La pasión callejera de San Basilio
Pasión
El cortejo logra salir a las calles de este barrio castizo tras una espera de cuatro años



Sólo hay que bajar los escalones que separan San Basilio del resto del mundo. Sólo hay que bajarlos para adentrarse en uno de los barrios más castizos de Córdoba, tras cuatro años afrontando y sufriendo los rigores y las inclemencias del tiempo. Por eso, su salida de ayer fue de clara venganza. Con el sol de cara y el cielo sin nubes. Una victoria ganada y su puesta en la calle, el triunfo absoluto, que volvió a incluir su paso por la Catedral.
"Ya era hora de que nos tocara salir", comenta Manoli, una cordobesa que después de vivir "muchos años en Madrid" en 2001 regresó a su Córdoba natal y, desde entonces, no ha podido disfrutar demasiado del Miércoles Santo. Sin embargo, ayer cambió la suerte de estos años pésimos para la hermandad de la Pasión. El corazón de San Basilio estalló.
Sin ni siquiera intuirlo, un servidor llega e intenta abrir paso para que los nazarenos puedan pasar. La gente se ha adueñado de la calle San Basilio, engalanada con colgaduras. No hay hueco, ni siquiera en la parroquia de La Paz, donde aún cuelga un cartel en el que se lee: "Prohibido aparcar por ensayos de pasos. De lunes a viernes, a partir de las 21:30". El cartel permanece porque es Miércoles Santo y Nuestro Padre Jesús de la Pasión sale a la calle. Los nazarenos siguen con su paso y las esclavinas aparecen con sus caramelos, con sus botellas de agua y zumos. Que la estación de penitencia es larga para todos; para los que salen y para los que la siguen.
Los costaleros no tardan en sacar el paso de misterio. La caoba emerge del templo. Silencio, mientras todo el público mira hacia el paso, los nazarenos morados continúan con su paso hacia adelanto. Las órdenes del capataz continúan escuchándose en la cercanía del paso, cuando la agrupación musical del Santísimo Cristo de Gracia toca una aguda Marcha Real. Los aplausos son inmediatos. "Hay que seguir, valientes", anima el capataz de la Pasión a los costaleros que portan al Señor, una talla anónima del siglo XVII. El gentío ahora intenta hacerse más pequeño, como desaparecer entre los muros del número 26 de la calle San Basilio. Los costaleros brindan el paso a Paula, sentada en el primer piso del edificio. Una mujer enferma, hermana mayor de la hermandad de la Virgen del Tránsito, y a quien todo el barrio conoce. Paula llora y ayudada por sus familiares se pone en pie y lanza un clavel al paso. Llora Paula, llora un joven costalero al verla, llora San Basilio entero por la dulzura y sencillez de esta mujer "que ha estado siempre vinculada a la parroquia", cuentan.
La bulla es ahora más extensa, más larga y llega hasta el final de la calle San Basilio. No importa. La gente aguanta la espera, los pisotones. Hay que esperar a que María Santísima del Amor y San Juan Evangelista salgan del templo para rezarles, algunos, aplaudirles, otros y, todos, para persignarse a su paso. Mientras tanto, Paula, que fue cuñada de Guillermo Romero, un antiguo párroco de la Paz, mantiene el tipo, como puede, pero sigue en su balcón. Devota ella, se sabe un poco protagonista del Miércoles Santo en San Basilio, a su pesar. La Virgen sale y Paula se levanta y llora al contemplarla.
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