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Salud
Sevilla/El SIBO, o sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado, es un trastorno gastrointestinal que está ganando relevancia debido a su impacto en la salud humana. Como parte de un hecho fascinante, más de la mitad del cuerpo humano está compuesto por bacterias, formando un universo de 39 billones de microorganismos que desempeñan funciones fundamentales para mantener la vida.
Estos microorganismos, conocidos como microbiota, crean una biodiversidad equiparable a la del planeta, pero dentro de nosotros. El tracto intestinal, en particular, alberga una amplia gama de bacterias, asemejándose a una selva amazónica en el interior del cuerpo humano. El correcto funcionamiento del sistema digestivo y otros sistemas del cuerpo depende del equilibrio de esta microbiota. Sin embargo, incluso una ligera alteración puede desencadenar problemas, como el sobrecrecimiento bacteriano del intestino delgado o SIBO, así como la infección por helicobácter (Helycobacter pylori).
El helicobácter y el SIBO son dos disfunciones gastrointestinales que han ganado protagonismo en las redes sociales, no necesariamente porque sean más frecuentes, sino porque los avances médicos han permitido un mejor diagnóstico. Aunque ambos trastornos comparten síntomas similares, se presentan en diferentes puntos del aparato digestivo.
El helicobácter es una bacteria que infecta el estómago y provoca un aumento de la secreción de ácidos, dañando su revestimiento y dificultando la absorción de nutrientes, lo que puede llevar a la formación de úlceras pépticas. Por otro lado, el SIBO se caracteriza por la acumulación de bacterias innecesarias en el intestino delgado, causada por una ralentización del paso de alimentos y nutrientes.
Los síntomas comunes a ambos trastornos incluyen:
Sin embargo, una diferencia crucial entre ellos es que el helicobácter es contagioso, pudiendo transmitirse a través de agua o alimentos contaminados, así como mediante el contacto con saliva, vómito o heces infectadas.
La detección temprana es fundamental para tratar estas patologías antes de que generen complicaciones mayores. El helicobácter puede ser tratado con antibióticos y una dieta restringida, seguida de una reintroducción gradual de ciertos alimentos. En cuanto al SIBO, nuestro organismo suele ser capaz de reajustar el equilibrio bacteriano por sí solo, aunque se recomienda la asistencia de un especialista.
La investigación en infecciones gastrointestinales es continua, ya que hay diversos factores que influyen en cómo nuestro cuerpo tolera y descompone los alimentos. Se ha evidenciado una estrecha relación entre el cerebro y el intestino, donde el estrés y la ansiedad pueden afectar la microbiota, haciéndola más susceptible a infecciones bacterianas. Además, el aumento de las temperaturas puede comprometer la seguridad alimentaria y favorecer la proliferación de bacterias en los alimentos que consumimos.
En un mundo en constante progreso en términos de salud y ciencia, es crucial prestar atención a estas patologías para evitar diagnósticos más complejos en el futuro. Proteger y mantener el equilibrio de nuestras "inquilinas" bacterianas es esencial para preservar la salud y el bienestar general del organismo humano. La investigación continua y la divulgación de información son clave para comprender mejor y abordar estos problemas intestinales.
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