Llegaron de noche | Crítica

Sin tensión no hay denuncia

Juana Acosta, a la izquierda, en una imagen de 'Llegaron de noche', de Uribe.

Juana Acosta, a la izquierda, en una imagen de 'Llegaron de noche', de Uribe.

Son varias las malas decisiones que hacen de la nueva película del veterano Imanol Uribe (El proceso de Burgos, Días contados, Plenilunio, Lejos del mar) un pequeño suplicio incluso para el espectador más solidario con su causa denunciatoria sobre la guerra sucia de los estados contra el terrorismo y la connivencia geopolítica de las agencias de inteligencia internacionales.

Una causa que nos lleva a aquel triste asesinato de seis sacerdotes y profesores jesuitas, cinco de ellos españoles, y dos mujeres del servicio ocurrido en la residencia de la Universidad Centroamericana (UCA) de San Salvador en 1989, para narrarlo desde la perspectiva de la única testigo de la matanza ejecutada por miembros del ejército y no por la guerrilla del FMLN tal y como se proclamaba desde las instancias oficiales.

El periplo de esta mujer, esposa y madre humilde y atribulada, interpretada sin mucha contención por Juana Acosta, no sólo resulta tan endeble y moroso como la propia construcción de su personaje, al que la película sigue y abandona entre interrogatorios, conversaciones de pareja y recuerdos sin demasiado criterio, sino que además vienen inscritos en una caprichosa estructura narrativa que juega precisamente en contra de la creación de posible suspense que le dé al filme un mínimo pulso en su paulatina revelación de los acontecimientos.

Por si todo eso no fuera suficiente, Uribe lo termina aplanando aún más con una puesta en escena acartonada, desvaída y errática y una más que dudosa dirección de actores (con la aparición poco lucida de Carmelo Gómez o Karra Elejalde como el rector Ignacio Ellacuría) que hacen de Llegaron de noche un trabajo discursivo, superficial, plúmbeo, sin verdadero contexto, mordiente política ni tensión dramática.