Cuidado capilar

Comienza la caída estacional del pelo: remedios y origen de un problema inevitable

La doctora Gloria Garnacho, con un dermatoscopio para ver el pelo.

La doctora Gloria Garnacho, con un dermatoscopio para ver el pelo.

Todos los años, al acabar el verano, el pelo comienza a caerse de forma más intensa, los cepillos se llenan de cabellos y los sumideros de las duchas se atascan. A veces, incluso llega a asustar la forma en la que la melena pierde volumen. Aunque es muy común que ocurra con la llegada del otoño, lo cierto es que esto puede pasar en cualquier estación.

La dermatóloga del Hospital Reina Sofía Gloria Garnacho aclara que todos los años tiene que haber "una pelada", un fenómeno que tiene su origen en el hombre primitivo. Y se explica porque cuando había más horas de luz, este no necesitaba tanto pelo, por lo que se le caía, y cuando llegaba el invierno le volvía a nacer. "Aunque ahora no nos hace falta, los circuitos circadianos de la glándula pineal siguen notando esos cambios climáticos, por lo que sigue habiendo una pelada", apunta.

"El refrán del tiempo de la berenjena no siempre se cumple 100% -señala- aunque es verdad que el final del verano es una época típica de caída de pelo, sobre todo porque en el periodo estival hay más exposición solar y más agresiones externas que lo estropean". Sin embargo, esto puede ocurrir en varias épocas del año y estar causado por el estrés, una mala nutrición, cambios hormonales, intervenciones quirúrgicas, toma de medicación o infecciones.

Los dermatólogos llaman efluvio telógeno agudo a esta caída estacional, que es autolimitada ya que no debe durar más de seis meses. Incluso si no se administra un tratamiento, llegará un momento en el que pare. Sin embargo, "en ocasiones tarda muchos meses y no siempre se parte de la misma base", ya que, por ejemplo, a una persona con mucho pelo no le va a importar perder un poco para renovarlo, pero sí preocupará a otra que tenga poco cabello de base.

La farsa de los champús anticaída

Es posible acortar la duración del efluvio, pero lo que funciona en estos casos es "lo que se pone y lo que se toma, pero no con lo que se lava". Es decir, que los champús anticaída sirven para lavar la cabeza, pero "no para evitar la caída del pelo", asevera la responsable de la Unidad de Dermatología Pediátrica del Reina Sofía.

A veces "son siliconados o tienen otros extractos que simulan un engrosamiento de la fibra capilar para que cosméticamente dé el efecto de tener más pelo, o intentar descargar la electricidad estática, pero no penetran en el cuero cabelludo", explica. En este sentido, añade que el cuero cabelludo, al igual que la piel, es impermeable, "a no ser que pinchemos o que se masajee con una loción que vaya en un vehículo, que suele ser el propilenglicol".

Sí sirven en estas situaciones los nutricosméticos, una serie de complementos nutricionales enfocados hacia este problema capilar y que contienen aminoácidos azufrados y vitaminas del grupo B como la biotina. Otros añaden vitamina D a unos niveles no muy altos ya que esta tiene un papel importante en la inmunoregulación y en la caída. Por eso mismo, "como en este confinamiento hemos tomado poco el sol y, por lo tanto, se ha sintetizado poca vitamina D, el pelo se ha caído de forma más precoz", manifiesta Garnacho. El hierro o extractos de plantas antiandrógenos son otros de los componentes que pueden tener estos complementos.

Los nutricosméticos ayudan a "recuperar algo la masa capilar" y tomados durante tres o cuatro meses hacen que el pelo "se vea cosméticamente más bonito y con más masa, más grueso y fuerte". Es importante saber que "no hacen que crezca más vello en el cuerpo, lo que se conoce como hipertricosis, aunque sí pueden ayudar al fortalecimiento de las uñas".

La otra opción son las lociones, que son de aplicación tópica y gustan menos porque manchan y dejan el pelo pegajoso. De todas las que se pueden usar, "la más eficaz es el minoxidil, que al ser un fármaco debe ser indicado por un médico al no estar exento de efectos secundarios". Se pueden encontrar tanto comercializadas como en formulación magistral.

¿Cuándo hay que preocuparse por la caída?

La doctora apunta que lo preocupante no es que se caiga el pelo, sino que no vuelva a salir. Hay personas que tienen un "recambio celular acelerado" y, por lo tanto, no se les notan clareos ni disminución de volumen. El problema viene "cuando la relación entre el pelo que se cae y el que nace no está equilibrada", lo que conlleva una disminución del cabello, de la densidad y la textura.

Imagen de tricoscopia, que ayuda a los dermatólogos a explorar el pelo y el cuero cabelludo. Imagen de tricoscopia, que ayuda a los dermatólogos a explorar el pelo y el cuero cabelludo.

Imagen de tricoscopia, que ayuda a los dermatólogos a explorar el pelo y el cuero cabelludo.

"Se habla de que se pueden caer hasta 100 pelos al día y que a quienes tienen el pelo largo se les nota más, pero nadie se va a poner a contar los pelos que se le caen y tampoco lo recomiendo", advierte la dermatóloga.

En mujeres es más común sufrir el efluvio telógeno, mientras que la alopecia androgénica la padecen en su mayoría los hombres. Garnacho aclara que hay mujeres que comienzan con efluvio -por ejemplo, cuando están cerca de la perimenopausia o por otros cambios hormonales-, pero si se prolonga más de seis meses, se debe considerar antesala de alopecia androgénica.

Hay que diferenciar la alopecia del efluvio telógeno agudo porque en la primera se produce una disminución del número de folículos o de sus características que hacen que el cabello no se vea como debería. "Cuando eso pasa, habría que buscar una solución, que debería empezar por acudir al médico", puntualiza la dermatóloga del Reina Sofía.

Hay diversas causas que los especialistas analizan, como si el paciente se ha sometido a una intervención quirúrgica recientemente, si ha tenido infecciones, si tiene estrés añadido, si ha tomado alguna medicación o ha tenido alguna enfermedad. Lo primero, según explica Garnacho, es pedir una analítica y explorar para ver qué tipo de alopecia tiene el paciente, cómo están las glándulas sebáceas, las aperturas foliculares, el tallo piloso… "Esa es una información muy valiosa que nos da la exploración clínica y nos sirve para diagnosticar", señala la doctora.

Luego, hay otros tipos menos frecuentes, como la alopecia areata, más típica en los niños y de carácter inmunológico; y otras más severas como las cicatriciales. En estas últimas, cuando se pierde el pelo, ya no se vuelve a recuperar. Una de ellas es la alopecia frontal fibrosante, "que estamos viendo cada vez más". En estos casos "es importante diagnosticar a tiempo para poner tratamiento porque está en juego perder el pelo para siempre".

A veces empieza de forma muy sutil con la pérdida de las cejas y luego el inicio del flequillo, por lo que "en muchas ocasiones hasta que no se ha retrocedido dos centímetros del inicio del cuero cabelludo no consultan". La idea es que acudan al dermatólogo cuanto antes para "intentar evitar la progresión, que no vaya a más, pero no va a salir pelo".

¿Cada cuánto es recomendable lavarse el pelo?

"Cada uno debe de lavarse la cabeza cada vez que lo necesite, no hay una fórmula matemática", puntualiza la especialista en Dermatología. En ese sentido, añade que hay personas a las que apenas se les engrasa el pelo y se lo lavan uno o dos días a la semana, y otras que lo tienen graso y con hiperseborrea (que puede crear descamación y picor) y deben hacerlo incluso todos los días. Esto no es perjudicial porque "el cuero cabelludo es piel y nosotros nos duchamos todos los días, o al menos es lo recomendable", explica.

Aguantar con la grasa "es contraproducente" porque puede crear un nicho para que la Malassezia (un hongo que forma parte de nuestra flora) "campe a sus anchas, se alimente de la grasa y nos provoque una dermatitis seborreica". Por eso, hay que lavarse el pelo cada vez que se necesite.

En este sentido, la doctora advierte de que sí hay que tener especial cuidado con los champús porque si se usa uno muy astringente (que limpia en exceso), se puede producir un efecto rebote y que se produzca más grasa. Lo ideal es alternar champús de uso frecuente, que suelen ser de ph ácido (5.5), con otros que sean un poco más astringentes (con más sulfatos y que a veces combinan con antifúngicos por la Malassezia).

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