa es el uso de los locutorios, más atractivos para los inmigrantes.
La comodidad de los avances tecnológicos, sobre todo seguidos por los más jóvenes, ha dejado a las cabinas obsoletas a pesar de las mejoras añadidas. Estas estructuras han variado su aspecto: desde las míticas cabinas acristaladas hasta las coronadas con un remate piramidal o las multicabinas actuales. Ahora sus funciones van más allá de las llamadas: también permiten enviar SMS y meter saldo al móvil y, a diferencia de otros países, dejan contactar de forma gratuita con los servicios de emergencia.
Además, se han adaptado para personas con discapacidad y se han consolidado como soporte publicitario. Sin embargo, su residual uso justifica que el desmantelamiento sea una realidad dentro de la oferta mínima que impone la ley. El Gobierno tiene las manos atadas hasta final de año. En 2011 otorgó a Telefónica Telecomunicaciones Públicas la gestión de los teléfonos callejeros durante cinco años.
El servicio está protegido en el Real Decreto 424/2005, modificado seis años después por el decreto 726/2011. La normativa exige al operador instalar cabinas por el país y garantizar su universalidad y la protección del usuario. El artículo 32 del texto del Ministerio de Industria especifica la obligatoriedad de una oferta "suficiente" y ve "razonable" la existencia, al menos, de una por cada 3.000 habitantes en municipios de mil o más habitantes y de un teléfono público en cada localidad de menos de mil si está justificado por dificultades.
El fin de las cabinas se producirá más pronto que tarde si no se hace nada por remediarlo. El Gobierno central decidirá si renovar o no este servicio público deficitario. La fecha de caducidad es el 1 de enero de 2017.
Algunos países le han dado un destino alternativo. Las variopintas propuestas en las redes sociales van desde transformarlas en auténticas peceras hasta instalar el sistema de viodeconferencias Skype, como ocurre en un aeropuerto de Estonia. Otros optan por adaptarlas como puntos de recarga de móviles y de vehículos eléctricos o llenarlas de libros, como en Nueva York y Londres. En la capital inglesa las cabinas rojas son todo un icono que se mantiene en muchos casos gracias a las ideas de Red Kiosk, que facilita la creación de pequeños negocios a modo de cafeterías y puestos de golosinas.
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