Seis restaurantes de Córdoba donde comer de lujo mientras ves obras de arte
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Córdoba está salpicada de auténticos templos del buen comer, al abrigo de cuyas paredes es posible contemplar fotografías únicas, carteles históricos, imponentes cuadros y suntuosas joyas. El arte completa la experiencia gastronómica y la comida se convierte en arte.
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El restaurante de Córdoba que conserva el cartel de la última y mortal corrida que toreó Manolete
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Bodegas Campos, el auténtico museo de la fama de Córdoba, en fotos

El Patio de María (Don Rodrigo, 7) cuenta con Artio, un espacio con arte que será la casa de artistas que quieran exponer y contar su historia en el patio. Se ha estrenado con las creaciones de los artistas Pepe Luque y Antonio Guerra, cuyas obras conviven en la exposición Somnium Urbis, un compendio de historia, cultura, fotografía y joyería. Al margen de esta muestra, el corazón del establecimiento es un auténtico patio cordobés, en torno al cual se articulan las estancias de una casa con solera. Su carta es el reflejo de una cocina de producto, que fusiona a la perfección lo mejor de la tradición y la vanguardia culinaria española. Por supuesto, no faltan algunos clásicos de la gastronomía cordobesa, como el salmorejo, el flamenquín, el rabo de toro, la mazamorra o las siempre triunfantes berenjenas fritas, cuyo dominio ya se presupone.

La Casa de Manolete Bistró (Paseo de Cervantes, 10) es ya de por sí un auténtico monumento. Un palacete del siglo XIX, decorado suntuosamente, da cobijo al proyecto gastronómico del chef Juanjo Ruiz, que se caracteriza por una actualizada reinterpretación de la cocina local cordobesa, pero con sofisticados matices internacionales. Cada uno de sus salones tiene personalidad propia, aunque destacan por mérito propio los imponentes cuadros del pintor cordobés Fernando García-Herrera, que retrata magistralmente a Manolete y a José Ortega y Gasset, los dos moradores más famosos que ha tenido la casa. La otra zona del restaurante más frecuentada por sus clientes es el patio, presidido por la icónica fuente decorada con un azulejo de San Rafael, y donde clientes famosos y anónimos se fotografían constantemente.

El tercer integrante del grupo hostelero de la familia Rosales -además de Puerta Sevilla y La Posada del Caballo Andaluz- es Taberna La Viuda (San Basilio, 52). Tiene una completa carta de tapas y raciones donde se alternan las recetas más tradicionales con las más creativas, como su flamenquín de rabo de toro con chocolate o el atún marinado en cítricos con jengibre y soja. La experiencia artística comienza desde sus ventanas y su puerta, custodiadas todo el año por bonitas flores. Dentro esperan al comensal numerosos cuadros de temática popular y costumbrista, y el sonido (algunos días ) de un piano en directo.

Si alguna vez han soñado con almorzar o cenar envueltos en los colores, murmullos y fragancias propias del Patio de los Naranjos de la Mezquita-Catedral de Córdoba, no sueñen más. ¡Ya se ha hecho realidad! Uno de los decanos de la gastronomía cordobesa, El Churrasco (Romero, 16), alberga un salón cuyas paredes están cubiertas por bonitas imágenes del patio más famoso de Córdoba. Está equipado con dispositivos audiovisuales bajo reserva y resulta ideal para reuniones de trabajo. Este es sólo uno de los 14 impresionantes salones de este referente culinario cordobés, que ha dedicado sus más de 50 años de labor a profesar un respeto reverencial por el producto y cuyas vitrinas lucen orgullosas imponentes piezas con los mejores pescados, mariscos y cortes de carne únicos.

De la cocina de La Posada del Caballo Andaluz (San Basilio, 16) salen, eminentemente, recetas señeras de nuestra cultura gastronómica para poner en valor los sabores de la cocina de siempre. Cocinan a fuego lento, como antaño, y además disponen de platos de temporada para cada momento del año. Se aconseja reservar porque la afluencia es masiva en época de Patios y no irse sin degustar sus migas, el salmorejo y su pescaíto frito. Y des sus paredes cuelgan numerosas referencias a la belleza del popular equino.

Bodegas Campos (Lineros, 32) es uno de los decanos de la gastronomía de la capital. La casa señorial en que se ubica se articula en torno a varios patios espectaculares y su Sacristía, llena de botas de vino firmadas por ilustres visitantes. Cada uno de los comedores con que cuenta tienen personalidad propia, a la altura de su cocina: lo mejor de la tradición local. Es imprescindible probar el arroz con rabo de toro, sus frituras de pescado y la selección de ibéricos y quesos, que combinan a la perfección con las excelsas referencias de su bodega. A lo largo y ancho del establecimiento, el visitante se topa no sólo con un auténtico museo de la fama, integrado por las fotos de famosos que han comido allí; sino también con las botas de vino autografiadas por toda suerte de insignes comensales, así como carteles de ferias y corridas de toros de auténtico coleccionista.
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