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La pandemia que estalló en 2020 ha cambiado la vida de muchas personas, hay quienes después de contraer el coronavirus se quedaron con algunos síntomas que se han seguido manifestado en sus vidas y eso ha llevado a que se denominen que son pacientes con covid persistente. Algunas de las secuelas que más se han prolongado en este tipo de personas afectadas de esta manera tan intensa por el virus han sido: la dificultad de respirar, disfunción cognitiva, fatiga y en algunos casos la ansiedad y la depresión.
Según lo que estableció la Organización Mundial de la Salud (OMS), los síntomas persistentes del coronavirus tienen que manifestarse al menos durante dos meses o tres tras haber dado positivo en la enfermedad. Durante este tiempo se ha ido sabiendo a través de diferentes estudios que muchos pacientes han presentado estos síntomas cuatro semanas más tarde desde el comienzo de la enfermedad, incluso se ha demostrado que hay personas a las que estas dolencias se le siguen manifestando incluso un año más tarde.
Este año se ha publicado un trabajo de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y en colaboración con Sant Pau, en el Journal of Neurology, que revela que la fatiga en los pacientes con postcovid está relacionada con padecer ansiedad, depresión y apatía.
"La fatiga persistente es algo muy invalidante y limita mucho la calidad de vida de las personas. Si una persona padece fatiga por covid, es importante ir más allá y ver qué otros síntomas o trastornos están asociados con esta condición", afirma Marco Calabria, investigador principal del artículo, miembro del grupo Cognitive NeuroLab de la UOC y profesor de los Estudios de Ciencias de la Salud.
Para el autor, ahora que conocemos el nexo entre la fatiga y la depresión, "los clínicos deberán explorar estos aspectos para orientar las pautas terapéuticas". Pero algo que no ha dilucidado dicha investigación es la dirección del efecto: "no está claro si la fatiga es la que genera depresión o a la inversa", explica.
Se estudiaron a 136 pacientes con coronavirus que acudieron al Hospital de la Santa Creu i Sant Pau aquejados de déficits cognitivos tras ocho meses de contraer el virus. "Encontramos que la fatiga está asociada con la atención sostenida, que usamos para desempeñar una tarea durante un tiempo largo y nos mantiene concentrados, así como con las funciones ejecutivas, que nos permiten mantener la información temporalmente almacenada para poder hacer tareas como calcular o reelaborar una frase que hemos oído", cuenta Calabria.
La fatiga aparece cuando hay un cansancio excesivo y debilidad física o puede haberla también a nivel cognitivo y muscular, pero uno de los retos de este estudio era intentar separar esa fatiga postcovid de las consecuencias de la situación que se vivió durante la pandemia.
"La fatiga es un síntoma relacionado con infecciones virales y esto nos indicaba que sería uno de los posibles síntomas de la infección por SARS-CoV-2", cuenta Calabria, para quien es posible que, en las primeras olas, el aislamiento contribuyera a aumentar algunos síntomas. "Pero hay algunas observaciones que nos indican que este no siempre es el caso: a muchos la fatiga les impide volver a la vida que tenían antes; otros siguen padeciendo fatiga a pesar de que hayan podido volver a las condiciones prepandemia y, en el caso de la apatía asociada con la COVID-19, pudimos comprobar que su prevalencia pasaba del 17 % antes de la infección al 62 % después de la infección".
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