En las promociones de TVE decían que se trata del acontecimiento deportivo más importante del verano. Como si el Mundial de Rusia fuera moco de pavo. O los Europeos de Atletismo de Berlín y de Natación de Glasgow. Los Juegos del Mediterráneo han llegado a Tarragona con un año de retraso sobre el calendario previsto y con la mayoría de las localidades por vender. En cualquier caso, la televisión pública va a volcarse con ellos. La última vez que se celebraron en nuestro país sucedieron en Almería. Y verse, lo que se dice verse, se vieron poco.

La versión oficial, que es la que veremos y escucharemos a través de Teledeporte, hablará de todo lo que se desarrolle en Tarragona en positivo y en términos épicos. Es lo que toca. Ya es triste que durante los días previos se haya hablado más del plante de Torra a Felipe VI que de lo estrictamente deportivo.

Sin embargo, lo que tenemos por delante, televisivamente hablando, es la posibilidad de ver una versión reducida de los Juegos Olímpicos libres de cualquier tipo de pausa publicitaria. Con una calidad de imagen tan potente que nos puede servir para testar las prestaciones de esas nuevas pantallas que muchos habrán estrenado tentados con motivo del Mundial de fútbol.

La desproporción entre lo que habrá costado la fiesta (las infraestructuras, la estancia de los participantes y acreditados, la institucional y la estrictamente televisiva) será de campeonato. Y sería curioso conocer las cifras, partida a partida, de lo que ha costado el dispendio de los Mediterráneos. Pero no seremos nosotros quienes lo pongamos en entredicho.

Tarragona 2018 nos dará la medida de hasta dónde es capaz de llegar el dispositivo tecnológico de TVE a fecha de este verano.

Y solamente por eso merecerá la pena zambullirnos durante una semana en la señal de Teledeporte.

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