Cordobeses en la historia

El alcalde que enunció el plan Renfe y que alentó la UCO

  • Antonio Alarcón Constant nació en la calle Enrique Redel, fue alumno de Ortiz Juárez y Antonio 'El del Lunar', apuntador de Rafael Castejón y puente entre Antonio Guzmán Reina y Julio Anguita

EN el barrio de Santa Marina se abre la calle Alarcón López en memoria del fundador de las bodegas desparecidas a finales de los 70. Su hijo Antonio mantuvo el negocio después de unirse a Elisa, hija de Juan A. Constant, un general de Cuba que, ya de vuelta, abrió una fábrica de tejidos de lana en la calle Enrique Redel, 9. En aquel domicilio se instalaron Antonio Alarcón Zeedor y Elisa Constant del Rosal, y allí nacieron los cuatro hijos del matrimonio: Elisa (que falleció siendo niña), Encarnación, Ana y, el 23 de noviembre de 1923, Antonio Alarcón Constant, destinado a ocupar un sitio destacado en la historia de Córdoba.

En su memoria, prodigiosa, conserva intacta la casa en donde nació; los telares, las madejas envueltas en caña, las risas de las muchachas, los tintes y los secaderos que aguardaban a la vuelta del Colegio Francés, en el que ingresó a los tres años y aprendió el Padrenuestro en el idioma galo. En Cultura Española de la Salle entró con 10 años y concluyó el Bachillerato en 1942. En medio, recuerda una guerra que lo truncó todo. Un sábado, como tantos de verano, subió a ver a sus amigos, Pepín Fragero y Ricardo López, sobre su inseparable bicicleta. Sólo encontró a este último en la avenida de Cervantes, inusualmente solitaria, por la que aparecieron un grupo de soldados, el cañón que acabó junto a la Plaza de Los Tejares y, al frente, un mando pistola en mano. "Esto se está poniendo serio -le dijo Ricardo-, mejor nos vamos". Y escapó como pudo por Colón hasta Isabel Losa.

El espíritu empresarial familiar se dejaba entrever en el niño que, con 12 años, proyectaba su Cine Mix para amigos y primos entre los telares de la fábrica. Así le sorprendió el primer bombardeo a Córdoba a principios de agosto de 1936. La casa quedó en ruinas y se trasladaron a Duque de Hornachuelos. El sótano de los antiguos Almacenes Sánchez era el refugio y la azotea el lugar desde donde mirar las palomas mensajeras y las aves de acero, junto al palomero Francisco Sánchez Guerra El Veneno. Muchas décadas después le escuchó hablar de aquella guerra en un ambulatorio malagueño. Y se reconocieron.

Después del 39, sintiendo la vocación de médico, pero siguiendo los deseos del padre, terminó los estudios de Perito y Profesor Mercantil, compatibilizándolos con el trabajo en la bodega. Por libre se licenció en Ciencias Económicas en Málaga, donde su memoria vuelve a sorprender, ahora al profesor de Derecho Civil José Luís García Hirschfeld, con un impecable examen oral.

De las milicias universitarias en Ronda en 1946, arrastra la lesión mal curada y provocada por un caballo, que no le apartó sin embargo de su pasión por la equitación. Ciclista y actor, perteneció al Teatro Español Universitario del SEU, en donde coincidió con Rafael Castejón y su mujer como actores principales. Ante los papeles secundarios que siempre le dejaban, optó por el puesto de apuntador. Así aprendió (cómo no) de memoria, todas las obras. Todavía, a sus 86 años, recita de corrido pasajes de En Flandes se ha puesto el sol de Marquina.

Quiso ser saxofonista, pero las 800 pesetas que le pidieron por el instrumento le hicieron desempolvar dos viejas guitarras del abuelo. El maestro Antonio El del Lunar le enseñó, y su hijo Juan Serrano (el que pone soleares a las horas de Córdoba), conserva la segunda guitarra heredada. Tenor lírico, lo mismo recibió aplausos interpretando Tosca o La Bohème de Puccini, que premios de peñas populares y flamencas de Córdoba o Málaga.

Paseando por Cruz Conde se enamoró de Magdalena Pallarés Muñoz-Cobo, la hija mayor de la Condesa de Colomera que inmortalizara Julio Romero en uno de sus cuadros más conocidos. Tres años después (1950) se casaron en La Compañía. Nacieron Magdalena, María Elisa, Antonio, Cecilia y María del Mar. La primera, Maneni, heredó el apelativo cariñoso de la madre y el duende flamenco del padre. Su muerte, a los 21 años, consternó a la ciudad. Cuando en 1971 ocupa el sillón de la alcaldía de Córdoba, Antonio Alarcón Constant llevaba tras de sí la experiencia de una concejalía desde 1961. Un año después de ser nombrado regidor recibía la Encomienda de Alfonso X El Sabio por su colaboración en la creación de la Universidad de Córdoba. Comenzaba así una etapa intensa de recepciones, visitas, proyectos y congresos: Saddam Husseim, en diciembre de 1974; la primera visita oficial de los Reyes, en abril de 1976; la del Conde de Barcelona, en noviembre de 1978; los Congresos Internacionales de Filosofía Medieval, en el 72, de Historia del Arte y el de Amistad Islamo-Cristiana de 1977.

En mayo del 75 un centenar de expertos asistieron al Congreso del Alcázar cordobés para valorar las características de la Mezquita como Monumento Patrimonio Mundial, que fructificó en la Declaración de Buenos Aires del 2 de noviembre de 1984, y en 1976 abrió sus puertas el Teatro al Aire Libre (la Axerquía). Pero quizá los más desconocidos logros de este Alcalde sean el Real Decreto 3622/1977, de 21 de diciembre, para la ejecución de la Red Arterial Ferroviaria de Córdoba, publicado en el BOE núm. 46 de 23 de febrero de 1978, que de facto supuso la aprobación del Plan Renfe. La publicación en el mismo número de la Ley 10/1978, de 20 de febrero, salvó de la piqueta al Gran Teatro.

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