Marruecos traslada la geoestrategia hasta la zona cero del terremoto
Rabat premia a España, en luna de miel desde el giro de Sánchez en el Sáhara, y se ceba con Francia al rechazar su ayuda humanitaria
"Necesitamos alimentos, pero sobre todo un techo"
Marrakech/Cuando ni los rescatistas ni las tiendas de campaña habían llegado aún a las aldeas del Alto Atlas arrasadas por el terremoto, la diplomacia estaba ya allí. Siempre lo estuvo. En realidad, el juego de las relaciones internacionales está invariablemente presente en el centro de poder de Rabat, el majzén, y condiciona cada una de las grandes decisiones de las autoridades marroquíes. La gestión de la ayuda humanitaria de una comunidad internacional que se volcó con las víctimas de la tragedia desde las primeras horas del pasado 9 de septiembre no ha sido la excepción.
Oficialmente, aunque la ayuda ha llegado de un buen número de países en forma de organizaciones no gubernamentales, organismos de cooperación estatal y grupos de voluntarios, Marruecos sólo ha aceptado ayuda, cuando han transcurrido ya nueve días desde el temblor de tierra con epicentro situado a unos 70 kilómetros al sureste de Marrakech, de cuatro países: Emiratos Árabes Unidos, Qatar, el Reino Unido y España.
Al aceptar únicamente ayuda humanitaria de los citados cuatro Estados, Marruecos los premia ante la comunidad internacional con la exhibición de amistad y agradecimiento frente a los no elegidos. Con la excepción de España, vecino y primer cliente comercial, lo cierto es que no se trata de los socios más importantes y constantes de la monarquía marroquí (entre los cuales habría que citar, por encima de los demás, a Estados Unidos).
Pero el mensaje de Rabat es inequívoco: aunque la necesidad es mucha, no se aceptará ayuda de cualquiera. Marruecos es un país soberano capaz de conducirse sin tutelas exteriores y solo unos pocos países amigos tienen el privilegio de ser bienvenidos en casa. Y lo son porque han dado suficientes y renovadas muestras de lealtad. Y la principal muestra de lealtad no es otra que el apoyo de los citados países a las tesis defendidas por Marruecos en el conflicto del Sáhara Occidental. Más que el principal objetivo de la política exterior de Rabat, se trata de una auténtica cuestión existencial para el régimen monárquico.
En el caso español, después de largos meses de tensión -que tuvieron su cénit en la primavera de 2021 con la entrada secreta en nuestro país del líder del Polisario y la crisis migratoria de Ceuta-, el giro diplomático firmado por Pedro Sánchez, una carta dirigida a Mohamed VI en la que el presidente del Gobierno expresaba su respaldo a la propuesta de autonomía marroquí para el Sáhara Occidental como "la más seria, creíble y realista", servía para abrir la actual etapa de colaboración y confianza entre Madrid y Rabat.
Con todo, el principal aldabonazo reciente a las posiciones de Rabat fue la declaración de la presidencia estadounidense, en los últimos días de la Administración Trump, en apoyo de la soberanía marroquí sobre el territorio en diciembre de 2020. Aunque la legalidad internacional siga considerando a la que fuera colonia española territorio pendiente de descolonización, la citada fecha marca el comienzo de una desacomplejada estrategia diplomática por parte de Rabat dirigida a recabar, con el uso de la presión, apoyos explícitos entre sus principales socios y vecinos.
A través de sus terminales informativas, Rabat se ha encargado también de hacer hincapié estos días en que, no casualmente, tanto España como el Reino Unido, Emiratos y Qatar son monarquías como Marruecos, un recordatorio de que el rey Mohamed VI, a pesar de su marcado perfil bajo durante todos estos días –el monarca se ha dejado ver físicamente sólo en tres ocasiones, una, en persona, al visitar a algunos de los heridos en un hospital de Marrakech y dos veces más presidiendo sendas reuniones de crisis en Rabat-, es jefe de Estado ejecutivo de Marruecos. Un rey que reina pero, sobre todo, gobierna.
Con todo, y sin petición oficial la ayuda ha llegado también de dos repúblicas socias de Marruecos como Estados Unidos e Israel, a través de una donación de Usaid, la agencia de cooperación nacional, y de rescatistas del Magen David Adon, el servicio estatal de emergencias, respectivamente. En el caso de la ayuda española, esta llegó a través de un contingente de la Unidad Militar de Emergencia (UME), desplegado en el Atlas desde el domingo 10 de septiembre, además de mediante una pléyade de ONG, bomberos y voluntarios y donantes individuales.
Castigo a Francia
Y si Rabat ha pretendido premiar, entre otros, a España, ha castigado a Francia, la antigua potencia colonial, tradicional primer socio económico y principal valedor de los intereses marroquíes en la Unión Europea. Los dos países viven más de dos años de tensión relacionada con el supuesto espionaje marroquí al presidente francés, Emmanuel Macron, mediante el programa Pegasus, las restricciones en la concesión de visas a ciudadanos marroquíes y, por supuesto, las reticencias de París a apoyar de manera más explícita las tesis marroquíes en el conflicto del Sáhara Occidental.
Desde las primeras horas de la crisis quedaba claro que Marruecos no iba a estar dispuesto a que las autoridades francesas se apuntaran el tanto. Desde Francia se confirmaba que su ofrecimiento no había sido atendido por las marroquíes, y el presidente Emmanuel Macron difundía el martes un vídeo en las redes para dirigirse directamente a los marroquíes y pedir el fin de “la polémicas”. El gesto agravaba por momentos el desencuentro.
En medio de la polémica, la ministra francesa de Exteriores, Catherine Colonna, anunciaba una visita de Macron a Marruecos a instancias del rey Mohamed VI. Las autoridades marroquíes, en un gesto inequívoco de que, por el momento, no tienen intención de rebajar la tensión con Francia, aseguraban este sábado a través de una fuente gubernamental citada por la agencia oficial de noticias que la visita del presidente francés “no está en el orden del día y no está programada". La misma fuente se mostraba “sorprendida” de que la jefa de la diplomacia francesa tome “esta iniciativa unilateral y se haya dado la libertad de hacer un anuncio no concertado sobre una cita bilateral importante".
La realidad de la crispación entre Rabat y París, alimentada en parte por los medios y también por un sector de la intelectualidad que denuncia desde hace años las “actitudes neocolonialistas” de las autoridades francesas hacia Marruecos contrasta con la relevancia cotidiana que tienen empresas, organizaciones e individuos franceses en la vida de Marruecos. No en vano, el propio rey Mohamed VI tiene varias propiedades en suelo francés y se encontraba en París cuando se produjo el temblor de tierra.
Más de nueve días, en fin, después del temblor de tierra, la ayuda sigue llegando al país magrebí, no siempre de manera lógica y ordenada, tanto en forma de donaciones como de material alimentario y logístico, desde el exterior. La geoestrategia estuvo y seguirá estando presente, condicionándolo, en el largo camino de la reconstrucción moral de los supervivientes y física de la zona, la más olvidada por el Marruecos de moqueta y mármol.
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