LA Comunidad del Leoncillo -también llamada Corporación de la Diputación cuando uno se refiere a ella fuera de la Tierra Media y que lleva a ese animalito en su escudo- ha eludido esta vez las guerras dialécticas de punta de lanza con discursos a prueba de escudos a la hora de afrontar una subida de las tasas de la basura. Y eso que la recogida de ese pequeño tesoro fétido de Gollum -al que se le llama residuos orgánicos e inorgánicos cuando uno también se refiere a ellos fuera de la Tierra Media- se sigue cotizando a precio de estiércol, según los dirigentes de Elfomasa [Epremasa], quienes están convencidos de que a este paso no hay quien frene déficits millonarios. Tanto miedo tenían estos últimos de que a los hobbits y demás habitantes de los municipios cordobeses se les siguieran cobrando cantidades cercanas a los 59 euros al año o a los 68,70, dependiendo de si se les recogía el tesoro fétido seis o siete días a la semana, que Elfomasa propuso a la Comunidad del Leoncillo que esos cobros se incrementaran hasta los 78,48 y los 91,38 al año, respectivamente, para que evitar el inicio de la quiebra de la empresa. Dicho en idioma economista: un 33%.

Guerra no hubo en el plenario, al contrario de lo que ocurrió en los dos últimos años cuando Elfomasa también propuso un suculento incremento de desembolso por el adorado desecho atesorado de Gollum, pero sí una leve batalla en la que la sangre no llegó al Guadalquivir.

El capitán Aragorn Antonio López levantó su voz partida y popular (PP), espada en mano, para denunciar que los responsables de Elfomasa pretendían quemar sus naves a posta y dejarlos así que ejércitos privados conquistaran esa empresa que hasta hoy es pública y dependiente de la Comunidad del Leoncillo. No fue el único. También se mostró guerrera la gobernadora Galadriel Catalina Barragán. La mujer que llegó a la Tierra Media desde las montañas de humo de Cardeña agarró con su mano izquierda una flecha para unirla (IU) a su arco y apuntar a la verdad de la intrahistoria con una voz segura y poco eficaz. Tensando el arco con su mano izquierdamente progresista, obviamente, cuestionó la labor del señor de los contenedorcillos dejando entrever que esa labor destila un cierto tufillo Fétido Adams al acusarle de llevar las riendas de Elfomasa directamente a la ruina a base de subcontratarle actividades del negocio a ejércitos empresariales que no están al servicio de su majestad el rey de lo público.

Con la punta de la lanza y de la flecha amenazándola, la princesa-presidenta de Elfomasa Éowyn [Pilar García fuera de la Tierra Media] echaba balones en llamas fuera a base de repetir que ese déficit millonario se debe a que Frodo Bolsom y el resto de trabajadores-militantes de esa sociedad de los contenedorcillos ofrecen un servicio de calidad con todas las mejoras soterradas que la cosa requiere año a año.

Como suele ocurrir a veces en esas batallas pseudodialécticas de la Comunidad del Leoncillo, Gandalf Cristóbal Toledo tuvo que poner paz. El mago amante de la ley, en su habitual tono de secretario dialogante y sosegador, siempre según lo ajustado a derecho, como él mismo apunta, puso el dedo en la llaga con tan sólo unas palabras epilogantes: "ustedes llevan años aprobando subida de precios políticos para la basura [cuando desde la empresa se recomendaba una subida mayor]; es lógico que con estos polvos, con perdón, se acaben recogiendo estos lodos".

La ligera batalla estaba servida en una guerra en la que también estaba cantado que ganaría otra tasa. Ganó la que significará cobrarle a partir de 2009 a los hobbits y demás habitantes de los municipios cordobeses un 4,9% más por recoger ese tesoro que hace las delicias de Gollum y del que dicen que Ratatouille, ratón dado a lo privado, espera ya conseguir, al menos, las migajas.