agricultura

El último reducto de la vendimia a mano

  • La corta de la uva con tijera apenas resiste ya en las viñas de los cooperativistas, principales guardianes de una tradición desplazada por el avance de las máquinas

Amanece en la viña El Canónigo, en el Marco de Jerez. Una cuadrilla de una treintena de temporeros pertrechados con tijeras y espuertas recorre los líneos en el primer día de vendimia. A las nueve y media de la mañana, los termómetros marcan 25 grados a la sombra, treinta y tantos a pleno sol, por lo que el sombrero, la gorra o cualquier otro utensilio que sirva para protegerse la cabeza es fundamental para no sufrir un desmayo en la dura jornada de trabajo que aún les queda por delante.

La vendimia manual se mantiene aún en un 70% de las viñas en manos de cooperativistas

"Cada vez es más complicado encontrar gente para la vendimia. El trabajo es el que es, pero los que están con nosotros suelen repetir; será que los tratamos bien", bromea Francisco José Monje, cotitular junto a sus dos hermanos de El Canónigo que hace las veces de capataz en el inicio de la campaña en esta pequeña viña de 12 aranzadas -poco más de cinco hectáreas- situada en el pago Tizón, en la carretera del Calvario. La viña El Canónigo apenas da para dos días y medio de recolección, tres a lo sumo, pero la cuadrilla contratada por los Monje sumará 12 o 13 jornales en las 80 aranzadas -36 hectáreas- repartidas entre sus cuatro viñas y que a la postre vienen a ser entre 570 y 617 euros.

La jornada laboral comienza a las siete y media de la mañana y finaliza a las tres de la tarde, "siete horas limpias y media hora para el bocadillo", indica el propietario de la viña, quien tras las primeras batidas augura una merma en la cosecha del 20% o el 25% sobre la media habitual, pero que de disparará entre el 30% y el 35% respecto al año pasado, que fue un año con una producción excepcional. De momento, y pese a las dificultades para encontrar mano de obra, Francisco José Monje y sus hermanos no se plantean transformar la viña para adaptarla a la vendimia mecanizada.

Ana María, sanluqueña de 46 años y una de las dos únicas mujeres en esta cuadrilla de temporeros -la otra es su cuñada Mari Carmen-, acumula ya 15 años de experiencia en la vendimia. "Antes había más mujeres, pero si no vienen es porque tienen otros trabajos o porque les ha tocado algo", explica. Aunque la vendimia no da muchas peonadas, está mejor pagada que otras campañas, y entre una cosa y otra, lo importante es tener los jornales necesarios para cobrar el subsidio, relata esta jornalera, de las más veteranas, aunque no tanto como Luis Rivas, que lleva "un porrón de años" cortando uva, los seis o siete últimos en las viñas de los Monje.

Este bracero de El Cuervo también compagina la vendimia con otras faenas agrícolas, ya sea el abono de tierras con tractor o "cualquier cosa que salga, y así seguir hasta que el cuerpo aguante". Un jornalero experimentado como Rivas puede recoger unos mil kilos de uva al día -las máquinas triplican esta cantidad, pero tienen otros inconvenientes-, y eso que este año arrastra desde hace un mes problemas de ciática.

Si Ana Mari y Luis son la voz de la experiencia, el también cuerveño Alberto Ferrati lo es de la juventud. Con apenas 18 años, este joven afronta con energía y desparpajo su tercera vendimia en el Marco y la segunda con la familia Monje. Después de dejar los estudios, se inició como temporero escardando las marismas en el bajo Guadalquivir, pero confiesa que prefiere mil veces el trabajo de campo que la hostelería.

Alberto, que tiene amigos en los dos bandos, admite que pese a la dureza del trabajo, no se arrepiente de su elección, sobre todo por los horarios, pero también por los salarios, y "si no viene más gente a la vendimia de El Cuervo, donde la mayoría de la gente está en el campo, la hostelería o las vías del tren, es porque esta fecha es muy mala, ya que coincide con la campaña del pimiento, la cebolla...".

Los 33 jornaleros ocupados en estos días en El Canónigo, "34 conmigo" precisa Monje, vienen de Sanlúcar, El Cuervo y Jerez. Son los mismos que realizarán la vendimia en las otras tres viñas propiedad de esta familia de viticultores, vinculada de toda la vida a la cooperativa de Las Angustias.

La cooperativa jerezana, que el viernes abrió su lagar para recibir las primeras entregas de uva, es prácticamente el último reducto que queda en Jerez de la vendimia a mano. De hecho, mientras que las cosechadoras mecánicas abarcan ya el 80% de la superficie total de viñedo de la Denominación de Origen, en las viñas de los cooperativistas la situación se invierte, ya que en el 80% -unas mil hectáreas de las 1.200 bajo el paraguas de las Angustias- se impone la tradicional corta a mano, que también se mantiene en contadas parcelas de bodegas para la elaboración de vinos selectos y en alguna zona del viñedo del Marco inaccesible para las máquinas.

"Para tener calidad hay que vendimiar a mano, aunque luego las bodegas no quieren pagar más por los mostos de uva cortada a tijera", explica el presidente de la cooperativa, Salvador Espinosa, centrado en estos días en la intensa actividad del lagar en el que entregan sus uvas los socios cooperativistas y en el seguimiento de la campaña en las 220 hectáreas de viñedo de su propiedad a través de Bodegas Díez Mérito. Espinosa, que también trabaja con cuadrilla fija, en su caso unos 200 temporeros igualmente llegados de Sanlúcar, Jerez, El Cuervo y alguna población más de la zona, corrobora la dificultad que hay hoy día para encontrar mano de obra, sobre todo joven, para cortar uva.

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