Martes Santo en los ojos de un niño

Savia nueva.El Martes Santo es la jornada donde las hermandades tienen un cariz juvenil y universitario, desde San Rafael, desde el Barrio del Naranjo, desde el convento del Císter

El Prendimiento, a su salida de la basílica de María Auxiliadora en el año 1959.
El Prendimiento, a su salida de la basílica de María Auxiliadora en el año 1959. / Archivo Francisco Cerro

Los ojos de aquel crío tienen un brillo especial. La ilusión por descubrir algo nuevo es su principal motivo. Días atrás bajaba, acompañado de su padre, por la calle San Pablo dirección a su casa. En sus manos llevaba un capirote de cartón que le ha hecho Arenas, en la calle donde estuvo el Hospital de la Preciosa Sangre de Cristo. Ese cono de cartón le servirá para elevar hacía el cielo el antifaz de raso azulón que va a lucir el Martes Santo. En el colegio obtiene buenas calificaciones. Es un buen estudiante y, como premio, sus padres le van a permitir formar parte del cortejo de nazarenos de la cofradía que se ha fundado en la iglesia del colegio.

El empuje de la juventud y la ilusión por continuar unidos al colegio donde se han educado, ha hecho que un grupo de jóvenes haya aventurado a formar una nueva cofradía en la ciudad. Los contratiempos de los inicios no han supuesto obstáculo para ello. La ilusión y las ganas han podido contra la adversidad y una escena pasionista, inédita en la Semana Mayor cordobesa cono es el Prendimiento, recorrerá las calles de una ciudad que hasta hace poco se encontraba huérfana de nueva savia cofrade.

Nuestro niño se ha levantado tarde. Las vacaciones escolares y haber trasnochado hasta no ver entrar en San Lorenzo al Cristo del Remedio de Ánimas, han sido los causantes de tal pereza. Sobre una silla una blanca túnica, recién planchada por manos maternales, descansa esperando el momento de ser vestida. En una percha, colgada de lo más alto del armario, una capa de intenso azul ansiosa de volar mecida por la brisa de la primavera, también aguarda para ser lucida. El niño se levanta de la cama y pasa la mano por aquella capa, sintiendo así el tacto del tejido. ¡Qué ganas tiene que llegue la tarde-noche para vestir aquellas prendas!

En la calle los niños gritan alborozados. El juego y la risa son la bandera de esos años en que la vida no nos preocupa para nada, y lo poco que nos preocupa son cosas tan nimias que con poco se nos olvida. Hoy, Martes Santo, la única preocupación de aquel niño, que pronto dejará de serlo, no es nada más que acompañar la cofradía que sale de su colegio.

La hora ha llegado. Viste su túnica, su antifaz y su capa. Alumbra con un cirio a Jesús prendido por los judíos, mientras un romano a caballo contempla la escena. Judas arrepentido de su traición llora escondido bajo un olivo. El lento caminar no es cansancio para nuestro joven protagonista. La ilusión es más fuerte. Cuando la procesión termina, aquel niño ha quedado como Jesús también prendido. Prendido y cautivo de la Semana Santa, de su cofradía, de su religiosidad, y de tantas y tantas cosas que dan vida a las cofradías. Lo vivido aquella noche le ha marcado para siempre. Un nexo siempre irá unido a su hermandad. Crecerá y pasarán los años a su lado, hasta conformar un vinculo único.

Como el Prendimiento los años nos trajeron más cofradías. Todas marcadas por la juventud, su ilusión y su entusiasmo. El Martes Santo es la jornada donde las hermandades tienen un cariz juvenil y universitario desde San Rafael; desde el Barrio del Naranjo; desde el convento del Císter donde Cristo es despreciado por su pueblo y su Madre, Reina de los Ángeles, es consolada por el discípulo amado; donde en la vieja collación de San Juan la Santa Verónica enjuga el rostro de Cristo tras encontrarse con su Madre y las Santas Mujeres en los aledaños de San Andrés.

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