Tribuna de opinión

Vivir en 3D: dar profundidad a la vida

  • Compensa pasar de la 4G a la 5G, el operador de esta red es Dios y su servicio es gratuito

Un niño, con un equipo de realidad aumentada.

Un niño, con un equipo de realidad aumentada.

La tecnología avanza. Ahora estamos con los comienzos del paso de la conectividad 4G a la 5G. Copio la siguiente información: "El uso de redes 5G para enviar y recibir información con tanta rapidez ayudará en el desarrollo de nuevos servicios y dispositivos, en particular automóviles conectados e información de vehículo a vehículo, juegos de realidad virtual, operaciones quirúrgicas remotas y software de traducción".

¡Qué maravilla! Pero quería fijarme en otra revolución, el paso de la 2D a la 3D, con esta tecnología se logra dar relieve a las imágenes, dejan de verse en un plano para alcanzar profundidad, volumen, como en la realidad.

Dice Camino: "La gente tiene una visión plana, pegada a la tierra, de dos dimensiones. Cuando vivas vida sobrenatural obtendrás de Dios la tercera dimensión: la altura, y, con ella, el relieve, el peso y el volumen". Es muy distinta la vida plana, de cartulina, a la plena que podemos gozar. Si nos olvidamos de dar altitud, trascendencia a nuestras obras, a nuestra vida, nos pasará como a esos personajes de los cómics que aparecen arrollados por una apisonadora.

Celebramos la Ascensión del Señor a los cielos, podemos mirar hacia arriba, elevar la mirada; recordar que no podemos vivir como con la mirada puesta en el suelo. No podemos contentarnos con las funciones vitales: comida, bebida y sexo. Incluso podemos añadir algo de poder, de dominio o de fama. Pero si falta el arte, la belleza, la bondad, el amor, lo espiritual, tendremos una vida plana. El encefalograma indicará muerte cerebral.

Un mundo sin Dios, vivir con las constantes vitales mínimas satisfechas, incluso con una pizca de emoción, no es humano. Se quedan en el tintero muchas cosas importantes. Solo la visión trascendente del hombre: saber que está hecho a imagen y semejanza de Dios, que tiene un alma inmortal, que puede contar con la ayuda de la gracia garantiza su dignidad.

La dignidad no la conceden los políticos, ni las leyes, ni las democracias. La historia reciente nos enseña cómo han sido tratados como mera basura millones y millones de hombres, mujeres y niños. Vemos cómo hay personas a las que se les niega el derecho a nacer, o a vivir, porque son pequeños, están enfermos o mayores; en definitiva, porque no son útiles o molestan.

Pero también, en el nivel personal, el olvido de Dios pasa factura, aplasta la visión, impide ver el horizonte. Sin Creador, sin un Padre bueno, sin modelo, sin la ayuda de la gracia, sin sentido, qué alicientes tiene la vida. Si no tengo motivos para perdonar, si me falta la esperanza de superar mis debilidades y traumas, si no siento un amor incondicional, si estoy solo, todo lo tengo que hacer yo…, acabo agotado, frustrado, sin ganas de vivir.

El garante de la dignidad del hombre no es el hombre. Lupus est homo homini afirma Plauto, que en su versión completa dice: "Lobo es el hombre para el hombre, y no hombre, cuando desconoce quién es el otro". Me viene a la memoria la película El señor de las moscas, basada en la novela de William Golding.

Si olvidamos lo que somos volveremos a las cavernas, a la selva. Para que funcione la sociedad, para que la familia sea tal, para vivir una vida feliz, para que todo tenga sentido, tenemos que mirar al hombre en el Hombre: en Jesús, el Hijo de Dios. Él sí garantiza nuestra dignidad, y Él nos la devuelve cuando la hemos perdido.

Para alcanzar esta tercera dimensión debemos tener un trato familiar, íntimo, con Jesús. Tomarle como modelo y amigo preguntándome cómo se comportaría Él en mi lugar, rogándole su ayuda. Si logramos meter a Dios en nuestra vida y asuntos, si nos apoyamos en Él, seremos muy felices. Descubriremos el sentido de lo que nos pasa. Habrá esperanza. Un amigo me decía "hay gente que da luz: emiten algo que les hace atractivos, dan paz".

También la fiesta de hoy nos recuerda que hay cielo, que después de esta vida nos espera otra mucho mejor. El cielo es el premio de la gran gincana de la vida. Si hemos sabido amar, hacer felices a los nuestros, servir; si hemos vencido nuestros egoísmos y pecados; si, con la ayuda de Dios, hemos procurado hacer el bien, habremos sido felices aquí y lo seremos más en el cielo.

Compensa pasar de la 4G a la 5G, el operador de esta nueva red es Dios, su servicio es gratuito y la diferencia de vida es asombrosa: conectamos con los misterios de la vida y con los demás de un modo maravilloso. Con Dios a nuestro lado nos elevamos, dejamos la vida chata, pegada al suelo, y volamos como las águilas.

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