Igualdad

Nómadas de la prostitución en Córdoba: de la explotación sexual a la violencia y la vulnerabilidad

Una persona que ejerce la prostitución en la calle de un barrio. Una persona que ejerce la prostitución en la calle de un barrio.

Una persona que ejerce la prostitución en la calle de un barrio. / El Día

Luces de neón azules y un olor a colonia dulce mezclado con productos de limpieza y tabaco en el ambiente. La típica imagen de las películas se repite, de una sala decorada con un cartel de Marilyn Monroe y un cajero automático sale el sonido de una canción de flamenco pop que parece estar encapsulada. Varias mujeres usan tacones altos, vestidos cortos, uñas largas y pintadas, pendientes brillantes y lo que parece ser una loción de purpurina en la piel. Detrás de todo ese imaginario, hay una realidad mucho menos reluciente, un mundo en el que abundan la explotación sexual y la trata de personas, en el que las mujeres son tratadas como objetos para satisfacción del que paga. Tanto es así, que se convierten en nómadas de los clubes de alterne, moviéndose o movidas por las mafias para agradar a un cliente que busca la novedad.

Es un martes cualquiera de febrero en un club, son las 19:30 y en apenas 20 minutos se ven subir y bajar de las habitaciones al menos a cinco chicas con cinco hombres, jóvenes y mayores, en chándal o en camisa y jersey. Las chicas van de un lado a otro, y cuando son nuevas en un sitio, no paran, pueden hacer entre cinco y seis servicios en un día. Los clientes elaboran listas de espera hasta que, como si fueran un juguete nuevo, "las prueban" todos. Cuando la demanda baja, entonces se mueven o son movidas a otro pueblo. Y se repite la operación. Es la cosificación extrema de la mujer, a la que "quieren sacarle el máximo provecho". Así lo cuenta Jemi Sánchez, la responsable de la asociación In Género, que se encarga de brindar una atención multidisciplinar a las mujeres, hombres, cis y trans, que ejercen la prostitución en Córdoba, Jaén, Granada y Málaga.

Lo confirma además alguien que estuvo dentro y salió. Paola Andrea Mejía es colombiana, trans y ejerció como prostituta en Andalucía por varios años. "Cada ocho días estás en un sitio, si te va bien repites, si te va mal te vas", explica quien ahora es mediadora de pares dentro de la entidad. La finalidad es que la prostituta pueda pagar lo que le cuesta hacer uso de las instalaciones del club o piso, y que el resto sea ganancia. El precio a pagar incluye unos 5 euros por las sábanas limpias, y de 50 a 80 euros por el uso de una habitación por noche, dependiendo del club, más las comidas. El costo real de vivir en esta situación es mucho mayor. Y esa movilidad hace más vulnerables aún a las mujeres que se ven abocadas o forzadas a prostituirse.

Paola Andrea Mejía, mediadora de pares de In Género, atiende a una mujer en un piso. Paola Andrea Mejía, mediadora de pares de In Género, atiende a una mujer en un piso.

Paola Andrea Mejía, mediadora de pares de In Género, atiende a una mujer en un piso. / El Día

"Hay gente que se cansa de lo mismo, pero escoba nueva siempre barre bien", agrega Paola acerca de la vida nómada de las prostitutas en España y, sin quererlo, lanza un perfecto ejemplo de la deshumanización de los cuerpos de estas mujeres. “Te pueden ver y repetir, pero depende del trato de la trabajadora, que es muy importante para los clientes”, recuerda. La movilidad va más allá y, de hecho, un 7,9% de las más de 300 que ejercen en Córdoba también lo han hecho en otro país

“Tratarlos bien” puede tener muchas caras, porque la prostitución no deja de ser un negocio basado en la trata, la explotación, la violencia y la vulnerabilidad. Cada servicio puede tener un precio de en torno a 50 y 100 euros, pero existe un mercado, inflación y mujeres que se ven obligadas a establecer precios por debajo dadas sus propias necesidades o circunstancias. Antes del Covid había una tarifa fija, de 120 euros la hora, pero después de superada esta crisis "hubo un boom de la prostitución" y el precio se vio afectado.

Muchas se promocionan por 20 o 30 euros, dependiendo de si es “un trabajo sencillo o uno especial”, y eso, dice Paola, “hace que se dañe mucho el mercado, lo desvaloriza”. Aún así, la asociación estima que una mujer puede alcanzar a hacer más de 5.000 euros mensuales en Andalucía, casi cinco veces el salario mínimo establecido en España. Otra cuestión es cuánto de ese dinero se queda la chica y cuánto va para pagar el burdel o a su explotador.

En este sentido, el Instituto Andaluz de la Mujer (IAM) de la Junta de Andalucía considera que "ninguna mujer trabaja en la prostitución libremente", y que las relaciones afectivas y sexuales "no deben realizarse por dinero, porque acentúa la subordinación de las mujeres hacia los hombres", por lo que se considera una forma más de violencia de género. 

La lacra de la trata y la explotación sexual

"La prostitución es bien pagada, pero bien jodida", apunta Paola Mejía, que agrega que “así como se gana, también se pierde” pues suelen “aceptar ciertas situaciones” y “adaptarse a todo tipo de clientes”. Están expuestas al peligro, siempre, peligros que van desde lo más grave, como las redes de trata de personas, explotación sexual, situaciones de violencia, riesgo de enfermedades o embarazos no deseados, consumo de drogas, hasta hombres que quieren pagar más por no usar preservativos.

La trata es, sin duda, el mayor problema que esconde la prostitución y uno de los más invisibilizados de la migración. Supone la captación, el traslado, la acogida de personas y el control sobre ellas con el uso de la violencia, el engaño, el abuso de poder y la vulnerabilidad. En las provincias de Jaén, Granada y Córdoba se detectaron diez casos de trata en 2023 y se recibieron otras ocho denuncias, según los datos de In Género. La entidad estima que el 1,4% de las trabajadoras suelen ser víctimas de trata.

Según las cifras de la Organización Internacional del Trabajo, 6,3 millones de personas se encuentran en situación de explotación sexual comercial forzosa. De esa cifra, las mujeres y las niñas representan 4,9 millones. El Ministerio del Interior de España admite que el país "es un destino atractivo para las redes de trata y explotación de seres humanos".

Los datos de Interior dan cuenta de que en 2022, la Policía Nacional y la Guardia Civil identificaron un total de 564 víctimas (129 por trata y 435 por explotación), 14 de ellas menores de edad. El 95% eran mujeres. Por ello se detuvo a 402 personas, la mitad mujeres, lo que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado asocian a la integración de antiguas víctimas en las redes criminales como controladoras y captadoras de nuevas víctimas. 

La explotación sexual es casi el común denominador, alcanza a la mitad de las mujeres que ejercen la prostitución en Córdoba. La práctica supone que una persona extra se está llevando parte del dinero, que se está lucrando con los cuerpos de las mujeres. En los clubes de alterne los beneficios suelen repartirse en una proporción de 60-40, la mayor parte se la lleva la chica, explica Jemi Sánchez, trabajadora social para el ámbito andaluz en la asociación.

Que siempre haya chicas disponibles para los clientes y que no tengan plena libertad de elegirlos son prácticas alarmantes para In Género, que ve indicios de estas situaciones en la mitad de las mujeres que atienden. También vigilan cómo se hacen los pagos y si en los sitios donde se ejerce dejan a las asociaciones entrar y hablar con las chicas, sobre todo en zonas rurales y aisladas.

“Nos llama la atención que podemos acceder cada vez menos a ellas, se están invisibilizando más, pasando a la clandestinidad y se están cerrando páginas web donde se publicitan”. Esta situación no hace sino ponerlas aún más en riesgo, alertan, porque los únicos que acceden a ellas son sus explotadores, las redes de trata y los clientes. 

Mujer, joven y migrante

Mujer, migrante, joven y con una enorme carga familiar aquí y en sus países de origen. Muchas, también, son madres. Es el perfil de la prostitución en Córdoba. La media de edad es de unos 32 años, aunque cada vez hay chicas más jóvenes, desde los 18 años. En la provincia cordobesa son en torno a 303 las mujeres que ejercen, 82 de ellas trans. La asociación calcula que la cifra es más, porque se van moviendo y muchas están en la clandestinidad.

La mayoría provienen de Colombia (24%), Paraguay (21%), República Dominicana (14%), Brasil (10%), Rumanía (9%), Venezuela (7,9%) y Marruecos (5,6%), y solo dos son españolas de origen. El 43,9% de ellas lleva entre uno y tres años en España, mientras que un 29% ha vivido en el país durante una década o más. 

En torno al 3% de las chicas cuentan con títulos universitarios, pero la mayoría no puede validarlos en el Ministerio de Educación español. De hecho, un 30% de ellas ni siquiera está empadronada. Su situación administrativa es preocupante y sirve para que las redes criminales se aprovechen de ellas. Aunque el 47% se encuentra en situación regular, un 22% está tramitando algún tipo de residencia y un 26% está en el país de manera irregular.

El problema, alerta la abogada de la asociación, Margarita Arango, es que las citas para pedir asilo "están colapsadas" con importantes retrasos que imposibilitan normalizar su situación. En Córdoba los retrasos eran de más de un año en 2023.

Es un círculo vicioso. "Si no tienen permiso para trabajar no las podemos sacar de la prostitución para exponerlas al desempleo", explica. El acceso a la salud también depende de si las mujeres están en una situación legal, aún cuando son parte de los grupos de población con mayor vulnerabilidad a contraer Enfermedades de Transmisión Sexual y VIH. 

Una rutina sombría

"¿Tiene lubricante?", pregunta una de las chicas que trabaja en un club de la provincia cordobesa a la trabajadora social de In Género, que le entrega una bolsa con un kit de preservativos, masculinos, femeninos y de distintos tamaños y sabores. Para ellas, "el lubricante es de lo más importante" que trae el kit, que se complementa con uno de higiene. 

Una mujer recibe información de los recursos disponibles en un club. Una mujer recibe información de los recursos disponibles en un club.

Una mujer recibe información de los recursos disponibles en un club. / El Día

Las que no trabajan en clubes de alterne se promocionan a través de páginas web, aplicaciones o redes sociales y así es como los clientes llegan a ellas. Carolina (nombre ficticio) vigila que los vecinos no estén cerca. En la calle hay luz, niños corriendo, señores bebiendo café en los bares y abuelas sentadas en los bancos. Dentro, el piso es oscuro, huele, también, a una mezcla de colonia dulce con productos de limpieza y tabaco, y un armario repleto de tacones altos, de todos los colores y formas, dan la bienvenida. Dentro parece que transcurre otro mundo. 

Carolina vino a pasar un mes en Córdoba y volverá a su casa, donde la espera su hijo. Es la rutina de las nómadas de la prostitución. Va a trabajar en un bajo, justo a la entrada de un edificio de un barrio cordobés, con acceso y salida fácil. No quiere llamar la atención, pero quiere ganar lo suficiente para llevar comida a su familia.

"No puedo salir de aquí para ganar 1.000 euros fuera", admite Sofía (nombre ficticio), que tiene tres niños y ahora trabaja en un club de alterne. El 42% de las prostitutas de Córdoba admite que vino a España a ejercer la prostitución y la mayoría, el 54%, tiene entre tres y cinco familiares que mantener económicamente; otro 20% se encarga de los gastos de más de seis personas. 

Salir de la prostitución, ¿una utopía?

La prostitución en España no está regulada por ninguna ley concreta, se encuentra en un estado conocido como alegal. Cuando se abren los debates de regularización en torno a la prostitución "lo que nos gustaría es que se les escuchara a ellas, porque no se está legislando para ellas", piden desde In Género, que consideran que "no pueden ser el último eslabón, no puede ser que no se les pregunte, que no participen activamente de estos procesos".

El debate, consideran además, está en saber "cuáles son las razones para que estén en esa situación, al punto de tener que vender su cuerpo para que tú, hombre, abuses de él, ese es el debate". La conversación, entonces, no debe estar centrada en si hay que regularizarlo, ilegalizarlo o abolirlo, sino en "cómo va a hacer el Estado para protegerlas" si se toma una decisión de este tipo. Porque, aseguran, "el sistema no está preparado para reinsertarlas en la sociedad". 

Las personas que dependen económicamente de ellas son uno de los principales obstáculos a la hora de plantearse dejar la prostitución. Adquieren deudas para poder pagar los billetes de avión, por ejemplo, o les da miedo dejarlo y enfrentarse a la realidad del mercado laboral español. En los casos de explotación o trata, también pueden estar amenazadas ellas o sus familiares.

"Toda la vida he estado metida en ese mundo, me vine para acá y esa era mi opción, porque es muy difícil conseguir trabajo". Es la historia de Paola Mejía, que hace apenas seis meses que tiene trabajo, ahora al otro lado de la realidad de la prostitución. Paola visita los clubes y pisos para hablar y estar con las que hasta hace muy poco eran sus propias compañeras. Les hace seguimiento, las aconseja y las apoya emocionalmente. Las mujeres que consiguen salir necesitan atención psicológica para recuperarse de las secuelas de lo que vivieron, además de formación e itinerarios de inserción sociolaboral. 

Los recursos disponibles

Para aquellas que pueden salir hay recursos y alternativas. En Córdoba, In Género ha desarrollado, junto al Instituto Andaluz de la Mujer (IAM), un proyecto de inserción sociolaboral, una de las cosas más demandadas y necesarias para abandonar la prostitución, además de formación sobre cómo gestionar las finanzas con una entrada de dinero mucho menor a la que están acostumbradas, uno de los procesos más difíciles. 

Aunque abandonar la prostitución parezca casi imposible, las administraciones públicas tienen disponibles recursos para ayudar a las mujeres a salir de ella, incluidas, especialmente, las víctimas de trata y explotación. La Junta cuenta con el teléfono del Instituto Andaluz de la Mujer, el 900 200 999, así como el correo iam@juntadeandalucia.es

El teléfono de atención a víctimas de malos tratos por violencia de género es el 016, mientras que la Policía Nacional cuenta con el 900 105 090 y el correo para denunciar posibles casos de trata: trata@policia.es. El apoyo psicológico estatal está disponible a través del 682 916 136 y el 682 508 507. 

Además de In Género, otras muchas asociaciones prestan apoyo a las mujeres que se ven obligadas a ejercer la prostitución en Córdoba: Fundación Cruz Blanca, Emet Arco Iris, Mujeres en Zona de Conflicto, Aperfosa o Iemakaie. 

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