Córdoba cf - ud almería

El Arcángel, ¡una auténtica fiesta de locos!

  • Tras 90 minutos trepidantes, cordobesistas y almerienses disfrutan juntos del objetivo cumplido de su equipo. El filial es homenajeado sobre el césped.

En una de sus canciones más conocidas, René Pérez Joglar, rapero puertorriqueño y líder del grupo Calle 13, describe una fiesta colérica y desenfrenada. Un jolgorio sin orden alguno, en el que las emociones se desatan al ritmo de la música y las conciencias se dejan llevar por la euforia de manera desatada en un mar de sensaciones compartidas. Una canción, al fin y al cabo, pero que ayer retrató a la perfección lo que se vivió en El Arcángel durante 90 minutos que pasarán a la historia del cordobesismo pase lo que pase a partir de ahora. 90 minutos que pusieron a prueba la resistencia de los corazones blanquiverdes y en estado de alerta a los cardiólogos de la ciudad.

 

Desde un par de horas antes del partido ante el Almería, el ambiente era ya el de las grandes citas en los alrededores de El Arcángel. La tensión se mascaba en ambas aficiones, con unos 1.000 seguidores rojiblancos desplazados hasta Córdoba confiando en la postrera salvación de los suyos. Esta vez, la cara de agobio se hacía notar en el bando contrario. Al fin y al cabo el Córdoba tenía la situación más o menos favorable y controlada, aunque luego el partido se encargó de demostrar que eso no era tan así. Como mandan los cánones en estas grandes citas, la afición blanquiverde recibió a sus jugadores a su llegada al estadio como auténticos héroes. El objetivo del ascenso directo hace tiempo que se esfumó pero la afición cordobesista supo entonces agarrarse al play off como meta deseable para hacer de tripas corazón y poner todo de su parte. Ayer, de nuevo lo hizo desde el primer minuto, agotando el papel en todas las zonas del campo y propiciando una sensación de lleno que tan solo quedó neutralizada por la ausencia de un leve número de abonados.

Fue un día el de ayer en el que en la grada se rozó la esquizofrenia por momentos, en el que los aparatos radiofónicos pasaron a ser objetos de primera necesidad, y en el que el más pintado ejerció de avanzado matemático para calcular sobre la marcha triples, cuádruples y hasta quíntuples empates, que luego quedaron neutralizados por el salvador gol de Raúl de Tomás. Para empezar, la distribución de la afición almeriense, colocada a ambos extremos de Tribuna en sendos grupos de unos 500 aficionados cada uno, ya generó desconcierto en la animación.

El único momento de verdadera tranquilidad llegó en los prolegómenos del pitido inicial, cuando los chavales del Córdoba B saltaron al césped para recibir el merecido tributo por el ascenso a Segunda División B logrado la pasada semana. Un éxito nada habitual por estos lares y que quizás ha pasado demasiado de puntillas en estos últimos días, un tanto eclipsado por el reto que el primer equipo afronta en estas últimas semanas de campeonato. Al menos ayer, los chicos pudieron recibir el aplauso de todo el estadio lleno, más allá del constante recibimiento que sus fieles llevan brindándole durante toda la temporada. En su paseíllo por el césped de El Arcángel, faltaron, por motivos obvios, Abel Moreno, Moha Traoré y Sillero, citados ayer por Oltra y que en ese momento escuchaban las últimas consignas de su técnico en el vestuario.

El pitido inicial desató la marea de sensaciones en la grada. Pronto comenzaron a llegar los goles en otros campos para salpicar el estado de ánimo de una afición y de otra. Comenzó saltando la del Almería, con un gol del Valladolid ante el Mallorca que allanaba su camino hacia la permanencia. Minutos después, era la del Córdoba la que enloquecía con los tantos conseguidos por el Llagostera, que sorprendentemente dejó fuera de juego al Zaragoza con una goleada escandalosa. Se movían todos los resultados excepto el del duelo entre la Ponferradina y el Girona, a posteriori el más decisivo para el destino de los dos contendientes del choque en El Arcángel. La zozobra se apoderó del cordobesismo con el gol del Almería. Otra vez caminando sobre el alambre, dependiendo de terceros para mantener el puesto de play off y sufriendo ante la incapacidad propia para amarrar el objetivo. Lolo Reyes apareció entonces de salvador, autoexpulsándose y desatando la euforia en la grada, que desde entonces vivió el choque más en pie que sentada.

El empate de Raúl de Tomás cambió el miedo de bando. Eran entonces los almerienses los que temían un gol de la Ponferradina ante el Girona porque podrían quedar en descenso (el Mallorca ya había sentenciado por entonces su victoria en Valladolid). En El Toralín el resultado no se movía pero se intuía que lo haría en los minutos finales. Y para colmo el Córdoba no podía perder el empate porque quedaba expuesto. Fueron entonces los minutos de mayor tensión, hasta que el Girona desequilibró su partido en Ponferrada y la afición almeriense explotó de alegría, viendo la permanencia hecha a diez minutos del final. Los cordobesistas, contagiados por esa ola de euforia, se sumaron a la fiesta, pese a que ese gol de los gerundenses significaba retroceder desde la cuarta hasta la quinta plaza y perder el factor campo en las eliminatorias de ascenso. A esas alturas, ni las cabezas estaban ya para razonamientos lógicos ni la posición final en la tabla importaba demasiado siempre que el conjunto blanquiverde estuviera entre los seis primeros. De ahí al final del choque, ambas aficiones se felicitaron mutuamente y el pitido final incendió el ambiente. En El Arcángel nadie lloraba, ambos bandos festejaban sobre el césped. Los blanquiverdes por el camino que se les abre hacia el ascenso; los rojiblancos por el alivio de verse permanecer en el fútbol profesional después de una temporada para olvidar.

La vuelta al ruedo final de los jugadores coronó una noche a la que los veteranos del Córdoba no tuvieron acceso, después de que el club decidiera retirarse las credenciales para acceder al estadio como consecuencia de la rueda de prensa en la que el colectivo anunció su ruptura de relaciones con la entidad. Un detalle turbio que ensució la fiesta de locos que ayer se vivió en El Arcángel.

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