Córdoba

Los andamios nunca están ausentes

  • Desde hace tres décadas, las obras de restauración han alterado las llegadas y las despedidas de los prelados

Desde hace tres décadas nada menos, los andamios están siempre presentes en las grandes ceremonias de la Catedral. En todo este largo tiempo, no ha habido llegada o despedida de obispo que no haya estado señalada por trabajos de restauración. Uno de los arquitectos encargados de la conservación de este monumento, Gabriel Rebollo, mantiene que las obras son una constante en este templo, que el día que acaben se acabará el edificio. Así parece ser.

La última vez que se pudo disponer del crucero catedralicio en toda su plenitud fue en 1978, cuando José Antonio Infantes Florido tomó posesión de la diócesis en sustitución de José María Cirarda. Cuando se le aceptó la renuncia tras cumplir 75 años de edad, el presbiterio estaba en obras, y para la ceremonia de su despedida se montó en 1996 un altar mayor provisional en la nave principal del templo, dando la espalda a la Puerta de las Palmas. Esta estructura efímera, que excepcionalmente estuvo presidida por la urna de los Santos Mártires, fue la que sirvió semanas después para la toma de posesión de Francisco Javier Martínez.

Cuando en mayo de 2003 le tocó a este prelado despedirse de los cordobeses, el altar mayor volvió a estar de nuevo en obras, por lo que tampoco pudo celebrarse la ceremonia en el lugar principal del recinto. En esta ocasión la ceremonia se desarrolló en las naves de Almanzor, con la presidencia del Cristo del Punto.

Todo cambió meses más tarde. Cuando en septiembre de ese año Juan José Asenjo tomó posesión del primer cargo eclesiástico de la diócesis, el altar mayor provisional había vuelto a cambiar de sitio. En esta ocasión se había trasladado hasta la capilla de Villaviciosa, lugar en el que se celebró la solemne ceremonia.

A lo mejor ésta ha sido la razón por la que el hasta ayer obispo de Córdoba quiso romper la dinámica de las últimas tres décadas y despedirse de sus fieles desde el altar mayor, bajo el lujo de las pinturas de Palomino y del mármol rojo de Cabra. A cambio, la visibilidad no fue la deseada por estar en obras la nave del coro, oculta tras un gigantograma que reproduce el altar mayor, en una fotografía en la que aparece el Cristo del Remedio de Ánimas. Esta gran lona dignificó el acto e hizo que, por una vez, los andamios no estuvieran presentes.

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