Humanidades en la Medicina

Día de la tuberculosis: recordando al enemigo de la Humanidad

Tuberculosis, de Fidelio Ponce de León

Tuberculosis, de Fidelio Ponce de León / Fidelio Ponce de León

Como cada año, el día 24 de marzo se conmemora el Día Mundial de la Tuberculosis. Esta efeméride anual evoca la fecha en 1882, cuando el Dr. Robert Koch publicó en la Sociedad Fisiológica de Berlín que había descubierto el Mycobacterium tuberculosis (MT), algo que le supuso la obtención de Premio Nobel en 1905. Este día es una oportunidad para mostrarle al público los efectos devastadores causados por la tuberculosis (TBC) y de qué forma se pueden intentar detener.

A diferencia de otras patologías pandémicas como el VIH, Covid-19, la influenza (Gripe), cuyo agente etiológico es un virus, en la TBC el agente causal es una bacteria, en concreto el Mycobacterium Tuberculosis para los humanos, siendo una de las enfermedades infecciosas más antiguas de la historia. Recordemos que se veía como un mal misterioso, envuelto en un halo místico representado por un pañuelo blanco manchado de sangre, convirtiéndose en iconografía romántica. Ha afectado a personajes diversos de la historia, el arte, la música, la política, literatura, religión, con lo que podemos afirmar que el causante de esta enfermedad no distingue entre ricos o pobres, estudiosos o ignorantes, como queda demostrada la afectación de ilustres de la historia que la padecieron y murieron por dicha afección.

Hipócrates (S. V a. C.) la nombra como “tisis” que quiere decir consunción, describiéndola como “la fascie hipocrática”, “el temperamento héctico” y la fiebre vespertina o “fiebre héctica”. La define como la enfermedad “más grave de todas, la de curación más difícil y la más fatal”, especialmente para los adultos jóvenes, remarcando con precisión sus síntomas y las lesiones pulmonares tuberculosas características. Estos estigmas la marcaron como peste blanca.

En la época romana, no se reconocían las manifestaciones extrapulmonares propias de la TBC, como la escrófula, la enfermedad de Pott y en otras localizaciones. Fueron los médicos bizantinos los que describieron las formas pulmonar y glandular de la tuberculosis. La adenitis tuberculosa del cuello o escrófula se llamó también el mal del rey, que se curaba con el toque real o el don de curar esta enfermedad, práctica que llevaban a cabo los reyes de Francia e Inglaterra, que aprovechando y estimulando la credulidad de sus súbditos afianzaban su poder frente al de los señores feudales, como muestra de interés por la salud de su pueblo.

En la lucha contra la Covid se han realizado importantes avances científicos, pero se ha aparcado el interés en el diagnóstico y tratamiento de otras enfermedades. En 2020, al prestársele menos atención a la TBC por la Covid, parecería que la tasa de infecciones hubiere decrecido pero no fue así, sino que no se hicieron los diagnósticos adecuados o se hicieron con retraso, originando 400.000 muertes adicionales por TBC. Se contempla a la tuberculosis como la segunda enfermedad infecciosa más mortal después de la Covid y anteponiéndose al sida. Esto nos lleva a la concienciación de que no es una enfermedad del pasado, sino que es del presente, y muy presente. La mayoría de las micobacterias son saprofitas, pero a lo largo de la historia se han convertido en patógenas y lo peor que algunas cepas se han hecho multirresistentes.

Se propaga a través de las vías respiratorias directamente de persona a persona, por medio del flügge, que son diminutas gotas expulsadas al estornudar, toser o hablar, que una persona sana puede inhalar sin darse cuenta. Es la enfermedad infecto-contagiosa que más mortalidad ha provocado en la historia, conociéndosele como enemigo de la humanidad, con el 25% de la población mundial infectada por el Mycobacterium tuberculosis. La desigualdad social puso y sigue poniendo de relieve el hecho de que 8 países (2018) representan un alto porcentaje del total mundial, siendo un infame registro de su prevalencia en los grupos más vulnerables. Se vienen a producir 4,3 millones de nuevos casos de tuberculosis anualmente, y casi un tercio de la población mundial es reservorio del bacilo MT, corriendo el riesgo de desarrollar la enfermedad activa.

El primer paso hacia su eliminación es descubrir a los enfermos y/o convivientes y para ello es preciso realizar la prueba de detección e interrumpir la cadena de transmisión de la TBC. Recientemente, con la ayuda de la inteligencia artificial y la secuenciación del genoma como métodos de cribado diagnóstico, se podrían encontrar y tratar a portadores con la enfermedad activa y/o infección latente.

La tuberculosis se puede prevenir y curar, otra cuestión es cuando aparece asociada a otras enfermedades como el sida, o que sea una forma que no responde a los medicamentos habituales (tuberculosis farmacorresistente), que requiere un tratamiento más tóxico y con diferentes medicamentos. Para ser eficientes, estos fármacos deben ingerirse diariamente e ininterrumpidamente durante 4 a 6 meses.

En algunos países solo se administra la vacuna antituberculosa BCG (bacilo de Calmette-Guérin) para la prevención de la meningitis tuberculosa en poblaciones infantiles vulnerables, y no para la TBC pulmonar, pauta que marcaría en nuestro caso la Asociación Española de Pediatría. Después de más de 100 años es la única vacuna que existe contra la TBC, con la problemática de sus grandes variaciones en eficacia para proteger a las personas. Tras su descubrimiento y el optimismo que la vacuna generó en Francia en 1924, su desarrollo se vio entorpecido por el denominado desastre de Lübeck, ciudad del norte de Alemania en la que murieron 70 niños de tuberculosis de un grupo de 250 inoculados; después se supo que fue por una contaminación en el laboratorio de una cepa virulenta, no por la propia vacuna.

En 1974, la OMS la incluyó en el Programa Ampliado de Vacunación, junto con las de la difteria, tétanos, tosferina, poliomielitis, sarampión y viruela, formando parte de los programas de vacunación infantil en países con una incidencia elevada. La vacuna BCG, fue calificada como "el mayor dolor de cabeza" en Salud Pública por Paul Fine, profesor de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, cuya efectividad varía, según los estudios, entre el 0 y el 80%.

Ante la magnitud del problema la OMS está marcando objetivos desde hace varios años, pero no dan resultado, por lo que los va renovando periódicamente; así, los líderes mundiales que participaron en la Reunión de las Naciones Unidas sobre la Tuberculosis aprobaron una declaración con nuevas metas para los próximos cinco años y avanzar en la extinción de la TBC. Con motivo del día mundial de esta enfermedad, la OMS anunció un plan para reforzar su lucha, notificando la ampliación, por otros cinco años, del plan puesto en marcha en 2018, con el fin de lograr su erradicación antes de 2030.

En declaraciones del director general de OMS Europa, Hans Kluge: "Tenemos las herramientas científicas y médicas para recuperar el terreno perdido, pero necesitamos urgentemente colaboraciones más fuertes entre estados, agencias y comunidades si queremos llegar a cada persona con tuberculosis para darles el cuidado que necesitan", o, dicho de otra forma, aplicar el principio de equidad.

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