Silencio contenido en el barrio de Santiago
EL reloj marca las cinco de la tarde y, como cada año, los fieles no paran de agolparse a las puertas de la parroquia de Santiago Apóstol, en Agustín Moreno. En el ambiente se palpa la emoción ante la llegada de uno de los momentos más esperados del Domingo de Ramos: la salida del Cristo de las Penas.
Las miradas de los fieles se clavan en la puerta de la iglesia, pero entre el murmullo comienzan a escucharse las peores premoniciones. "Esa nube negra seguro que trae agua, esperemos que pase rápido y podamos ver a nuestro Cristo pasear por nuestro barrio", comenta una señora mientras agarra con fuerza el mango de su paraguas. Los minutos pasan y las puertas del templo continúan cerradas. Pero los fieles no dejan de esperar al Cristo de las Penas, muerto en la cruz y acompañado por su madre, la Virgen, y por San Juan. "Seguro que al final deciden salir en procesión, puede que con media hora de retraso, pero ya verás como saldrán", asegura un joven mientra consulta el tiempo en su móvil.
En ese mismo momento, los aplausos estallan cuando los cofrades sacan del templo las tarimas, lo que indica que los nubarrones, que cada vez están más cerca, no merman las ganas de la hermandad de salir a la calle. "Mira mamá ya lo están preparando todo para la salida", le dice una niña a su madre, mientras en sus ojos aparece reflejado el brillo de la emoción.
A paso lento, el Cristo de las Penas sale de su templo. El cortejo nazareno -de negro y rojo- comienza a abrirse paso para llegar a San Pedro. Tal y como auguraban los peores pronóticos, las primeras gotas mojan el suelo. "No abras el paraguas", le pide una joven a su amiga. Todos contienen la respiración, pero los costaleros, sin temor, conducen a su Cristo a hombros, dirección a la Corredera, marcados por el son de la Saeta. "Sabía que este año nada nos iba a impedir ver a nuestro Cristo de las Penas", dice una devota emocionada.
Los nazarenos de esta cofradía de Santiago avanzan en todo momento sobrios, formales, camino de la carrera oficial, completando una de las estampas más típicas de la Semana Santa cordobesa. Durante todo el cortejo se respira la sensación de silencio contenido por la emoción de saber que la lluvia en esta ocasión ha respetado casi hasta el final.
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