Semana Santa

El mensaje más valioso, de la forma más sencilla

  • l vía crucisLa plaza de la Trinidad enmudece a la salida del Santísimo Cristo de la Salud que recorre las calles de la Judería entre el silencio y la solemnidad que caracteriza a la hermandad

"Jesús es condenado a muerte". La primera estación de penitencia del Vía Crucis, con el Cristo de la Salud ya en la calle, se reza en la iglesia de la Trinidad en el más absoluto silencio pese a que la plaza está abarrotada. Son las 20:20 y la solemnidad contrasta con el murmullo de hace sólo unos minutos. El tiempo, los nubarrones, la que está cayendo en Sevilla o la próxima hermandad que se incluye en la particular ruta del cofrade son conversaciones que se entremezclan esperando la salida del Vía Crucis. Casi nadie teme que el Crucificado se quede en su templo, pues esta hermandad siempre ha sido valiente ante la amenaza de lluvia, ya que a su favor juega que las dimensiones de la imagen permiten que se pueda resguardar casi en cualquier sitio. La tranquilidad de siempre, sin embargo, dejó este año un hueco para la duda, ya que un retraso de 15 minutos hizo que algunos fieles empezaran a pensar si la estación de penitencia corría peligro.

Pero cuando la duda empezaba a convertirse en temor, sobre las 20:15, las campanas de la Trinidad comenzaron a repicar y las puertas de la iglesia se abrieron, al tiempo que se hizo el silencio. Empezaba a oscurecer y los nubarrones y el viento acompañaban a crear ese clima tenebroso que caracteriza al Vía Crucis. Los tambores roncos se abrían paso y cruzaban la plaza encontrándose a de frente con el altar que tradicionalmente expone al público la Escuela de Artes y Oficios Mateo Inurria. El toque de los tambores es el anuncio para que el murmullo desaparezca. A continuación, los nazarenos con túnica, cubrerrostro y zapatillas negras, simbolizando el luto y la penitencia con una cruz de madera a cuestas. La larga fila de nazarenos hace que deje de oírse a los tambores y aún no ha aparecido el Cristo. Pero el silencio sigue. Unos minutos después aparece el Cristo de la Salud portado a hombros por tres hermanos y, tras él, el palio de respeto. "Jesús es condenado a muerte" reza el párroco de la Trinidad mientras que los fieles contestan con el Padre Nuestro. Comienza la primera estación de penitencia e impera el respeto y la solemnindad. A veces sólo se necesita el silencio y una imagen portada a hombros para simbolizar el dolor y entender de verdad el mensaje tantas veces repetido de que "Dios murió por todos nosotros". Una saeta irrumpe para hacer el momento todavía más sentido. La voz suena limpia y nadie pide a nadie que se calle para escuchar. No hace falta.

El cortejo avanza y se encamina por las callejuelas de la Judería en un recurrido que le lleva de paso por la Mezquita. Pero, al menos en la Trinidad, el silencio ya ha desaparecido. Toca a los tambores ir haciendo callar a la multitud a su paso.

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