La Esperanza

La brisa suave que mece con arte a los gitanos de San Andrés

  • La Hermandad de la Esperanza sale con el único contratiempo de la alteración del recorrido

Imposible llegar sin una buena dosis de paciencia y pidiendo favor tras favor para llegar a San Andrés. En la calle Hermanos López Diéguez el gentío se convierte en una bulla compacta que se mueve unida, vamos, al unísono. Si alguien mueve un pie, el de al lado estira la pierna. Si alguien levanta el brazo, otro se queja. Cualquier movimiento se lleva a cabo bajo una concienzuda meditación previa. Pero todo da igual. Ni la espera, ni el sol de media tarde, que encontró en el atrio del templo fernandino el lugar perfecto para dejar caer con fuerza sus rayos, hicieron mella en un barrio volcado con sus titulares gitanos.

Sin embargo, la bulla se abre y deja paso al diputado mayor de gobierno, que acompañado por su hijo, logra acceder a la puerta principal de San Andrés y que dé comienzo el cortejo, que ayer se vio alterado por el derrumbe del tejado de una casa de la calle San Pablo. Tres golpes es lo tradicional, pero los de ayer fueron seis, ya que el hijo del diputado también hizo de llamador. "Los gitanos van a salir", dice antes de llamar, mientras que tras la apertura de las puertas su hijo le pregunta "¿Lo he hecho bien, papá?", al tiempo que el orgulloso padre responde: "lo has hecho perfectamente".

Y la bulla se mueve, en su sitio, cambia de postura e intenta evitar el sol, que pega fuerte en la cara, sin compasión y se enzarza en una lucha con la ligera brisa, que consigue ofrecer una bendita tregua cada cierto tiempo.

Los primeros aplausos no tardan en sonar y el incienso sube y sube hasta dejar casi oculta la puerta de San Andrés, que en breve atraviesa Nuestro Padre Jesús de las Penas. "Viva el gitano de San Andrés", gritan los fieles, entre sonrisas, lágrimas y abrazos de consuelo por verle en la calle. El titular continúa ahora su rumbo y la bulla vuelve a su forma original. No es una tarea difícil, sino más sencilla, sólo hay que dar un paso atrás o hacia delante al mismo tiempo para regresar a la posición primitiva.

La espera, ésta sí, se hace larga hasta que aparece la Esperanza, la Virgen, también gitana de San Andrés. La bulla, sin embargo, aguanta estoica, porque quiere ver a su titular, a su madre. La brisa regresa y consigue relajar el ambiente que se ve alterado por la discusión entre varias personas por ocupar el sitio inadecuado. Tal es la discusión, que los costaleros que esperan su turno en la calle piden silencio para que la Esperanza toque el suelo de una vez por todas.

"Viva la gitana de San Andrés" se oye, al igual que "Esperanza, guapa". Los piropos hacia la Virgen no faltan en su salida, ni tampoco en todo el cortejo y, menos aún, a su paso por la Cuesta del Bailío, uno de esos rincones clásicos y, por excelencia, de los más llamativos de la Semana Santa de Córdoba que llegan a deslumbrar al menos cofrade.

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